¿Cómo se le ocurrió a Patrice lo de las cartas? Muy fácil. Es escritora, le sobra imaginación.
El siguiente paso era escribir ese primer contacto de forma que el hecho de recibir a diario correo de parte de una extraña resultase una oferta atractiva y no un dato perturbador. Patrice cerró el sobre. Estaba convencida de que aunque todas las probabilidades apuntaban a que su idea fuese un fracaso absoluto, si no lo era, resultaría un éxito total. John tendría que estar muy loco si aceptaba la propuesta. Pero, al fin y al cabo, ¿qué persona a la que realmente apasionan los libros no estaría deseando aceptar al momento de tener la oportunidad, aunque solo fuese por curiosidad? Sí, esa teoría fue la que hizo que, finalmente, Patrice se decidiera a poner el sello en el sobre para enviarlo: empezaba la acción.
John abrió los ojos. Los rayos de sol se filtraban delicadamente por las ventanas del salón del ático donde vivía.
Se había dormido en el sofá. Tanto estrés le pasaba factura. Apenas tenía tiempo para reposar, así que la noche anterior se había desplomado en el sofá sin reparos o ganas de andar un metro más hasta su dormitorio.
Cuando se despertó, contempló durante un instante las vistas desde su vivienda: Le gustaba admirar la forma en la cuál el rosado del cielo al amanecer se fundía en un azul intenso que daba paso al inicio de un nuevo día para la ciudad de Nueva York, meciendo la luna para que se ocultase hasta la noche. Por desgracia, todo eso marcaba también el comienzo de otra agobiante jornada de escapismo de los paparazzi y de presión, estrés y trabajo continuos para John.
El actor se dispuso a arreglarse para poder desayunar y repasar mientras el guión de la serie en la que estaba participando. Siempre estuviera acostumbrado a la fama: Como hijo de un famoso director de cine, como influencer y, ahora, por primera vez, en el centro de los focos. No es que ser actor fuese su sueño, pero le encantaba leer los guiones y meterse dentro de los personajes. Esa era la mejor parte. De hecho, John podría pasarse día y noche leyendo. Pero, estaba atrapado en un modo de vida que no disfrutaba. Él no quería ser Bruce Wayne ni DiCaprio: La vida con la que muchos soñaban. John, más bien, quería vivir aventuras, desvelar misterios y encontrar el amor, como en las novelas que leía: Soñaba con algo imposible. La fama le robaba la privacidad y, por tanto, la posibilidad de que en su vida hubiese misterio o secreto alguno a parte de su gran pasión por la tinta. El tiempo que necesitaba para vivir aventuras ya estaba totalmente ocupado por el trabajo. Y, la oportunidad de encontrar a una chica que compartiese sus gustos y aficiones, que no solo lo amase por su fama, su dinero o su físico y que no fuese superficial era del todo nula en el mundo donde vivía. John no era feliz: su vida era de color gris y estaba vacía. Su corazón estaba sumido en una oscuridad que ni siquiera los focos podían disuadir.
Fue justo en ese momento de reflexión cuando Rick, el mejor amigo de John, entró en su casa.
-Menudo flipado pareces, John. Te prometo que cuando entré estabas como ido, hipnotizado. Con el careto que tenías con la boca llena de cereales y tu reacción asustadiza al verme vas a lograr que me muera de un ataque de risa.
-Solo estaba pensando. Por cierto, ¿quién te dió una copia de mis llaves?
-Yo mismo. Cuando empezaste a vivir aquí y empecé a venir cada dos por tres me cansé de tocar el timbre y esperar a que abrieses la puerta todos los días. Así que te cogí las llaves cuando dormías y te las devolví antes de que despertarás para hacer una copia. No te preocupes bro, no se las venderé a ninguna fan loca.
-Muy gracioso Rick. Ya que estás aquí, dime a que viniste.
-Un contrato para anunciar una nueva fragancia. Asuntos de trabajo. Soy tu mejor amigo John, pero recuerda que también soy tu mánager y ...
-¿Eso que llevas en la mano es mi correo?
-Sí, te lo recogí de paso para que no te pares abajo media hora a leer todo. De verdad, te aseguro que es más cómodo leerlos en el sofá que allí parado en las escaleras. Además, hoy igual tienes para un buen rato.
-¿...?
-Te ha llegado una carta sin remitente. Bueno, tiene escrita una "S" y el número "101". Estoy seguro de que es una broma o una admiradora que descubrió donde vives. Mira, John, se me hace tarde y tengo mucha prisa. No voy a presionarte para ir a trabajar hoy y tampoco te hablaré más sobre la colonia que puedes promocionar. Como tu mejor amigo, te recomiendo que te tomes el día libre y que te deshagas de esas ojeras espantosas. Con ese aspecto, ninguna empresa te contratará como imagen para sus productos.
-Vale. Dile a Steve que hoy no iré.
-Adiós John.
Al oír a Rick cerrar la puerta, John se abalanzó sobre la carta sin remitente, intrigado por su contenido. Esto es lo que se podía leer en su interior:
"Siempre me gustó la lectura. Cuando leo algo, también lo siento. Basta con que se hable de lluvia para que, en mi imaginación, la tinta ya se haya transformado en un ejército de gotas cayendo sobre mi cabeza. Las palabras comienzan a describir el viento cuando este ya se está enredando entre mi cabello. Al ser mencionados los campos, los bosques y las praderas; mi olfato ya percibe bien el olor a hierba recién cortada o a resina, o el intenso aroma de las flores en primavera. Sí, yo lo vivo en primera persona.
Una magia extraña cambia las novelas por túneles que me trasladan a los lugares más exóticos y plácidos donde consumir mi tiempo de la forma más agradable, cambiando lo que en realidad son horas por minutos a mi parecer.
Las vivencias de cada personaje pasan a ser mis propias experiencias personales. Yo me vuelvo, leyendo, la protagonista de todas las historias al interiorizar los sentimientos de cada personaje en cada uno de los mundos ficticios en los que me adentro y a los cuáles, después, me aferro con fuerza.
Solo hay un problema: Llegar a vivir más plenamente la lectura que la vida real, provocando que mi mente mezcle todo hasta que yo ya no pueda distinguir la ficción de la realidad.
Probablemente, te preguntarás quién soy y el motivo por el cuál te escribo contándote todo esto. No me conoces. Soy una extraña para ti. Me he fijado en tu forma de ser y de actuar. Sinceramente, creo que poco es lo que se puede saber de una persona basándose únicamente en esos datos. Por ello, me gustaría descubrir si de verdad somos lo que aparentamos y si, mediante la lectura, resultamos ser afines o completos desconocidos que no tienen nada en común. Concentrando una vez más mis motivos en la creencia de que lo que leemos puede influir en nuestra forma de ser, y conociendo la aficción de ambos por la lectura, propongo lo siguiente: Durante un tiempo, cada día recibirás una carta de mi parte -si aceptas la propuesta- que contendrá un relato y una reflexión escritos en su interior. Puedes responderme por correo. En ningún momento conocerás mi identidad a menos que yo lo vea oportuno . Al fin y al cabo, a ambos nos interesan más las obras donde el contenido predomina sobre la forma.
Si aceptas, en un plazo máximo de cuatro días, puedes entregar en mano o enviar tu respuesta y tus futuras cartas a la dirección de la bibioteca que te indico al final. Nunca seré yo quien recoja la correspondencia, sino un intermediario/a. Si no aceptas, no es necesario que hagas ningún movimiento.
Espero una respuesta positiva.
Fdo. Sherezade " .John nunca hubiera imaginado haber recibido una carta con tal proposición. ¿Acaso tenía algún motivo para declinar la oferta? No. Por eso, decidió responder ese mismo día y darle cuerda a este extraño "juego".
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Cartas sin remitente
Roman d'amourÉl es una popular celebridad de Nueva York que lo tiene todo menos amor. Ella, una tímida escritora best seller anónima con un flechazo platónico en él. Decidida a no acabar en tragedia como los escritores románticos que tanto les gustan a ambos, Pa...