XI (celos)

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—Auch, auch– se quejó Joaquín, había tomado un trago de su taza de café y se había escaldado la lengua, Emilio le miró con una sonrisa burlona —no me digas nada– pidió, sobando su lengua con su labio superior, Emilio negó con la cabeza, riéndose de la impaciencia de Joaquín por su necesidad de tomar café.

Joaquín se levantó de su asiento con su plato vacío en la mano, se acercó al lugar de Emilio.

—¿Terminaste?– preguntó, Emilio asintió, Joaquín levantó su plato y se dirigió al fregadero para lavarlos mientras el rizado se levantaba, dirigiéndose al baño para lavar sus dientes.

Joaquín terminó de lavar los platos y mientras se secaba las manos con una toalla de cocina sonó un teléfono, buscó en su bolsillo pero no sonaba el suyo, miró en la encimera, era el teléfono de Emilio.

Se acercó y tomó el aparato, la pantalla mostraba como remitente un número bloqueado, Joaquín frunció el ceño en confusión y dirigió su dedo al botón verde para arrastrarlo a la derecha y contestar, pero una mano le arrebató el aparato con delicadeza antes de que pudiera hacerlo. Miró la mano de Emilio apretar el botón rojo para rechazar la llamada y sintió la mano libre de su novio en su cintura, su cercanía en su espalda y el rostro del rizado a un lado de su rostro y después Emilio plantó un beso en su mejilla.

—Sabes que no me gusta que contestes mis llamadas– susurró Emilio con los labios pegados a la piel de su mejilla. Joaquín lo sabía. Emilio guardó el teléfono en el bolsillo de su pantalón.

—Perdón, amor– dijo Joaquín, sintió la mano de Emilio apretar el agarre de su cintura y se dio media vuelta para encararle —¿desde cuando te llaman números bloqueados?– preguntó acercándose  al rostro de Emilio. El rizado tomó la barbilla de Joaquín con su mano libre y le dio un beso.

—A lo mejor era uno de esos vendedores– aseguró —tu tranquilo– le dijo a poca distancia de sus labios, Joaquín sonrió forzadamente, pero asintió, Emilio le dio un beso más largo y se separó antes de que Joaquín pudiera rodear su cuello con sus brazos —¿nos vamos?– pregunta, Joaquín parpadeó varias veces en confusión, se quedó en silencio por unos segundos, volteó al reloj de la cocina para notar la hora y asintió, caminando lejos de Emilio hacia el baño para lavarse los dientes.

Emilio le dio un beso en la frente antes de salir del departamento y se dirigieron en silencio al elevador del edificio.

—Amor– llamó Joaquín mientras entraban al aparato, Emilio soltó un sonido como asentimiento, Joaquín notó el teléfono en las manos de su novio —¿podrías pasar por mi a la comisaría en la tarde?– preguntó, Emilio despegó sus ojos del celular y le miró, esperando a que explicara su razón —hoy me entregan el coche– Emilio asintió y regresó sus ojos a la pantalla, tecleando con sus dedos pulgares.

—Claro, amor, ¿a qué hora?– preguntó, sin despegar sus ojos de la pantalla, Joaquín frunció el ceño sin dejar de mirarle, hizo todo su esfuerzo para no sonar enojado.

—No sé, ¿te aviso?– Emilio volvió a hacer ese ruido en asentimiento que Joaquín estaba empezando a odiar, el ascensor llegó al nivel de estacionamiento del edificio y se dirigieron los dos en silencio al auto, Emilio quitó el seguro y subieron al mismo tiempo.

El trayecto hacia la comisaría fue extrañamente rápido, Emilio miraba con rostro calmado el camino, aparentemente haciendo caso omiso al rostro serio del castaño, mientras Joaquín pasaba los ojos del parabrisas a Emilio y después al teléfono de su novio que descansaba en el posa-vasos del coche con la pantalla apagada. 

Emilio nunca le había puesto tanta atención a su maldito teléfono; cuándo lo hacía era para agendar citas con sus productores o para llamar a su padre. Joaquín sentía nervios, no quería pensar lo que estaba pensando en ese momento, no quería verse como un novio intenso o celoso, incluso controlador o sobre analizador, pero no podía evitar resentir el cambio de Emilio en los últimos días, en las últimas semanas, no podía evitar sentirse mal, sentir que Emilio le ponía más atención a cualquier cosa que estuviese haciendo en ese jodido aparato que a él. Tampoco pudo evitar sentir que era karma, por hacer que Emilio se sintiera solo la mayoría del tiempo.

Carnada (Emiliaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora