El Cid estaba de nuevo en el exilio, pero esta vez no había moros que le dieran la bienvenida. Vagó por los desolados parajes rocosos de Castilla, preguntándose si su leyenda había finalmente terminado. Entonces, sucedió algo extraordinario. Muchos mercenarios y soldados que conocían la leyenda del Cid estaban deseosos de seguirlo, incluso aunque no tuviera castillo. Conforme El Cid avanzaba hacia el sur, mas hombres se fueron uniendo a su ejército, tanto cristianos como musulmanes. Con el tiempo, El Cid había creado un ejército lo bastante grande como para conseguir su propio feudo. El rey Alfonso había puesto el ojo en la bella Valencia, la joya de la costa mora. Pero El Cid estaba más cerca y podía llegar antes. Si conquistaba Valencia, no solo estaría protegido contra las maquinaciones de Alfonso, sino que además contaría con un baluarte contra la segunda e inevitable invasión de Yusuf y los bereberes. Todo se habría desarrollado de una manera sencilla, si no fuera porque nuestro antiguo enemigo, el Conde Berenguer de Barcelona, eligió aquél momento para atacar al Cid.
Qué abundantes les parecían los naranjales y olivares a los conquistadores que habían venido de la yerma Castilla. Valencia era un paraíso tropical, lleno de palmeras, con un mercado de seda y abundantes peces y aves acuáticas. Una vez asegurado el castillo y dispuestas las defensas de la ciudad, El Cid envió a buscarme a mi y a sus hijas. Nuestro reencuentro tuvo lugar en la torre mas alta del castillo, frente a un mar que ocupaba todo el horizonte. Convertimos Valencia en nuestro propio reino, reuniendo ocho mil soldados cristianos y veinte mil moros. Era el logro más grande del Cid hasta ese momento. Estábamos fuera del alcance del rey Alfonso y el Conde Berenguer estaba encerrado en las mazmorras de Valencia. Con el tiempo, sería liberado a cambio de un rescate y una de nuestras hijas se casaría con su sobrino y heredero, para evitar futuros conflictos. Ojalá que la leyenda del Cid hubiera terminado allí, bajo las puestas de sol de Valencia. Pero no sería así. Valencia se encontraba justo en el camino de la horda berebere del fanático Yusuf.
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El Cid
Historical FictionLa historia de El Cid. Narrada por Jimena de Asturias, quien fue esposa del Cid.