CAPÍTULO 15: Día del nombre

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 Era el decimosexto día del nombre de Brida, mayormente conocida como Brianna, pues era aquel el nombre que constaba en todos los registros

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Era el decimosexto día del nombre de Brida, mayormente conocida como Brianna, pues era aquel el nombre que constaba en todos los registros. Ni siquiera Dolma y Raymon, a los que la joven consideraba sus padres, la llamaban por su auténtico nombre. A pesar de que al ascender Juler al trono se había dado por finalizada la cacería de la última descendiente de la anterior familia monárquica, toda precaución era poca. Debían asegurarse de no levantar ninguna sospecha, pues cualquier detalle por nimio que pareciera podría llegar a ser más que suficiente para que la verdad saliera a la luz.

Por ello la familia había tomado la decisión de no contarle a los mellizos, Saeneta y Baduir, las auténticas raíces de la que creían que era su hermana.

-¡Padre ha regresado! -exclamó Saeneta desde alguno de los rincones de la vivienda.

Brida, por su parte, permanecía encerrada en su alcoba tumbada en su cama y sumida en sus pensamientos, pero no pudo evitar sonreír al oír aquellas palabras. Raymon había partido hacía ya varias jornadas hacia la zona este del país, llegando casi a la frontera del que antaño fuera el reino originario de la estirpe de Francis, por cuestiones que afectaban a su cada vez más próspero negocio; pero antes de marchar, había prometido a la que seguía considerando su primogénita que llegaría a tiempo para su día del nombre.

A la joven le hizo feliz comprobar que su padre había sido capaz de cumplir con aquella promesa.

Se incorporó dispuesta a correr escaleras abajo para ir a saludar al hombre que tanto había echado de menos. No eran demasiados los viajes que Raymon hacía, pues prefería permanecer junto a su familia, pero siempre traía curiosas historias por contar de aquellos que se veía obligado a realizar. Y Brida estaba deseando escucharlas.

Sin embargo, se detuvo antes de llegar siquiera a abrir la puerta de su alcoba.

A pesar de los esfuerzos que había hecho Dolma para no ser descubierta, a Brida no se le habían pasado por alto sus idas y venidas y de poco habían servido las vagas excusas que su madre le había presentado cuando le había dado por preguntar sobre su paradero. No le cabía duda alguna de que la mujer había estado preparando algo grande para la ocasión. Y a pesar de que Brida estaba emocionada ante la idea de poderse considerar ya una adulta, sentía también una fuerte opresión en el pecho por aquella sensación de responsabilidad.

Los dieciséis años eran considerados, tanto para hombres como para mujeres, la fecha de entrada en el mundo adulto y era una costumbre altamente extendida hacer una ostentosa celebración en honor a aquel que se incorporaba oficialmente en la sociedad.

La duración del evento, la cantidad de invitados y el lujo del recinto variaban en gran medida según la posición social y económica de la familia a la que se perteneciera. Y dada la cada vez más notable posición de su padre, Brida no tenía duda alguna de que la suya sería una ceremonia por todo lo alto y a la que acudirían algunos de los miembros más importantes ya no solo de la aldea, sino también de las grandes ciudades vecinas.

Crónicas de un reino: amor, guerra y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora