El mundo bajo mi casa

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Cuando era niño, me gustaba investigar, siempre miraba rincones con máximo detenimiento, para luego acercarme y descubrir qué se escondía de mí. Recuerdo que una vez, nos mudamos con mi familia a una vieja casa en mitad de la nada, para llegar, hicimos un viaje de tres horas. Cuando llegamos, desempacamos todo y enseguida salí a explorar. Caminé por cada pasillo de la casa, rodeé varias veces los jardines de esta y recorrí sin rumbo mirando el suelo. Caminé tanto que no me había percatado el momento en que estaba oscureciendo. Me divertía caminar y descubrir nuevas cosas.


Al día siguiente quise explorar más. Salí de mi casa y fui de nuevo al jardín. Mientras paseaba y jugaba en el jardín repleto de rosas y distintas flores, vi que detrás de la casa, existía un pequeño agujero en el cual no dudé ni un segundo en entrar. Cuando llegué ahí, el lugar era pequeño pero acogedor, sentí paz y decidí que este sería mi "lugar secreto", escuchaba el césped producir un sonido al chocar con el viento; sentía una brisa, quizá fría, pero relajante y refrescante. Era cómodo pasar ahí.


Un día después de haber encontrado ese lugar secreto, entre para jugar con unos cuantos juguetes, e imaginar que era una base secreta contra los malos. Pero de repente, el viento que siempre llegaba a mí, se detuvo en seco. El ambiente se sentía diferente, como si algo me presionara el pecho y me hacía sentir más pesado. Luego de un largo periodo de tiempo jugando, decidí volver a la casa, el sol empezaba a ocultarse, así que, con todos mis juguetes a la mano estaba por salir de mi escondite, pero cuando un pie estaba fuera del lugar, escuche un crujido detrás mío, me voltee y mire por todos lados. Al fijarme, me percate que una tabla de madera estaba más podrida que las demás, y con un inesperado movimiento, aquel tablón de madera, cayó al suelo mostrando su contenido. Miré extrañado y me acerqué lentamente soltando mis juguetes al suelo, como era un niño, pensaba que era un ave atrapada, o una rata que simplemente quería escapar. Me acerqué, puse mi mano contra los demás tablones en buen estado para apoyarme y me encontré algo que jamás olvidaré.


Atreves de hoyo, había un paisaje impresionante. Había árboles de gran tamaño, aves de multicolores, animales con aspectos tan extraños, que eran maravillosos y majestuosos, pero lo más extraño, era que se podían observar nubes. Existía un cielo a través del agujero. No podía explicar el hermoso y curioso paisaje que encontré enfrente mío, y no podía entender que hacia todo ese " Mundo" bajo mi casa y detrás de una tabla de madera.


Con facilidad, pude romper con una piedra cercana, las tablas que rodeaban el agujero para hacerlo más amplio y poder facilitar mi ingreso.
Entré, y sin darme cuenta, tropecé cayendo por una bajada de lodo del que no me había dado cuenta. Descendí toda una montaña de lodo, fue una larga bajada. Cuando llegué al final, me retorcí por un momento del dolor que sentía por golpearme con varias piedras pequeñas del pendiente. Tenía varios raspones, no tan graves y varios rasgados en la ropa.


- ¡Ay no!... Mi mamá va a matarme...


Cuando estiré las partes inferiores de mi camisa para verla con claridad, me fijé que estaba llena de lodo y raspones por todo lado.
Levante la mirada y vi una hermosa escena sacado de películas de ficción. Había animales parecidos a dinosaurios, carnosos y amigables a simple vista. Vi una flor que, al tocarla, te envolvía el dedo con sus pétalos.
Era un hermoso lugar.


Empecé caminando entre los árboles y varios arbustos que rodeaban aquel montículo de lodo, sacando mi espíritu aventurero al sentirme como un personaje de película que pasaba por la televisión en los sábados por la noche.


Sonreía a cada momento y me imaginaba historias mientras caminaba por un césped increíblemente verde.


Mientras viajaba, encontré un río, y al verme los brazos y la ropa llenas de suciedad, me acerqué para lavarme la cara y tratar de limpiar un poco mi camisa, pero terminé empeorando las manchas, además, al estar mi ropa húmeda, pasó pegándose a mi cuerpo en todo momento. El viento golpeaba mi cuerpo haciéndome sentir un frío que ponía mi piel de gallina, haciéndome tiritar.


Cuando me aparté del río, vi que, a la distancia, en el cielo, se aproximaban unas enormes nubes grises que advertían una fuerte tormenta. Sacando a mi salvaje interno. Volví corriendo hacia un árbol, agarré una hoja gigante y me envolví el cuerpo y caminé con orgullo sintiéndome como un superviviente.


El sol se ocultaba, y las nubes ya estaban sobre mi mojándome con pequeñas gotas en la cabeza. Mientras caminaba siguiendo el río, veía a varios animales ocultarse de la lluvia bajo algún árbol o piedra para no pasar frío. Cada animal de aspecto extraño, hacia un sonido que jamás había escuchado, aunque lo intentara miles de veces, jamás podría replicarlas con mi boca.


Decidí volver por mis pasos y dirigirme de vuelta a casa, estaba cansado, empapado y muy hambriento.
Después de una larga caminata llegué a los mismos árboles que rodeaban aquella colina de lodo, las flores que habían alrededor antes, estaban cerradas y resplandecían una luz suave. Era un ambiente agradable.


De pronto, escuché un golpe en el suelo detrás mío. Me detuve por un tiempo y me volteé a ver el origen del sonido. Cuando lo hice, detrás de las grandes y extrañas hojas de los arbustos, vi un animal con tres ojos y con una mandíbula extremadamente gigante observándome. Era grande, y purpura, su melena era como la de un tigre con manchas negras en cada una de sus cuatro extremidades. Escuchaba su respiración y su gruñir. De pronto, su mandíbula empezó a abrirse mostrando dos hileras de dientes afilados.


Me espanté y corrí huyendo de aquel animal.


Traté de subir desesperadamente la colina de lodo, pero mi esfuerzo era en vano, y esa bestia, irritada por mis gritos, iba acercándose lentamente hacia mí para devorarme.


Creí que iba a morir con una solo mordida de aquella inmensa mandíbula. El animal rugía cada vez más fuerte y con más furia. En el momento en que esa bestia se abalanzo hacia a mí, sentí como una fuerza me agarrara la camisa y me jalara con brusquedad, llevándome hacia la cima de la colina de lodo, de vuelta a la entrada del lugar.


Aquella fuerza me llevo a mi escondite secreto de nuevo. Perplejo, lloré del miedo que tenía a esa criatura, salí del escondite y corrí dentro de la casa llamando a mi mamá. Cuando la encontré corrí hacia sus brazos llorando, para luego contarle en sollozos y desesperación, todo lo que viví. Ella me tranquilizaba y me abrazaba diciéndome: "Ya pasó cariño.", luego llamo a mi padre y le dijo que revisara ese lugar que tanto hablaba. Pero para mi sorpresa, no había nada allí. Las tablas estaban en su sintió (en la pared), y no había nada detrás de ellas, solo polvo y tuberías. Mi madre aun no me cree y jamás me volvió a ocurrir lo que viví de pequeño... de como encontré un mundo bajo mi casa.

El  mundo bajo mi casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora