Continuó su camino hasta llegar a la entrada de un parque, lo reciben dos puertas de hierro altas y negras a medio cerrar, en lo alto de adorno había un gallo con una lombriz en el pico, como si estuviera a punto de engullir. A los costados altas rejas negras con puntas, que se perdían de vista, abrazando los árboles del parque.
David se aproximó a la puerta que estaba más abierta, posó su mano en ella y pudo sentir el frío del metal, la empujó lo suficiente para poder entrar y volvió a resguardar rápidamente su mano en la chaqueta para recuperar el calor perdido.
Lo recibió un camino largo y ancho formado por pequeñas cerámicas de azul y amarillo, que dibujan remolinos como en una pintura de Van Gogh, a los costados las bancas de un color verde oscuro camufladas perfectamente con el entorno oscuro junto con un par de basureros esparcidos por el lugar. Las farolas perfectamente ubicadas en el centro del camino lo iluminaban, aunque ya era de noche, a lo lejos pudo distinguir una pareja tomados del brazo, tomando un paseo nocturno y romántico bajo la luna platónica, mientras aves cruzan a toda prisa volando entre los robles.
David comenzó a caminar, múltiples caminos se abrían al avanzar, pudiendo confundir a cualquiera que visitara el parque por primera vez, pero él tenía claro a donde iba. –Desde la entrada, el tercer camino a la derecha, mucho antes de llegar a la pileta-
Durante la mañana había llovido y David buscaba una banca que no estuviera aún mojada, le encantaba una que estaba cerca de la pileta, ya que un nogal lo protegía del viento y un faro lo iluminaba perfectamente, además podía ver como las personas caminaban cerca de la pileta y le lanzaban monedas y era su día de suerte, la banca estaba desocupada y las palomas revoloteaban cerca.
Se sentó, contempló el lugar un momento mientras introducía la mano en el bolsillo de su chaqueta de ahí sacó dos rebanadas de pan del almuerzo, algo ya duras, colocó una rebanada en cada pierna, tomo con delicadeza primero la de la pierna derecha y la empezó a desmigar en pequeños trozos y arrojandolas al suelo. Al darse cuenta las palomas de esto, inmediatamente emprendieron el vuelo hacia él, peliandose las pocas migas de pan.
Él por su parte, intentaba que todas comieran aunque fuera solo una pequeña miga, sabía que para ellas, era una pequeña merienda que les podía ayudar mucho a sobrevivir.
Mientras algunas volaban otras corrían de un lado a otro, sin saber que volar es más rápido que caminar, a veces una tomaba un trozo demasiado grande para ella sola, y las demás enseguida iban a quitárselo, hasta que se hacían pequeños trozos que todas tocaban algo.
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La Chica del Parque
Teen FictionPasaba una noche fría de invierno, el viento cortaba como vidrios en la cara, la única compañia no eran más que las palomas buscando un trozo de pan, hasta que la suerte esa noche lo pasó a buscar, su nombre era Helena, flaca y alta con una hermosa...