Se filtra por las paredes (Cristhoffer Garcia)

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1 . El grito atronador


Personas desaparecidas y reportes de supuestos ritos satánicos, todos relacionados con la infame Loftus Hall, propiciaron que asignaran el caso a mi unidad de investigación encubierta.

Esa noche, tras una barba falsa, me encontraba entre un grupo selecto de turistas extranjeros, siguiendo al guía por la mansión.

Un olor rancio se desprendía de las paredes, mientras oxidadas lámparas de querosén iluminaban nuestros pasos inseguros. Al llegar al rellano divisé un largo pasillo con cuatro puertas de robles cerradas.

El guía avanzó hasta la última puerta, haciéndonos entrar en la habitación de uno en uno.

—A la triste Anne Tottenham, le agradan las visitas —dijo irónico.

Me quedé al final del grupo, para echar un vistazo en las demás habitaciones, pero al tocar la manija de la primera puerta un escalofrío se apoderó de mi cuerpo.

Imágenes de una hermosa mujer llorando frente a la ventana azotaron mi mente; era rubia, alta como una espiga y tan delgada que daba grima. Se volteó, mirándome con rabia para luego caer al suelo revolcándose producto de un intenso dolor en el pecho. Una voz llena de odio susurró en mi oído:

«Su alma se pudrió poco a poco y, una vez vacía de cualquier rastro de humanidad, el monstruo le ganó al hombre. Desde entonces, supo que el final de sus andanzas no estaba lejos».

—¡Oiga, amigo! —me llamó el guía disgustado—. En esa habitación no se puede entrar. Apresúrese que le estamos esperando.

Desconcertado, me disculpé con un gesto cortés, sin poderle hablar. Con lentitud avancé por la habitación, colándome entre los turistas hasta un rincón apartado.

Incapaz de entender lo que había sucedido, intenté darle una explicación lógica. Estaba drogado de alguna manera y las visiones eran una sugestión provocada por las historias del guía. Eso pensé hasta que... la mujer a mi lado gritó, señalando con su dedo tembloroso la cama de la difunta Anne. Una enorme mancha de sangre se expandía por las sabanas, sorprendiendo a los turistas quienes tomaban fotografías como desquiciados paparazis.

—¡Ha llegado el momento! —dijo el guía saliendo de la habitación y cerrando la puerta con llave ante la incertidumbre de los turistas.

Entonces un quejido grave comenzó a filtrase por las paredes, convirtiéndose pronto en un grito atronador que postró a los turistas en el suelo.

Con desconcierto observé como se quitaban desesperados la ropa. En sus rostros desencajados bailaba el miedo a la muerte, mientras proferían palabras en un lenguaje que despertaba mi repudio visceral.

Grité pidiendo ayuda cuando comenzaron a lastimarse unos a otros de forma inhumana.

Luché por detenerlos, pero me ignoraban concentrados en sus malditas autoflagelaciones.

Lo peor fue cuando comenzaron a arrancarse con feroces mordiscos la piel, acumulándola sobre la cama.

Desesperado, intenté abrir la puerta. Solo pensaba en huir, salvar mi vida cuando el grito maldito finalizó.

Temblando y sudoroso presentí que el mal mismo se encontraba sentado en la cama, esperando que volteara para conducirme a la locura o a la muerte.


2. La cuna del cuervo


En cuanto perdimos comunicación con el oficial Medina decidimos ingresar en Loftus Hall en su búsqueda.

La hora del terror 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora