002 | Jin

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Taehyung se aleja en cuanto el reloj apunta las siete, ya que es la hora de la clase. El grupo de los jueves es reducido, tan solo cuento con tres adolescentes, lo cual me permite trabajar más cómodamente. Jimin, el mayor entre ellos, aparece poco después de las siete y cuarto. Deja la mochila con desinterés sobre uno de los banquillos y se une a nosotros sin molestarse en saludar. Su actitud es arisca de normal, por lo que no me sorprende. Sin embargo, no puedo evitar fruncir el ceño levemente, una mueca que deja entrever mi desaprobación. Jimin se acerca cuando le pido sostener el saco para su compañera Yerim. Él cede a regañadientes.

—Yo quiero boxear, no sujetarle el saco a una niña.

—¿Y qué problema tienes con eso?

—Que golpea, precisamente, como una chica.

—¿Perdona?— inquiere Yerim que no da crédito a la queja—. ¿Tienes algún problema conmigo?

—No, pero tal vez deberías dedicarte a otra cosa en vez de hacerme perder el tiemp-

A Jimin no le dio tiempo a concluir su frase ni a mí de intervenir, puestos que Yerim se apuró en atestarle un puñetazo certero en el estómago, como consecuencia, él se desplomó en el suelo mientras se cubría el vientre debido al dolor.

—Así es como golpeamos las chicas, para que te enteres.

Sonrío con orgullo. No pienso preocuparme en disimularlo, ya que él se lo tiene merecido. Me pongo de cuclillas para estar a su altura, debido a que seguía en el suelo.

—Eso que has hecho es estúpido. No me importa tu humor de perros, ¿con qué derecho te crees para faltarle el respeto a una compañera? —Apoyo mi mano sobre su hombro, acariciando con algo de cinismo—. Pídele disculpas ahora mismo.

Jimin me fulmina con la mirada, pero traga saliva y sus mejillas se tiñen de carmín, avergonzado.

—Perdóname— me dice, sus ojos se agradan, el bochorno se refleja en él debido a mi reprimenda.

—No soy yo quien te tiene que disculpar— aclaro, Jimin levanta la mirada hacia Yerim que echa humo. En un rincón del gimnasio está Gihun, mi tercer alumno, no parece tener ganas de entrometerse, por lo que de mantiene callado.

—Perdón, Yerim. No tengo excusa, es solo que soy gilipollas— comenta con una sonrisa amarga.

Yerim no responde, simplemente le da la espalda, indignada. Y con toda la razón del mundo. Algunos tíos parecen salidos de las cavernas.

La clase se vuelve incómoda ante el reciente acontecimiento. De vez en cuando observo de reojo a Jimin, se ve decaído por algo en concreto. No es el tipo de persona que habla de más. Pero hoy es evidente que algo le ha sucedido y, a pesar de que le pregunté, él no quiso ceder, por lo que desistí al cuarto intento.

Una vez terminamos, me dirijo a los vestuarios después de limpiar mi zona de trabajo. Ahí me topo con Jimin que todavía no se ha marchado, esboza una sonrisa vacilante al ejercer contacto visual.

—Entrenador— saluda, le dedico una mirada extrañada—. ¿Tiene algo que hacer hoy?

—¿No?

—¿Querrías ir a tomar algo conmigo? — pregunta, esperanzado. Lo miro con sorpresa, la verdad que no me esperaba esa propuesta de su parte—. Sé que he sido un idiota antes, pero no quiero que tengas esa imagen de mí.

—Agradezco la oferta, pero, ¿por qué me pides salir de forma tan repentina?

Mi alumno vacila antes de hablar, al final termina reuniendo el valor necesario.

—¿Por qué no? Tengo diecinueve años, no soy ningún menor.

—Espera —sonrío—, ¿te refieres a una cita?— cuestiono, francamente incrédulo.

—Sí...

Me río por su intervención. No con intención de ridiculizarlo, es una risa nerviosa, pues me tomó totalmente con la guardia baja.

—No me van los hombres y, aun si fuera el caso, sigues siendo muy joven para mí.

Jimin no logra ocultar su decepción al escucharme, aunque rápidamente su estado de ánimo da un giro inesperado.

—Pero eso no es lo que yo he oído— espeta con molestia, sus ojos grandes se entrecierran y sus cejas se arquean.

Dejo de prestarle atención al contenido de mi taquilla al reparar en su actitud.

—¿Y qué has oído?

—Que eres marica, incluso se dice que dejaste que el monitor, ese tan alto, Taehyung, te la tocara en las duchas. Pero, ¿ahora conmigo vas a hacer como que no te va eso? No finjas.

—¿Es así? —me rio incrédulo por lo que acabo de oír—. Pues quizá sea cierto, pero no tendrás manera de corroborarlo— digo antes de coger mi toalla y desaparecer por el pasillo.

Costuras | Namjin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora