Qué alivio bajarme de aquel coche. Hacía un ruido espantoso cada vez que Almudena cambiaba de marcha, lo que no me inspiraba mucha confianza. Esta se justificó con que el hombre que le había vendido el coche le juró que se encontraba en perfectas condiciones para su conducción. Y una mierda. Por un momento pensé que iba a dinamitar como una bomba. En fin, dejando atrás el hecho de que ni en un millón de años volvería a poner un pie en ese trozo metálico con ruedas, vislumbré el gran edificio que se erigía frente a mí. Una lágrima de emoción corrió por una de mis mejillas sin creerme que había logrado lo que me había propuesto. Estar en mi país soñado, estudiando mi pasión, era de lo más gratificante.-Espectacular, ¿verdad? -me dio repetidos codazos en mi brazo.
-Se queda corto -Almudena me condujo hasta secretaría, donde debía recoger mi documentación para poder entrar y salir de los diversos edificios que conformaban el campus cuando quisiese. La seguridad allí era mucho más estricta y seria que en España.
Me percaté de que mi nueva compi se desenvolvía demasiado bien por los pasillos de aquel inmenso bloque de piedra. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que no sabía nada de cuánto tiempo llevaba instalada en la capital italiana o qué carrera estaba cursando.
-Económicas -respondió con orgullo- Tercer año -añadió. Así que Almudena era un año mayor que yo. No me lo hubiera imaginado. Sé que un año de diferencia no difería mucho, pero no tenía pinta de tener 21 años- ¿Y tú? Tienes pinta de empollona, así que fijó que es algo de incar codos -se puso en cola de la cantina en espera de que nos tocase nuestro turno.
-Derecho -alzó el puño en el aire en señal de victoria. Había acertado de lleno.
Mentiría si dijera que no disfrutaba con el mero acto de abrir un libro y absorber su contenido. Por lo tanto, la carrera de Derecho no suponía un esfuerzo para mí en lo que se refería a leer y leer durante horas. No obstante, ese no había sido el único motivo por el cual había optado por licenciarme en dicha carrera. También existía la necesidad en mí de hacer justicia. De hacer sentir a los ciudadanos que el bien se sobreponía al mal siempre. Aunque, lamentablemente, eso se producía pocas veces.
-Tranquila, castaña -seguí la mirada de Almudena. Un chorro de café caía por todo mi brazo hasta manchar mis sandalias preferidas. Estaba tan inmersa en mis pensamientos que ni sentí lo caliente de ese líquido sobre mi piel.
Mi mano apretó más de la cuenta el vaso de plástico que contenía mi café con leche ante el recuerdo lívido de mis abuelos gritando desconsolados al hombre trajeado que estuvo viniendo todos los días a mi casa tras la muerte de mis padres.
-Oye, ¿te encuentras bien? -llamó mi atención una vez más mi vecina.
-Si. Si -repetí tratando de poner de nuevo los pies en el presente- ¿Decías algo? -sacudí la cabeza.
-Si. Que deberías ir a limpiarte un poco al baño. ¿No crees? -suspiré de frustración. Tenía razón. El café con leche también había empapado mi camisa blanca.
-Si. Debería. ¿Dónde está el baño? -”al fondo del pasillo a la derecha”, me respondió antes de retirarse a una mesa libre en la terraza.
Seguí sus indicaciones y no tardé en encontrarme con el monigote negro con vestido que mostraba el baño de las mujeres. Entré y casi me caí de culo del puñetazo que me dio el olor nauseabundo que inundaba los aseos. Unas chicas tal vez mayores que yo un par de años más salieron de uno de los cubículos echando humo por la boca. Posaron sus ojos en mí y comenzaron a reírse como si no hubiera un mañana. Vale que iba semi llena de café, pero no era cuestión para reírse a mi costa.
-Buongiorno -dijeron pasando a mi lado y saliendo del baño, no sin antes tirar las colillas al cubo de basura. El olor era inconfundible: marihuana. Tenía entendido que estaba terminantemente prohibido fumar en el recinto de la universidad.
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LO QUE QUEDA DE MÍ
Teen FictionNo me cabía ninguna duda de que mi mayor sueño era pasear en mi día a día por las históricas calles de Roma. Perderme en cada uno de sus rincones, absorber su esencia. E ahí la razón de por qué decidí aprovechar la oportunidad que me brindó la unive...