Capítulo 4 - Descubierta

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Desperté al sentir unas vibraciones que provenían de mi jean. Lo saqué de mi bolsillo y acerqué el celular a mi oreja derecha y al instante lo aparté, pues me dolía mi mejilla. Eso me hizo recordar todo lo sucedido ayer, no había sido una pesadilla.

—¿Aló? —contesé adormilada.

—Sophie, ¿ya estabas despierta? —era Aaron. Oh mierda, con todo lo que pasó ayer olvidé programar la alarma.

—Eeeh... sí, obviamente. —mentí. No hace falta recalcar que soy pésima mintiendo y conociéndolo no me va a creer.

Ajá... —en efecto, no me creyó. —No tienes ni la mínima idea de cómo mentir. —se burló. —Alístate por favor, pasaré por ti dentro de media hora. —cuando se lo propone es muy mandón.

—Sí sí. —me quejé frotando mis ojos. Luego conecté bien mis cables neuronales. —Un momento... ¿ya tienes auto? —abrí mis ojos.

—No tonta, en Uber. Corre que se nos hace tarde. Ahora te veo. colgó, sin permitirme responder.

Me levanté sin ganas y me metí a bañar. Se siente bien tener un poco de tiempo a solas, sentir el agua tibia recorrer mi cuerpo me relaja inmensamente. Las gotas que caen me hacen pequeños masajes en la cabeza, provocándome escalofríos. Tengo suerte de tener baño en mi habitación, porque en menos de 5 minutos ya me estarían reclamando.

Después de un corto rato, salí. Me coloqué un maquillaje suave, pues no me gusta llamar mucho la atención. Intenté ocultar el moretón de mi mejilla con un poco de base y casi no se notaba. Usé el perfume que me dio Aaron. Tomé mi mochila y salí de mi habitación. Caminé hacia la cocina sigilosamente, según yo, todos estaban dormidos. Pero para mi sorpresa no era así, mi madre estaba en la cocina.

La ignoré por completo y ella me miraba con mal gesto. Busqué algo que pudiese comer rápido. Abrí la refrigeradora y no encontré nada.

 >>Como siempre. —pensé.

Escuché la bocina de un auto afuera. Ya llegaron por mí. Salí y me encontré con Aaron haciéndome señas desde el asiento del copiloto para que me apresurara.

—Buenos días. —dije entrando al auto.

—Buenos días. —me respondió de vuelta el conductor del Uber.

—Buenas noches. —dice Aaron. —¿Qué tal amaneciste? —se giró para verme.

—Pues viva, creo. —respondí riendo. Aaron me miró extraño. ¿Habrá notado el moretón o no le habrá gustado mi respuesta?

Casi no hablamos en todo el camino. Aaron iba conversando con el chofer del Uber, ya saben, las típicas preguntas para romper el ambiente de tensión. Mientras que yo iba luchando por no quedarme dormida.

Al cabo de unos minutos llegamos al colegio. Aaron pagó y salimos del auto.

—¿Qué fue eso Sophie? —preguntó mientras caminábamos hacia la entrada.

—¿De qué hablas? —espero que no se refiera al moretón.

—No te hagas la desentendida. —se detuvo antes de entrar. —¿Por qué dijiste eso de "viva"? —hizo comillas con sus dedos.

—Pues porque así es, estoy viva, ¿o no? Además, tú sabes que yo creo en las hipótesis que dicen que no existimos y que solo somos parte de una simulación. —creo que sí estuvo un poco mal esa respuesta.

—Sí, pero mi instinto me dice que no te referías a eso. —me miró molesto. —¿Qué te sucede?

—Tú sabes lo que pasa en mi casa a diario, me sorprende que me preguntes eso. —iba a seguir caminando, pero me detuvo tomándome del brazo con delicadeza.

Tormento mental © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora