Capítulo 1

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Perfecto, me he levantado antes de lo normal y tengo cara de sueño, pero estoy activa. No hay nada que no arregle un poco de maquillaje, quiero dar una buena impresión.
Ya son las siete, me he levantado a las seis, pero al menos me ha dado tiempo a ducharme una vez más, desayunar y recoger las cuatro cosas que habían por mi apartamento.
Cojo la maleta y la mochila, mis llaves del coche y de mi casa junto con los auriculares, reviso que mi piano está cerrado, todo correcto, finalmente salgo hacia la casa de mi padre.

Llego y él ya me está esperando en la puerta, al lado de mi hermano.
-Sabía que te ibas a levantar antes- se ríe mi padre.
-Siempre lo hace, papá- mi hermano se acerca para darme una colleja- ¿Nos vamos?-
-¡Sí!- me acerca hasta mi coche y me pone en el asiento del copiloto...
-Oye, es mi coche, ¿ por qué no puedo conducir yo?-
-Quiero hacer de padre antes de no verte en una semana- me río ante su comentario exagerado.
Mi hermano se sube detrás y nos ponemos en marcha.
-¿Nerviosa?- me dice mi hermano por detrás.
-¿No es evidente?- fuerzo una sonrisa.
-¿Por qué estás tan nerviosa?-
-¿Tú qué crees?- digo histérica -¡Voy a tocar el piano en un crucero de lujo!- palmeo mis manos y mi padre se ríe.
-Te lo has ganado, no toca nada mal, me cuerdo cuando la vecina te escuchaba y no venía a quejarse, sino a que le dieras clases a su hija- comenta mi padre riéndose.
-Sí- pongo mi cara de orgullosa. Ahora nos esperan dos horas en coche hasta llegar a Génova.

-Bien, ya estamos- mi padre deja el coche en el parking y bajamos.
-¿Luego puedes llegar a mi casa?-
-Claro- me rodea con su brazo por la nuca mientras vamos hacia el crucero.
-Bueno, tu hermano me ha pedido...-
-¡Que no me llames todas las noches!- le corta Isaac.
-Eso es mentira- mi padre rodea los ojos. -¿De verdad me vas a dejar con este zopenco una semana?-
-Es lógico que lo sea solo tiene 16 años... Además echará de menos a su hermanita- le froto la cabeza con el puño.
-Hey, hey, un respeto, además hoy salgo con Alessandra...- levanta su dedo índice y no puedo evitar que varias carcajadas salgan al percatarme de la expresión de mi padre de desaprobación. Sé que en secreto le da la enhorabuena, no se cortó un pelo cuando perdió la virginidad. Aunque reconozco que estar una semana sin ver fútbol mientras gritan ''me cago en la puta'', ''créeme, un esfuerzo por ver las cosas hago desde tu punto de vista, ¡pero al parecer eres un árbitro ciego!'', la verdad es que tienen algunos muy ingeniosos.
Miro hacia la entrada y veo que los trabajadores ya están entrando, con sus uniformes puestos y todo listo.
-Debería irme, tengo que buscar al jefe- me quedo mirándoles sonriendo.
-Anda, vete...- me abrazan a la vez, la maleta se cae y la cojo, antes de irme le doy un beso a mi padre ya mi hermano, aunque se haya quejado sé que quería.
-¡Hasta dentro de una semana!- digo a lo lejos. Se despide con la mano y se vuelve al coche.

Noto "mariposas" en mi estomago de lo nervioso que estoy, pego un suspiro y me dirijo a la entrada donde hay una chica vigilando el personal.
-¿Su nombre?- me pregunta la chica de ojos azules y cabello negro.
-Caeli Brown- la chica busca en su lista con un bolígrafo.
-Bienvenida a bordo, señorita Brown- me regala una sonrisa para dejarme entrar detrás de los camareros.
El crucero no solo es maravilloso por fuera. Tan solo en la entrada de los trabajadores hay una gran sala con dos sofás a los lados y una lámpara grande en el techo, un suelo de madera perfectamente limpio y las paredes brillan como si resultaran de cristal.
-Por aquí, por favor, les llevaré a sus camarotes. Los compartirán por grupos de dos o tres-
El chico nos lleva a unos camarotes, espero a unas seis personas hasta que me toque a mí.
Cuando entro me encuentro con una chica con un cabello rubio muy muy corto, ojos marrones y delgada.
-¡Buenísimos días! Mi nombre es Meriem- la chica me abraza, tardo en responder su abrazo, su aspecto es impactante.
-Yo soy Caeli-
-¡Guau! Precioso nombre, yo soy camarera, ¿y tú?-
-La pianista- sonrío orgullosa.
-¡Impresionante!- la chica se da cuenta del tatuaje que tengo en la clavícula, un piano con pequeñas notas musicales saliendo de él -Es flipante- lo señala con el dedo índice. - Mira- Meriem se da la vuelta y se baja un poco la falda roja del uniforme. En la parte más baja se encuentra el tatuaje, es como un rayo...Es un poco extraño.
El camarote tampoco es pequeño, aunque muy grande, no está mal para dos personas simplemente.
Observe dos camas en los laterales, con sábanas ya puestas, una mesita que cuelga de la pared entre estas, dos luces encima, dos cómodas al lado de la puerta blanca y una televisión que cuelga de la pared. Tras cada cama hay dos espejos y encima de una de ellas hay otra.
-¿Viene alguien más?- pregunto mirándola.
-Según lo que me han dicho no, dicen que esta habitación ya es suficiente para dos personas. ¿Derecha o izquierda?- a punto con la cabeza la de la derecha, no me apetece tener otra cama encima mía cuando duerma, sinceramente, tengo malas experiencias con eso. -Bien- coloca sus cosas sobre la cama de la izquierda y se tumba con las manos sobre su cabeza. -Qué gozada. Si esto es bueno, no me quiero imaginar cómo es la de los pasajeros-
-¿No nos han dado ningún horario ni nada?- con su dedo apunta la mesita en el centro, hay dos papelitos en los que están nuestros horarios.
-Estaré siete u ocho horas tocando apropiadamente- digo mirando mi horario.
-Mejor que sirviendo mesas de aquí para allá, es- se ríe. -Oye, me caes de puta madre, ¿me das tu teléfono?- dudo un poco -Tranquila, chica, no soy una acosadora, ni mucho menos, soy lo que la peña llama ''sociable''- se ríe, le doy mi teléfono y ella me da el suyo, pongo mi número de teléfono entre sus contactos. -¿Soy demasiado directa?-
-Que va, me mola tu rollo, en Milán cuesta encontrar personas así-
-¡Eres de Milán, eso mola! Yo soy de aquí, de Génova-
-Yo del centro, centro de Milán -
-Uuuh, chica de centro de ciudad-
-Sí, oye, aquí pone que empiezo a las nueve en punto, hasta entonces, ¿qué puedo hacer?-
-Bueno, he trabajado aquí antes y la verdad, me encantaría acompañarte, pero yo empiezo ahora a preparar desayunos...Pero a medio día no trabajo, luego te pego un toque, mientras...Puedes ir investigando- asiento con la cabeza , ella se marcha dejándome sola, escuchando muchos gritos de gente agobiada que provienen del pasillo.
Miro alrededor de la habitación sin saber qué hacer hasta que recuerdo a alguien...Erick, me dijo que le llamara en cuanto estaba aquí.
Cojo mi teléfono y le marco, tras unos segundos de espera coge la llamada.
-¿Qué tal por ahí?-
-¡Esto es impresionante, te encantaría estar aquí! La habitación es muy lujosa y mi compañera de habitación parece estar en un estado de euforia constante-
- Eso suena muy bien, ¿cuánto te pagan?- mi mejor amigo siempre pensando en el dinero. Ladeo mi cabeza sonriendo.
-Depende de cuantas veces toque y cómo lo haga, pero la habitación me sale gratis-
- Wow, señorita Brown, ¡usted es una privilegiada! - yo río.
-Oye, luego te llamo, voy a inspeccionar el lugar-
- ¡Pásatelo bien!- cuelgo y me guardo el móvil en mi pantalón corto, negro.
Pienso bien y supongo que habrá piscina o jacuzzi. Me desvisto, me pongo el bañador, un pantalón corto de deporte ancho, una camiseta que me llega por la cintura con la inscripción de Jazzy unas chanclas, cojo una toalla, guardo mi teléfono en el bolsillo delantero y salgo de la habitación. El pasillo es largo, pero hay unos cuantos cuadros interesantes colgados a los alrededores.
Llego a donde hay un bar, la gente, tanto trabajadores como, van de aquí turistas para allá nerviosos, un niño choca conmigo y la madre se disculpa con la mano, sonriendo.
Me siento en la banqueta en frente de la barra y un chico muy apuesto me atiende, tiene los ojos café, un pelo alborotado castaño, pero con cierto estilo, lleva una camisa blanca con unos tirantes que sujetan su pantalón negro de vestir.
-¿Quiere algo señorita?- tiene una voz dulce y le sale un hoyuelo en el lado izquierdo al sonreír.
-Sí, un café con leche, por favor- le sonrío y comienza a prepararlo, me lo entrega y el café tiene una forma de corazón hecho con leche. -Vaya, todo un experto- se ríe y le entrego el dinero.
-Se podría decir que sí- eleva sus hombros y se va a atender a una familia a unos tres asientos a mi derecha.
Me tomo el café y voy a una terraza que está vacía y llena de tumbonas, coloco la toalla en una de ellas, me quito el pantalón y la camiseta para tumbarme, siento un calor ardiente de la tela de la tumbona al acostarme. En este sitio se respira una paz que enamora, hay música de Blues de fondo y los rayos del sol pegan tanto que al instante comienzo a tener calor.

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