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•°•° CAPÍTULO 3 °•°•

Después del ataque y de llegar a la casa de James, Anna se encerró en uno de los miles de baños de la casa. Anna no sabía cuánto habría, pero apostaba que por lo menos eran tres. Ni bien cerró la puerta, llamó a la central y pidió hablar amablemente con el agente Johnson. Los gritos no tardaron en aparecer. Usó su arsenal completo de insultos, tanto en inglés como en ruso y unos pares que había aprendido en francés. La chica estaba en indignada. Johnson sabía lo peligrosa que era esa misión y la había enviado sola y sin refuerzos.

Cuando se cansó de insultarlo, cortó la llamada y suspiró para calmarse. Lavó su rostro con agua fría y se quedó largo rato observándose en el espejo. Estaba muy cansada. La persecución la había dejado exhausta y la discusión con su jefe la había alterado demasiado. Se tomó todo el tiempo que necesitaba para arreglarse el cabello en una trenza y salió del baño como si nada hubiera pasado.

No le costó mucho llegar a la sala de estar, donde encontró a James sentado en el sofá bebiendo lo que parecía un whisky, el cual debía valer más que su auto. El chico le sonrió con picardía, cosa que irritó a Anna. No parecía importarle el hecho de que casi le ensuciaba las botas nuevas con vómito media hora antes.

—Vaya persecución, eh, Anya.

Una mueca de desagrado cruzó el rostro de la chica.

—Ya te dije que no tienes derecho a llamarme así —ordenó.

James solo rió melancólicamente y miró a la nada. Jugaba con el vaso entre sus dedos y veía como el whisky golpeaba las paredes del vaso como si fueran olas rompiendo contra una escollera, o por lo menos así fue como lo pensó el chico, ya que iba por su tercer vaso y ya no pensaba claramente. Anna se dejó caer con pesadez en el sofá frente a él y se centró en su celular decidida a no mirarlo. Suficiente tenía con tener que vigilarlo todo el tiempo. Hasta el Candy Crush en su celular la divertía mucho más.

—¿No deberías estar leyendo algún archivo o expediente acerca de mí o de mi vida en vez de jugar a esos jueguitos? —preguntó. Anna lo miró irritada por encima de su teléfono pero luego se sonrojó avergonzada, había olvidado apagar el sonido y la música del juego se podía oír por toda la habitación—. No puedo creer que hayas venido a esta misión con tan poca preparación.

—No lo hice —respondió ella tranquilamente, incorporándose—. Es verdad que llegué tarde a la reunión, pero fue porque estaba demasiado ocupada leyendo el expediente. No me llames inexperta o poco preparada, Potter, nunca —el tono de voz sonó a amenaza y Anna lo notó, pero no se esforzó en ocultarlo. La divertía mostrarse como la agente ruda y despiadada pero a James parecía no importarle eso. Estaba demasiado ebrio para notarlo.

—Entonces estoy en desventaja —Anna lo miró confundida—. Tú sabes todo sobre mí, sin embargo yo no sé nada sobre ti. La única información que recibí fue que te llamas Anna Ivanovna y eres agente de Nivel 8. Una de las mejores, según el agente Mason.

Anna se lo quedó mirando fijamente intentando procesar lo que acababa de decir.

—¿Mason? ¿Matthew Mason? —preguntó. James asintió. La rusa no se lo hubiera imaginado nunca. La última vez que Matthew había dicho algo bueno acerca de ella fue en su primer año como agentes de MUGGLE cuando aún eran amigos y Anna todavía no había escalado a una posición más alta. Además, solo había sido un comentario acerca de lo bien que había disparado un arma. Finalmente, la rusa se rindió—. Bien, ¿qué quieres saber sobre mi?

—Nombre completo.

—Anna Ivanovna.

—¿Edad?

—Veinticinco.

—¿No tienes segundo nombre? —ella negó—. ¿Tus familiares?

—Mi madre está muerta, mi padre en Rusia y no tengo hermanos —respondió—. Vine a Londres hace casi ocho años con mi mejor amiga, que es casi mi hermana.

—¿Eres rusa?

—Más o menos —Anna pareció pensarlo por un momento. ¿Era inteligente darle tanta información acerca de su persona a alguien que acababa de conocer y por culpa de quien casi la matan? No, claro que no lo era, pero Anna raramente se dejaba llevar por la razón. La mayoría de las veces actuaba según sus impulsos. Y esta era una de aquellas veces. La chica se levantó de su asiento y se trasladó al lado del azabache—. Nací aquí, en Inglaterra. En Liverpool para ser más precisos. Vivimos en una gran casa hasta que mi madre fue asesinada. Yo solamente era una bebé. Mi padre decidió que debíamos irnos a Rusia, que allí estaría segura. Y tuvo toda la razón.

James se arrepintió de haberle preguntado aquello. Lo último que había querido era despertar una vieja herida dentro de la chica. Como por un impulso, extendió su mano y acarició el hombro de la agente. Ella se sobresaltó por un momento, pero no se movió. Por una extraña razón, Anna sabía que necesitaba eso.

—Lo siento, yo no quise... —comenzó a disculparse, pero Anna lo detuvo.

—Está bien. No tienes porqué disculparte —sonrió—. No me acuerdo mucho de ella, solo sé que me cantaba las canciones más hermosas para que me durmiera. Mi padre me contó muchas historias acerca de lo hermosa que había sido Irina Nazarova. Ese era su apellido de soltera, ¿sabes? Papa nunca se refirió a ella por su apellido de casada. Él decía que él se había enamorado de Irina Nazarova y que iba a llamarla por ese apellido hasta el día de su muerte —Anna rió con tristeza. Las ironías de la vida habían hecho que los dichos del padre de Anna se cumplieran. Él la había llamado por ese nombre hasta el día que su vida le había sido arrebatada. La chica soltó una carcajada—. Irónico, ¿verdad?

—Es un poco romántico —susurró James—. Tus padres se amaron hasta el final y tu padre lo sigue haciendo.

—Es una mierda —escupió Anna.

—¿Y tu padre? —preguntó—. ¿Cómo se llama?

—Vanya —fue la única respuesta de la chica antes de levantarse y salir de la habitación.

—Anna —la llamó James.

Ella se dio vuelta antes de que la puerta de la habitación que había asignado el chico para ella se cerrara. Solamente su cabeza apareció entre la puerta y el marco.

—¿Si?

—Si alguna vez necesitas hablar, aquí estaré.

Anna sonrió y asintió. Su cuerpo desapareció por completo dentro de la habitación, pero solo por unos momentos, porque volvió a aparecer inmediatamente.

—Y, James —él la miró intrigado—. Llámame Anya.

Mission Complete | James S. PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora