Día 17: El Amanecer

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Estuve 15 minutos buscando cosas para defenderme, sabía que si había más como el tipo que golpeaba mi puerta, sus alaridos atraerían a más y mi única salida sería suicidarme.

Entonces me acordé, una loca idea, pero eficaz, cogí un par de tijeras, con celofán las uní a una raíz que arranqué en primaria y además afilé, ésta era considerablemente gruesa y larga. Me puse una sudadera, un pantalón de chándal y unas deportivas (seguro que habría que correr) Suspiré, retiré el escritorio, abrí suavemente la puerta y ensarte a "Mi Cariñito" en la cabeza de aquel hombre, aunque a aquello no se pudiera llamar hombre.

Corrí, bajé al garaje, cogí una motosierra, la cual mi padre utilizaba para podar los setos de mi jardín, la eché gasolina y con las llaves en mano, me despedí de lo que por 16 años había sido mi hogar.

Antes de subir al helipuerto pasé a por Adrián y a por Adriel. Cuando ibamos a partir me acordé:

No habíamos comprobado si las chicas del barrio de "Gandía" estaban vivas.

-¡Eh, esperad! -Se detuvieron y me miraron. - No hemos pasado a por las muchachas.

-¿Y qué más da? seguro que ya están ahí.-Y puede ser que ya esten muertas. -Dijo Adriel

-¡¿Pero como te la puede sudar tanto la vida de unas personas?! -Contesté furioso

-Me preocupa más mi vida, o mas bien, nuestra vida que la de unas niñas.

-Tú deberías estarlo más que nadie, siendo una de ellas tu prima. Vosotros id yendo, yo me quedo, además con ésto estoy bien preparado. -Dije mirando a la motosierra.

Se marcharon, sin decir ni siquiera "adiós" 

Colé la motosierra por la valla de casa de Cintia, salté la valla y tal como esperaba, la puerta estaba forzada. Oí los llantos y sus gritos de auxilio, a lo que mi motosierra respondió con un brusco rugido, ambos estabamos preparados para cercenar.

3 caminantes golpeaban la puerta de la que provenían los llantos. 3 cabezas cayeron al suelo, no tengo ni la más remota idea de cómo mi cordura aguantó aquello, pero me estaba acostumbrando.

Abrí la puerta Cintia se hallaba acorralada en un rincón. La recogí y juntos fuimos a por María, la cual parecía que se sabía defender por sí sola, con una navaja de mano había conseguido defenderse de 2 caminantes sin despeinarse.

El AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora