Capítulo 14
Cuando Steven se encontró con que la madre de Emily le había colgado. Se sintió aún más extraño. Jamás se había preocupado por una mujer como se había preocupado por ella, por Emily O´Hara.
Se sintió inquieto. ¿Inquieto?, no podía creerlo, mientras preguntas sin sentido llegaban a su cabeza en ese momento al instante en que se miraba en el espejo de su habitación: << ¿Has amado tanto, realmente, alguna vez? ¿Cuántas veces has sido capaz de mover cielo y tierra por esa persona que ha llegado como un milagro a tu vida y ha vuelto tu mundo al revés? ¿Cuánto has dado, para al menos, llegar hacia ella?>>
Recordaba aquel día en que sus vidas se cruzaron una vez más. Recordaba haberla observado, sin interés de querer volverla a ver. Pero, ¿por qué ahora? ¿Por qué justamente cuando se había negado a querer volver a conocer a alguien en su vida, ella había aparecido para volver su mundo al revés?
Cerró los ojos, mientras le daba la espalda a espejo. ¿Quién era ahora? ¿Quién había decidido ser? ¿O alguien que realmente no conocía por más que se mirase al espejo?
_ ¡Por dios!..._ dijo al respirar profundamente, al mismo tiempo que se pasaba una mano por su cabellera rubia_. Esté no soy yo…
Recordaba que había sido una mañana común para algunos. Para otros un día que se negaba a terminar. En especial, el de él.
_ ¡Diablos! Es lo que me faltaba._ había dicho al ver como ella había derramado su café en su bata, al no estar pendiente por donde caminaba, sin aún ver su rostro.
_ Lo siento… Perdóneme…_ Emily levantó su mirada, encontrándose con sus ojos azules_. ¿Doctor Cunningham?, ¡Oh, discúlpeme! Le juro que no lo vi. No fue mi intención.
Ella lo conocía, de alguna parte, seguramente. Y él había cometido la burrada de preguntarse si ella había sido alguna vez una paciente que él había atendido en alguna urgencia. Ahora se sentía indignado consigo mismo a causa de eso.
_ No ha sido más que un accidente… Perdóneme. Llego tarde a una consulta._ hizo una mueca al recordar el estado de su bata. Sin poder ocultar su enojo, no obstante, había procurado ser cortés. Lo más que la ética profesional le exigía.
El mundo podía ser aún más pequeño. No obstante, jamás se había permitido detenerse a pensar cuánto. Ahora, en su presente, recordaba que eso había ocurrido un 21 de noviembre y que el cielo estaba nublado y gris. El frío rozaba su rostro, mientras se acercaba al lugar donde había estacionado su automóvil, al mismo tiempo, que su mal humor no había querido desaparecer ese día. Por lo que se alegró cuando atendió a su último paciente, procurando evitar otro accidente. Con un café había sido más que suficiente.
Ahora que se encontraba en su habitación, envuelto en todos aquellos recuerdos, a su memoria llegaba que aquello había sucedido hacia cuatro meses atrás, y aunque pareciera irónico, volvía a encontrarse en su habitación, recordando todo aquello y otras cosas más. Con un suspiro, sintió todo aquello como la ráfaga de un fuerte viento. Todos aquellos recuerdos que jamás se cansaban de aguijonearlo, castigarlo, atacarlo y golpearlo, mientras llegaban a su cabeza. Como si dentro de él hubiese un reloj que hiciera un leve y despacio tictac, pero en dirección reversa.
Esas agujas de un malvado reloj interno e invisible la dirigían en aquella dirección, como si disfrutara y se riera de sus propios sufrimientos, cada vez que lo exponía a aquello.
Antes de irse a la cama comprendió lo que le pasaba. Y ahora la sonrisa que veía no era la de Leah, sino la de Emily. Y aún sin tenerla por completo, se estaba esfumando también de sus recuerdos.
Se levantó asombrado por ello, haciendo que el libro que aún continuaba en su mesita de noche cayera al piso, abriéndose donde estaba esa nota que había escrito. Prendió la lámpara que estaba en esa mesita de noche y leyó de nuevo todo aquello que había escrito, viéndose a sí mismo. Viendo en lo que se había convertido. Viendo, que posiblemente por eso Emily se había alejado de él… Él la había alejado.
Finalmente decidió romper aquel papel, entendiendo lo que debía hacer la mañana siguiente. Debía buscar a Emily.
_ ¿Sucede algo, tío?_ le preguntó Josh al ver que su tío se excusaba y se disculpaba por no poder ir con él esa mañana al río a pescar.
_ Estoy bien…_ miró a su hermana, y sin ninguna explicación, ella entendió que asunto era ese que tenía que solucionar esa mañana_. Prometo volver más tarde y solventar el tiempo perdido… ¡Lo prometo!
_ Josh, tu tío debe hacer algo muy importante. No puede dejarlo para otro momento, ¿tú lo entiendes, verdad?
_ Sí…_ dijo no muy convencido, aunque sabía que si era muy importante su tío no podía perder tiempo_. Pero, ¿prometes venir más tarde?
_ Sí… Créeme. Nadie ni nada me hará romper esa promesa.
Emily agradeció que fuese fin de semana y que en esa ocasión tuviese una excusa para no salir. Adrianne le había llamado cobarde cuando habían hablado por teléfono, pero sabía en su interior que siempre debía prevalecer lo que más deseaba cuidar: Su corazón. Josh le había contado el día anterior lo triste que había sido para su tío el perder a su esposa y todo aquel cambio que había visto en él, algo que le hizo a Emily comprender una vez más lo que ella siempre había visto en él. Steven era un hombre que jamás la vería como ella quería ser vista por la persona que ella amase. Era un hombre que jamás se permitiría dar una segunda oportunidad aunque la vida le diese una nueva oportunidad y la tuviese en frente de él.
_ Pensé que hoy irías a pescar con Steven y con Josh, como a veces haces los fines de semanas._ le dijo Adrianne desilusionada al verla sentada en el césped de su jardín.
_ He decidido darme a la idea de que es mejor tener tiempo también para mí…
_ No te entiendo…_ le miró sin comprender.
_ Adrianne, en verdad no quiero hablar…
_ ¡Vamos a empezar otra vez!... ¿No me digas que te ha dado por ser una cobarde de nuevo?
_ No… No es eso.
_ Entonces, ¿qué es?
_ Steven jamás tendrá ojos para nadie más… He estado peleando en contra de un fantasma. Un fantasma que aún vive en su corazón.
_ ¿Hablas de su difunta esposa?... Emily, dime qué ha pasado entre ustedes. ¿Por qué estás tan triste?
_ Sí… No había querido contárselo a nadie, pero ni modo. Adrianne, el día que fui a cenar a su casa lo vi mirar una foto de una chica en la estantería de él. Imagino que era ella... Era hermosa… Y se veían tan lindo juntos cuando estudiaban en Trinity College, en Dublin. El punto es que comprendí que no puedo luchar con ello. Hubiese visto lo que yo vi, te pondrías en mi lugar justamente ahora, y comprenderías por qué he tomado esta decisión. Prefiero alejarme… Es lo mejor…_ aquellas palabras quedaron en su garganta, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas que empezaron a recorrer su rostro.
_ Emily…
_ Déjame expresarme… Y llorar… Ver esa verdad que al fin se puso en frente de mí me abrió los ojos. Steven no está preparado para volverse a enamorar… Y yo no puedo fingir que no me importa tras la imagen de una amiga. Me duele no poder acercarme a él y abrazarlo. Decirle palabras que lo ayuden… No soy quien para juzgarlo. Por lo que es mejor que deje de creer en cuentos de hadas. Esta es la realidad que me ha tocado vivir a mí.
_ ¿Estás segura de lo que harás?
_ Sí…_ respiró profundamente mientras secaba sus lágrimas_ Yo no puedo competir con ella. Y por mucho que quisiera creer en tantas cosas, no puedo permitírmelo. No quiero romper más a mi corazón. Más de lo que se rompió cuando me cruce con esa triste verdad.
_ Está bien, te entiendo y respeto tu decisión…
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Tú Puedes Salvarme (2do libro)
RomanceEmily O'Hara es una maestra en un colegio en Galway. Siempre ha sido una soñadora, aunque sin pensarlo, el amor llegara a su vida de una manera distinta a la que ella se lo había imaginado. Es la mejor amiga de Adrianne Villanueva (la protagonista d...