Esos jade de tu mirar..[Katsudeku]

SECTOR °U°

La mañana lucia su más hermoso y húmedo paisaje en ese frío país de bazares y mezquitas. Ese característico y agradable olor a tierra húmeda se podía sentir en cada rincón de la mítica  ciudad de Estambull. Pues, era época de invierno y muy pronto comenzarían las nevadas. 

-Shiga, amor, levantate que es hora de ir al mercado- hablaba un adorable chico, mientras, se arreglaba sus alborotados cabellos en el espejo del lujoso baño. 

-Mmph...- se removió un poco en su lugar el peli-celeste más, sin embargo, no despertó. 

El pecoso terminó con su labor de arreglarse y salió del baño, solo para ver como su marido lo había ignorado completamente. Izuku, suspira y niega con su cabeza  mientras una pequeña sonrisa aparecía en su rostro. Realmente, su esposo no tenia arreglo, si, se trataba de dormir. Eso era algo que no iba a poder cambiar nunca en él. Iba a hacer su segundo intento por despertarlo de no ser por Eylul, quien, comenzó a pedir comida de la única manera que sabia hacerlo...llorando feo. 

-Mmph...Dios- el peli-celeste se frota ambos ojos y acto seguido se estira, haciendo que varios huesos de su esposo truenen. Abre sus carmesí ojos y dirige su vista a la blanca cuna que en su habitación, se encontraba. Se apoya sobre sus codos y con una boba sonrisa ve como su amado tesoro, alimenta a su beba mientras este la mecía.

-No me mires así, cámbiate y prepárate que nos tenemos que ir al mercado- hace contacto visual con él -dale.

-Uff...tengo una flojera- pegó media vuelta en la cama, dispuesto a seguir durmiendo. El pecoso, acomodó su remera y sentó a su pequeña en la cuna. Acto seguido, se tiró de forma delicada, sobre Shigaraki. 

-Ya no hay comida en la heladera y el frizzer está vacío- susurró en su oído, abrazándolo por el cuello. 

-Mmph- se dio vuelta para encarar lo y abrazarlo por la cintura -quédate, aquí, conmigo- habló somnoliento con los ojos cerrados. El oji-esmeralda lo miró y besó sus labios, feliz -si me das otro no voy a dejarte ir y prometo mimarte todo lo que resta del día- Izuku solo ríe y se levanta.

-Te daré uno mucho mejor si te levantas- pero Shigaraki se hizo el sordo. El peli-verde solo suspira y con fingida tristeza -y yo que pensaba bañarme contigo cuando volviéramos del mercado pero...parece que eso no se...- el oji-carmín abre los ojos grandes y como un rayo corre al baño para alistarse, mientras, el de mirada verde solo ríe -siempre funciona, jeje.

Luego de un rato, Tomura sale del baño ya listo para salir. Pudo observar que su premio ya no se encontraba ahí pero sí,su pequeña. A quien, cargó y llevó consigo hasta el living. Le pareció extraño  no ver   Izuku por ningún lado pero no le preocupó en absoluto. Sacó su celular y activó el rastreador que le había puesto al pecoso en su paranoia de perder lo para siempre.  El rastreador indicaba que, todavía, se encontraba en la mansión más precisamente en el comedor. Ahí, estaba sentado dibujando con sus acrílicos, tranquilamente. El mayor se dirigió a él con tranquilidad pero...al ver lo que dibujó entró en total pánico. 

Izuku  con el pasar de sus días, cuando todavía, estaba en rehabilitación y vivía en cama. Buscó una manera de entretenerse y no aburrirse. Primero aprendió a dibujar, luego, estudió con detalle la lengua turca y por último, aprendió a cantar, tenia mucho tiempo libre. Cuando se recuperó y comenzó con la rutina de caminar e ir al colegio. El peli-verde, dejó un poco de lado esas cosas menos el saber hablar turco, pues, lo necesitaba. El oji-esmeralda normalmente dibujaba lo que se le ocurría o los paisajes que veía y baya que la salia hermoso pero...eso...que había dibujado...eso que vio su marido, realmente, le causó terror a él. 

-Am...qué...es eso?- soltó Tomura. 

-Oh, Shiga, mi amor, cuando llegaste aquí?- encaró a su esposo con una tranquila sonrisa. 

-Quién es él?- volvió a insistir, ignorando la pregunta hecha por el menor. Izuku, confundido, mira hacia donde él observaba y lo comprende. 

-Oh, esto...te gusta?Lo llamo el sujeto K- habló admirando su obra maestra. 

-Sujeto K?- ahora él, era el confundido.

-Sí, desde hace días comencé a llamarlo así. Siempre aparece en mis sueños pero cuando le pregunto su nombre, su voz...su voz se distorsiona y solo puedo escuchar  una K- espetaba feliz el peli-verde. Esa respuesta, logró, cierto grado de tranquilidad en Tomura pero no le sacaba del todo el miedo. Pues, a fin de cuentas, Izuku, había dibujado a uno de sus ex-compañeros de Yuei. Para ser más precisos, había hecho el retrato de Eijiro Kirishima. La última persona con la que el pecoso había hecho contacto desde hace casi un año -Amor- deja el retrato en la mesa -tenemos que hablar- Tomura con miedo, disimulado, retira una silla de la mesa y se sienta al lado de su "EXPERIMENTO". Aunque, ambos enfrentados -Bien...estuve hablando con los chicos, va, más bien, ellos hablaron conmigo y...llegamos a la conclusión de que...seria buena idea ir al psicólogo y...

-De ninguna manera- atacó el mayor -sabes bien, lo que pasó conmigo.

-Ya sé, pero...nunca te lo dije pero desde hace meses que sueño con unas voces que siempre pronuncian mi nombre y me dicen cosas que no logro entender y es muy estresante, además...- mira su dibujo -luego, está él- Tomura mira el retrato -no sé, quién es? Pero parece conocerme, además, de que siempre está en mis sueños y se ve que yo también lo conocía, pues, siempre me dice que lo llame por su nombre y no "Sujeto K". Quiero saber, quien es, de donde viene o si existe en realidad- baja su mirar.

-Izuku- el peli-verde tembló, pues, sabia que cuando su esposo lo llamaba por su nombre, estaba en serios problemas -mírame.

-Q-qué?- sonríe nervioso.

-No hay manera alguna de prohibirte nada pero...- medita, un poco, lo que iba a decir -yo...me encargaré de buscarte al mejor psicólogo de Estambull.

-De verdad?- lo mira con total brillo en sus ojos.

-Si...todo po ti...mi amor- y besa sus suaves y dulces labios.

Shigaraki, iba a conseguirle el psicólogo, vaya que lo haría, pero no se iba a permitir que ese psicólogo sea profesional del todo. No pensaba soltar a su juguete tan pronto, pues, a fin de cuentas, todavía, habían pequeñas y molestas cicatrices de su pasado en él. Tomura, como buen esposo que era, se encargaría de no dejar rastro, ni marca alguna de eso.