-Estación Baquedano, inicia apertura de puertas- se escucha una vocecita por los parlantes.
David abrió los ojos, aunque estaba algo adormilando, no fue lo suficiente para quedarse dormido y pasarse de estación, ayudándose de un pasamano se levanto de inmediato, se dirigió a la puerta más cercana, el carro aún se movía pero la gente ya comenzaba a juntarse en las puertas. Al detenerse, las puertas se abrieron de golpe dando inicio a la batalla de cada día, las personas que salen del vagón, chocan con las que a toda costa intentan entrar.
David no fue la excepción, como pudo se escabullo por un costado de la puerta, empujando y siendo empujado, cuidando sus bolsillos de cualquier ladrón que pudiera aprovechar el descuido.
Una vez que salió del vagón, miró a su alrededor una lúgubre estación de metro, abarrotada de gente hasta donde se podía ver, a sus costados seguían entrando y saliendo de los vagones que llegaban, habían carteles verdes y rojos pegados tanto en los pilares como en las paredes amarillas, pero nadie parecía tomarlos en cuenta, al único que le prestaban atención, es a un gran reloj digital posado sobre la escalera "19:50" marcaba con grandes números rojos.
Reviso su reloj de pulsera "19:50".
-Perfectamente sincronizados como debe ser- pensó mientras subía las escaleras.
Atrás empezó a quedar el ruido de las personas luchando por entrar junto con el ruido de las puertas del vagón cerrándose con un –Se inicia cierre de puertas...- Y el chillido de las ruedas al avanzar.
Las personas caminan adormilada y cansadas de trabajar todo el día, ralentizando el paso en las escaleras cuando aún faltan varios pisos para llegar a la superficie.
Años atrás a un alcalde, se le ocurrió la idea de pintar la estación, las paredes tenían que tener paisajes rupestres y felices junto con un hermoso cielo azul en el techo, eso hasta que llegó el nuevo alcalde, quien canceló todo, lo único que se quedó fue el cielo azul, con simples nubes pero con un sol que siempre brillaba en lo más alto.
Algo irónico pintar un cielo estando tan debajo de la tierra- pensaba David cada vez que miraba el cielo de la estación.En la superficie la noche comenzaba a caer y el viento cortaba como vidrios en la cara, las farolas ya estaban encendidas, iluminando las escasas personas que pasaban por ahí, caminaban con prisa mirando al suelo con los hombros levantados, intentando resguardarse del viento y de la lluvia que acababa de cesar.
David revisó su reloj "20:04", ya ha pasado casi un cuarto de hora desde que salió del vagón y por fin se siente libre, se puso la capucha y metió sus manos heladas al abrigo, teniendo cuidado con no pincharse. Se puso en marcha, aunque la lluvia había cesado el viento soplaba con ira, agachó la cabeza y levantó las solapas de su abrigo intentando protegerse, caminaba en línea recta, virando solo de vez en cuando en alguna esquina, pero manteniéndose siempre apegado a los edificios que lo resguardaban del viento helado.
Al doblar en una esquina se detuvo en seco, su nariz se percato de un aroma de chocolate y café, provenía de una chocolatería justo al otro lado de la calle, en la entrada tenía un letrero con grandes letras que decían "BIENVENIDO" y por el escaparate, se distinguían los clientes, calentitos, felices y acompañados, dándole de cierto modo, envidia.
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La Chica del Parque
Novela JuvenilPasaba una noche fría de invierno, el viento cortaba como vidrios en la cara, la única compañia no eran más que las palomas buscando un trozo de pan, hasta que la suerte esa noche lo pasó a buscar, su nombre era Helena, flaca y alta con una hermosa...