I (adrenalina)

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La adrenalina es la reacción que nuestro cerebro envía al cuerpo en situaciones de extremo peligro o extrema emoción.

En este justo momento, Javier Chávez siente demasiada adrenalina.

Salía de su trabajo, era media noche, se estaba maldiciendo a sí mismo por haber tardado tanto en terminar sus reportes, su jefe le iba a matar al día siguiente si tenía un error en la página veintisiete como el lo pensaba.

Caminó hacia la avenida para tomar un taxi, su teléfono no tenía batería no podría pedir uno por la aplicación que siempre usaba y su coche ese día no circuló.

Del otro lado de la calle vio un hombre de pie bajo la luz mercurial, ¿le estaba mirando?, no se permitió pensar en ello, de todas formas no podía ver su cara.

Pero el hombre cruzó la calle cuando el semáforo se puso en rojo, iluminando el entorno con ese color, haciéndolo más tétrico de lo que ya estaba, el hombre caminó hacía él.

Y Javier pensó que iba a robarle, así que antes de que el sujeto llegara a la acera donde él estaba parado, caminó, sin destino fijo, pensando que tal vez podría entrar de nuevo a la oficina y pedir un taxi de sitio.

Pero el hombre tenía otro plan.

Se acercó corriendo a Javier por la espalda, le puso una mano en la boca para que no gritara, Javier sintió un objeto de punta en su costado izquierdo y se quedó paralizado, no se podía mover, movía los ojos para todos lados tratando de encontrar otra persona que pudiera ayudarle.

-Camina- le susurró ese hombre al oído, Javier sintió sus mejillas mojarse con las lágrimas que caían de sus ojos y obedeció, el hombre le llevó a la parte trasera del edificio donde él acudía a trabajar todos los días, le empujó en el suelo de espaldas y antes de que Javier pudiera gritar por ayuda el hombre se subió a su pecho, le puso las manos en el cuello y apretó.

Javier sintió su cuerpo privarse del aire y sintió su cerebro llenarse de adrenalina, le quiso empujar, le pateó la espalda a como su cuerpo le permitía, golpeó una y otra vez sus manos, y notó que las dos estaban envueltas en la tela de unos guantes de ¿cuero? rasguño la tela, sentía su cabeza hincharse, sentía que algo dentro de su cuello se rompía, sus pulmones se contraían por la falta de oxígeno, estaba desesperado, sus ojos se querían salir de sus cuencas, su cabeza dolía, sus manos estaban cansadas de golpearle y el hombre parecía no cansarse de apretarle, de su boca salían sonidos que se asimilaban a los de un radio intermitente, Javier comenzó a sentir frío, comenzó a perder la visión, sus ojos nublados se movían para todos lados buscando alguna señal que le explicara qué estaba sucediendo, porqué le estaba pasando a él, quien era el hombre que le apretaba el cuello con tanta fuerza que estaba apunto de...

Romperlo.

El cuello de Javier se rompió y Javier murió.

El hombre encima de él entonces se levantó del cuerpo de Javier y comenzó a desvestirle.

Entonces el hombre con cautela, después de desvestir lo que quedaba de Javier, le dio la vuelta y se volvió a colocar sobre él, bajó su pantalón y se hundió en la carne muerta, acariciando con la mano en la que no se estaba apoyando la piel pálida de la espalda del chico mientras se movía dentro, aferrándose a su cintura, jalando los cabellos ondulados, jadeando y susurrando todo el tiempo el mismo nombre.


-¿Joaquín, ya llegaste?- habló Emilio, saliendo del baño con una toalla enredada en la cintura -¿eres tú, bonito?-

-Si, amor, en la cocina- Emilio atendió la voz, bajó las escaleras y caminó hacia la cocina, vio a su novio servirse un vaso de agua aún con el uniforme puesto -¿te acabas de bañar? son casi las tres de la mañana- dijo Joaquín, revisando su reloj de pulsera, dejando el vaso vacío en el fregadero y saliendo hacia la sala para saludar a Emilio con un suave beso en los labios.

-Si, es que no podía dormir- contestó Emilio mirando a su novio quitarse la corbata negra y desfajar la camisa azul marino de su uniforme -y pensé que una ducha me podría ayudar- Joaquín sonrió, desabotonando la camisa -pero ya sé que me puede ayudar a dormir como un bebé- dijo, acercándose a Joaquín con una sonrisa lasciva en los labios, Joaquín sintió los brazos de su novio rodearle la espalda y se dejó tomar con sus manos su cintura desnuda y mojada.

-Amor, estoy muy cansado- se quejó, Emilio enarcó las cejas y bajó una mano hacia su cintura para quitarse la toalla que le envolvía la parte baja del cuerpo.

-Tu no tienes que hacer nada- le dijo Emilio negando con la cabeza, mirándole a los ojos, Joaquín miró hacia abajo admirando el trabajado cuerpo bronceado de su novio y después soltó un suspiro -¿sabes cuánto me excita verte con tu uniforme puesto?- le dijo, Joaquín sonrió, convencido.

-Esta bien- soltó, Emilio le regaló una sonrisa y se acercó a él para besar su cuello, con las manos recorrió su pálido pecho para quitarle la camisa, la dejó caer al suelo y la placa que la tela de la camisa tenía pegada del lado izquierdo hizo un ruido metálico al chocar contra el suelo -pero no me maltrates mucho, Emilio- susurró Joaquín con una sonrisa en los labios sintiendo la boca de Emilio darle pequeñas mordidas y chupetes en la piel de su cuello, mientras sus manos viajaban a través de la piel de la espalda del mayor.

-Yo jamás te haría daño, chiquito- murmuró Emilio mientras jugueteaba la lengua con el lóbulo del oído de Joaquín, haciendo que el chico soltara un suspiro -lo sabes, ¿verdad?- Emilio bajó las manos al cinturón del menor para desabrocharlo y junto al accesorio hacer lo mismo con el pantalón.

-Lo sé- suspiró Joaquín soltando su cabeza hacia atrás, cerrando los ojos al sentir la mano de Emilio meterse entre su ropa interior para tomar su extensión con una mano, mientras con la otra subía por su pecho hasta llegar a su cuello y acariciarle la piel, que estaba humedecida por la saliva de sus besos, le tomó fuerte y le besó, Joaquín sentía corrientes eléctricas recorrerle el cuerpo, tenía sensaciones excitantes cruzadas por toda su piel y si Emilio seguía tocándole y besándole a ese ritmo no duraría más de dos segundos -vamos a la habitación- le dijo, separándose un poco de los labios del rizado, sintiendo como él sonreía.

-No- murmuró Emilio, caminando junto a él y empujándolo del pecho para que cayera sentado en el sofá, Joaquín admiró la desnudez de Emilio y sintió su entrepierna despertar más de lo que estaba, llamándole, Emilio se arrodilló frente a él y tomó su pantalón junto a la tela de su bóxer para bajarlos, Joaquín le ayudó subiendo su pelvis y sintió una corriente fresca pasar por su piel recién desnudada. Su novio se levantó y se sentó a horcajadas sobre él, Joaquín tomó a Emilio por la cintura, disfrutando del roce de sus pieles desnudas y calientes. Emilio levantó su cadera y tomó el miembro de Joaquín con una mano.

-Espera, ¿que haces?- murmuró Joaquín al notar que Emilio no se preparaba antes de sentarse sobre él, el rizado le sonrió, lascivo, Joaquín sintió en su piel el roce seco de la entrada de Emilio mientras éste le deslizaba dentro y cerró los ojos -estás loco- le dijo, Emilio soltó una risa mezclada con un quejido, sentándose por completo sobre él, cerrando los ojos, sin moverse para acostumbrarse a la extensión del menor.

-Loco por ti- le susurró, acercándose a su cuello para dejar una mordida que Joaquín aseguraba le dejaría una marca y comenzando a moverse.

Carnada (Emiliaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora