Lucía
Abro la puerta al borde de un ataque de nervios con mis pintas de escritora alternativa. Tal y como había imaginado es Ramón y viene con su compañera de trabajo, Gloria. Gloria es estupenda: alta, pelo oscuro y cuerpo de infarto. Dedica su tiempo libre a ir al gimnasio por lo que podría llevarme en volandas con una sola mano. Ambos van uniformados y me transmiten seguridad al instante.
—Lucía, cariño. ¿Estás bien? —Entra preocupado Ramón, abrazándome sin importarle estar en horas de servicio.
Le devuelvo el abrazo y acto seguido le señalo el balcón con horror. La casa está a oscuras por lo que mi marido busca los interruptores mientras me espero junto a Gloria en el recibidor. No estoy preparada para acercarme de nuevo al charco de sangre.
—¿Todo bien, policía? —pregunta la vecina del quinto, que sube por las escaleras cargada con las bolsas de la compra.
—Todo bien, señora. No hay nada de lo que deba preocuparse. ¿Quién es usted? —Levanta una ceja Gloria, mirándola fijamente con una sonrisa que nadie supo si tomarse bien o mal.
—Me llamo Marta, agente. Vivo en el quinto piso con mis dos niños.
—¿No sube con el ascensor?
—Al parecer vuelve a estar averiado. Parece mentira que en pisos de lujo como estos algo pueda estropearse, ¿verdad?
—El asunto es serio. —Vuelve Ramón, ignorando a Marta y mirando a Gloria con cara de preocupación—. Llama a los de homicidios.
—¿A los de homicidios? —se escandaliza la vecina, con horror—. ¡Por Dios! ¿Qué ha ocurrido?
Ramón y Gloria ignoran los quejidos de la señora y suben a pie las escaleras hasta el cuarto piso. Escucho como aporrean la puerta del vecino de arriba, no sé mucho sobre él. Sé que es un hombre de avanzada edad y poco más. Lo vi de casualidad dos días antes, cuando entrábamos las cajas de la mudanza. Me pareció un hombre bastante agradable. ¿Habría tenido algún accidente doméstico? Fuera como fuera, me estremezco al pensar que haya podido morir y que yo haya sido la que haya descubierto su funesto final.
Se trata de una emergencia, por lo que ambos policías no dudan en usar la fuerza bruta para entrar en el domicilio. O eso es lo que escucho yo desde el vestíbulo de mi casa mientras Marta no cesa su parloteo neurótico.
Gloria
Eran casi las 21:40 cuando Lucía llamó a Ramón, mi compañero de turnos, rondas y misiones. No solo era mi compañero, sino que podía considerarlo mi mejor amigo. Era uno de los pocos hombres que no me subestimaban por ser mujer. Por supuesto que la mayoría de policías no me subestimaban de forma directa, eso habría sido un escándalo en el cuerpo de la policía. Pero siempre había detalles que me hacían notar que, todavía en pleno siglo XXI, muchos de mis compañeros seguían sin creer que yo pudiera desempeñar el mismo trabajo que ellos.
—¿Qué has visto ahí fuera? —le pregunto mientras subimos las escaleras. Tiene el gesto serio. Me mira con sus ojos marrones y veo algo distinto en su mirada. Como si nada de lo que hubiéramos vivido con anterioridad se pudiera comparar con aquello.
—Había sangre, Gloria. Mucha sangre. Ni un corte sencillo provocaría ese charco —explica, señalando el piso que alberga el misterio al llegar a la cuarta planta.
—Policía, abran la puerta —demando, golpeando sobre la puerta—. ¿Sabes quién vive aquí?
—Vi a un hombre de avanzada edad hace dos días.
—Abra la puerta —insisto, sin obtener respuesta.
—Debemos entrar, no podemos esperar a una orden judicial. Es una emergencia.
—Estoy de acuerdo —asumo la responsabilidad y le doy una patada contundente a la puerta con mis botas 3407 Tactical.
—Es una puerta blindada, no será tan fácil —niega Ramón, pasándose la mano por su cabello oscuro—. Espera un momento.
Veo como desenrosca la mirilla de la puerta, dejando un hueco en ella. —Ahora vengo —me dice mientras corre escaleras abajo. Supongo que va a al coche, y vuelve con un palo. Lo introduce por el hueco que ha dejado la mirilla y abre la puerta, por suerte no estaba cerrada con llave.
Entramos a la defensiva, con las manos sobre las pistolas y mirando a izquierda y derecha. Lo único que notamos en el ambiente es un fuerte olor a humo de tabaco. Pero nada más.
—Si hay alguien, salga despacio e identifíquese —solicito.
Finalmente. llegamos al balcón y encontramos a un hombre tendido sobre el suelo. Es un hombre de avanzada edad, tal y como me comentó Ramón. Está rodeado por un charco de sangre y está tendido boca abajo. Me acerco para tomarle el pulso con cuidado de no estropear la posible escena del crimen.
—Está muerto —confirmo con más temple del que hubiera esperado.
Llevo siete años de servicio, pero nunca me había encontrado con un cadáver.
—Los de homicidios no tardarán en llegar, voy a terminar de reconocer el lugar por si hay alguien más...
—Espera, fíjate. Ha escrito algo con su propia sangre —Señalo la baldosa en la que descansa el dedo índice de la víctima.
—¿Un mensaje póstumo?
—Eso parece... Es una "M" —concluyo, achinando los ojos para ver mejor desde mi posición. No quiero acercarme para no interferir en las posibles pruebas que se hallen en la terraza.
ESTÁS LEYENDO
El Misterio de la letra "M"
Mystery / ThrillerEsta no es la historia de un asesinato. Esta es la historia de lo que ocurre cuando alguien cree que hace justicia. Una novela de suspense. Un adictivo thriller psicológico sobre el chantaje, las amenazas y las consecuencias de nuestros actos. Una...