─ Ya sabes cómo escribirlo, Yamazaki-san ─ El hombre observaba con detenimiento cómo Sousuke tomaba el pincel y quitaba el exceso de tinta con el borde de la porcelana.
Trazó de forma limpia el papel, dejando marca de un kanji completo, fuerte.
"Familia"
Los trazos robustos fueron secándose siendo examinados bajo la experta mirada del maestro Tachibana, quien no hizo comentario alguno y separó los labios sólo para decir:
─ Otra vez.
Lleva una temporada en la casa del Maestro Tachibana, experto en espada y ampliamente reconocido en la región. Había llegado a tener una cantidad importante de alumnos, pero actualmente solo tenía uno a su cargo: Yamazaki Sousuke; hijo único del clan Yamazaki. Joven privilegiado con un buen porte, físico y una dedicación especial por su formación en espada. Sin embargo, eso era lo único que no realizaba bajo la instrucción del maestro.
Dedicaba horas completas al estudio de los clásicos chinos; mañanas enteras realizando caligrafía y dibujo: Artes que debía pulir y le costaban en demasía. Prefería tomar la espada y realizar mil repeticiones sin descanso, pero eso mismo fue lo que lo llevó a este momento de su vida alejado de sus padres.
La noche caía y Sousuke se encontraba realizado la repetición numero setecientos de los mismos trazos sobre el papel. Una luz se encendió a su costado.
─ Disculpe, no quería molestarle. ─ Una suave voz acompañada de unos dulces ojos verdes le hablaba casi en un susurro. ─ ¿Ha terminado ya?
El moreno respondió con un solo asentimiento de la cabeza.
─ ¿Tiene hambre?
No alcanzó a contestar antes de tener ante sí un plato con bolas de arroz rellenas. El castaño cruzó perpendicularmente su dedo índice sobre sus labios escondiendo una tímida sonrisa.
─ Mi padre puede ser muy severo.
Sonrieron y a la trémula luz Sousuke conoció una nueva familia trazada sobre el papel.
Día 1: Familia.
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