Carta de un Dios cansado.

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Para los habitantes de la ciudad de plata.

Existí y viví para los humanos y por salvar sus almas.

Estoy dolido como nunca lo he estado antes. Mi cuerpo no soporta más dolor, más decepción, más tristeza. ¿Por qué? ¿Por qué así? Los humanos piensan que han sufrido o sufrirán en el infierno, pero mi sufrimiento no se compara con el de ellos, ninguno de ellos pudiera soportar estar en mi lugar y la carga que conlleva ser el padre de TODO. No sé compara con el de nadie en la creación. Todos mis hijos, ya sean ángeles, demonios, humanos, animales, plantas, planetas...tienen una fuerte conexión conmigo: cada lágrima derramada, cada muerte provocada, cada pelea, cada ofensa, cada pecado, cada guerra, cada agonía, cada traición...eso y mucho más me afectan como a nadie, nadie se imagina lo que puedo sufrir por eso, constantemente siento todas esas emociones en mi cuerpo y me debilito; lo hago porque cada día veo más oscuridad que luz, más corrupción.

No quiero llegar a casos extremos y tener que destruir todo lo hermosos que he creado. ¿Pero cómo soportar esto? ¿Cómo ver como la oscuridad corrompe a cada persona? Como mis discípulos cometen atrocidades, como mis emisarios se dejan llevar por la lujuria, como menos y menos almas vienen al cielo.

Los hice semejantes a mí, capaces de amar, de pensar, de perdonar, de ayudar, de ser humildes, de ser honestos, de vivir como iguales, de tener paz, pero resultaron poder hacer casi todo lo que yo hice; pueden crear y evolucionar con el tiempo; pero también pueden ser monstruos, peores que mi propio hijo, al cual culpan de todo, ellos pueden destruir, asesinar a miles de personas, acabar, borrar ciudades del mapa, castigar injustamente en mi nombre, dañar, mutilar; cuando quieren ser atroces lo son.

Estoy cansado de ver cómo se hacen daño unos a otros, cómo la raza humana se va deteriorando, como sus almas se van perdiendo, como se están extinguiendo, no en el plano físico sino en el astral. Estoy cansado de ver el mundo arder en llamas. Ya no le temen a los monstruos y a los demonios, ya se temen así mismos, caminan por la calle desconfiando de su igual, de su hermano, temiendo sus reacciones y esperando para atacar. Que tristeza la mía al ver a mis hijos actuar de esa manera. Si encuentran alguien más débil, en vez de ayudarlo a llegar a sus metas, lo pisotean hasta reducirlo a polvo, lo hacen sufrir, lo aislan de la sociedad. Quedan muy pocos que de verdad son buenos, almas puras.

Pero lo que más me duele es como a veces piden pruebas de mi existencia, y cuando no les llegan las pruebas que quieren, dejan de creer en mí. Cuando me echan la culpa de sus errores. Cuando exigen que los ayude. Yo envío todo el poder que puedo, pero sólo llega el que sus pecados permite, los pecados arman una fuerte coraza de ego que es muy difícil de vencer.  Mandé a Jesús para ellos, él cargó con la cruz de todos los pecados de la humanidad, él vivió y murió por ellos. ¿Y para qué? Ninguno aprendió nada, siguen iguales y estúpidos. Muy pocos han alcanzado de verdad la divisa que yo imparto <<Amor y Caridad>> la verdadera divisa que todos deberían usar, y conformarse con ello. Me convierten en un verdugo cuando no soy así,  yo soy amor, soy perdón, soy compasión y los amo a todos.

Algunos pensarán que soy un cobarde, pero prefiero no ver como los humanos se destruyen entre ellos, prefiero no estar presente cuando eso suceda, pero prefiero no tener que acabar con ellos tampoco. ¿Quién entiende mi dilema? ¿Quién podría entenderme? Nadie puede ponerse en mi lugar porque nadie ha pasado por esto. Mi partida le dolerá a mis hijos, mucho más de lo que me dolerá a mi, pero prefiero retirarme a acabar con mi creación o verlos sucumbir bajo sus propias manos.

Por si se lo preguntan. ¿O no? Un Dios si puede morir. Una vez que pierda las ganas de vivir, no seré más que otra estrella en el extenso universo que cree.  No puedo hacerlo, no puedo vivir con mi consciencia, yo hice a esos monstruos, yo no soy perfecto no, que equivocados están, yo cometí un error, el grave error de crear a los humanos. Espero que Jesús siga mi legado y tenga un extenso mandato de amor, perdón, humildad y pasión, como también espero que no sufra tanto como su padre.

Honren mi memoria y sigan intentando mejorar el mundo defectuoso. Y por nada, absolutamente nada, dejen desprotegidos a los humanos.

Les digo un último y triste, adiós.

A esas pocas almas puras que aún creen en mí, les pido perdón por esta decisión que he tomado, perdonen por abandonarlos y no dejen que la oscuridad los corrompa. No dejen que el Ángel oscuro los rodee con sus funestas alas. Sigan la luz, no importa los dolores, no importa las agonías; todo eso y más, son parte de las pruebas para alcanzar la verdadera felicidad que les prometo al llegar al cielo.

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