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•°•° CAPÍTULO 4 °•°•

Los ruidos provenientes de la cocina interrumpieron el sueño ligero de Anna. La chica se puso de pie de un salto y tomó con agilidad el arma que había dejado la noche anterior en la mesa de luz. Todos sus superiores le habían dicho que no era buena idea dejarla a la vista de los atacantes, porque eso aumentaba las posibilidades de que la usaran en su contra. La opción más segura, según ellos, era ponerla debajo de la almohada. A Anna esa idea no la atraía en lo más mínimo. Prefería mil veces ser asesinada en medio del sueño por dejar su arma a simple vista que darse un tiro accidental por mover demasiado la cabeza. No quería ser recordada como la idiota que se disparó mientras dormía.

Salió con cuidado de la habitación y, cuando comprobó que la sala de estar estaba vacía, corrió escaleras arriba para ver si James seguía allí. Había una mínima posibilidad de que él hubiera desobedecido la orden de no salir o de no traer a nadie a la casa y estuviera con una chica en la habitación, o peor, en la cocina. Para Anna, James era estúpido, pero podía darle el beneficio de la duda. Fue por eso, que cuando se aproximaba a la habitación del chico lo hizo cautelosamente, como esperando encontrar a alguien que lo tuviera secuestrado. Abrió lentamente la puerta y algo saltó frente a ella. La agente soltó un débil grito y dio un golpe a la persona que había aparecido. El extraño cayó al suelo y se agarró el rostro, chillando del dolor.

—Estás loca, Anya. ¡Loca! —James le hablaba desde el suelo—. Podrías haber preguntado quién era antes de entrar así, diablos.

—Debes estar jodiéndome, Potter —dio un vistazo a la oscura habitación y encontró un libro de Química en el suelo al lado del chico. Debía pesar por lo menos dos kilos—. ¿Con eso pensabas pegarme? —preguntó casi riendo.

—Nunca me gustó Química y no sé para qué compré el libro —se encogió de hombros—. Para algo debía ser útil. Diablos, Anya, ¡mi nariz está hinchada!

—Lo siento —dijo la chica, pero en realidad no lo hacía. Había disfrutado golpear en la cara a un rico—. ¿Entonces hiciste los ruidos en la cocina solo para que yo venga hasta aquí arriba y poder asustarme? —preguntó Anna.

Si ese había sido su plan, no había sido muy eficaz. Lo último que había hecho la chica fue asustarse. James la miró confundido.

—¿Ruidos en la cocina? Yo vi a alguien caminando por el patio y luego oí la puerta principal abrirse. Creí que estabas aquí por eso. ¿De qué ruidos en la cocina me estás hablando? —preguntó alterado. Estaba claro que la noticia de que alguien estaba escarbando entre sus condimentos no alegró mucho a James.

—Quédate aquí —fue lo único que dijo la rusa.

Anna volvió sobre sus pasos. Cuando estaba bajando la escalera, se dio cuenta que James había hecho caso omiso a su orden y la estaba siguiendo con el libro en alto. Como si eso lo fuera a proteger de alguna bala, pensó. Sin embargo, no molestó en detenerlo. Con la experiencia, Anna había aprendido que hay un gran grupo de personas que no pueden obedecer órdenes bajo un gran nivel de estrés. Estaba claro que James era una de ellas. Ya llegando a la cocina, Anna detuvo a James y se mentalizó. Había un extraño en la cocina, pero no debía disparar antes de ver quien era. Pensó en la segunda regla de MUGGLE: primero reconocimiento y luego acción. Eso es lo que Anna debía hacer.

Lentamente y con el arma en alto, Anna prendió la luz y apuntó al extraño con el arma. Detrás de ella, James soltó un gritó parecido a uno de guerra y saltó frente a la abertura de la puerta con el libro en alto. Anna se permitió rodar los ojos.

Mission Complete | James S. PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora