Cuando salgo de mi habitación con desastrosas consecuencias

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Como cada mañana me levanto con las sábanas pegadas, sabiendo que hoy será un día más, 24 horas encharcada en la rutina diaria de soportar la misma basura que no quiero escuchar.

Tengo dolor de cabeza y un mareo repentino por quedarme despierta hasta altas horas de la madrugada. La diferencia entre el adolescente medio y yo es que no necesito emborracharme para divertirme -si es que acaso sé lo que significa-; escribir, era lo que hacía durante horas cuando quería evadirme del mundo, que es relativamente todo el tiempo.

...había oscurecido. Por los dioses, el que no haya pensado que esto es causa de Zeus que tire la primera piedra y salga del campamento. Nubes y tormenta, la peor combinación posible. Zeus y Poseidón están bajo una discusión. No precisamente leve.

El día se ha ennegrecido; ha quedado un día perfecto para escribir sobre lo único que consigue apagarme de la vida real, desconectar de la realidad y sumergirme en lo más profundo de mis fantasías: la mitología griega. Cojo el lapiz y dejo que el transcurso del tiempo pase, y que mi mano se transforme en un complemento del papel...

...con su tridente en mano y rozando el mar azul, hizo aparecer una criatura de unos 5 metros, el hipocampo. Cabalangando en su lomo hasta los confines de la tierra y el océano, encontraba la felicidad...

Es irónico, porque sólo soy capaz de escribir aquello que nunca he conseguido encontrar: la felicidad. Ser feliz está sobrevalorado. Las barreras de la sociedad moderna nos impiden ser felices a nuestra manera. Comprarse un coche, conseguir un ascenso, ir al concierto de tu grupo favorito. Intentamos saciar nuestras ansias de felicidad sin éxito, sin darnos cuenta de que tenemos delante el verdadero motivo de nuestra existencia.

...encontraba la felicidad. Felicidad en los pequeños momentos de la vida. No importaba que la hubiera encontrado en el mar, rodeado de un azul del que nunca se cansaría. No importaba ni eso ni nada más. Era feliz.

Lo que sí es ironía es que intente crear una felicidad ficticia cuando ni siquiera sé qué hacer con mi vida.

...se ha caído al agua, o eso quería pensar. La mayoría de las veces se tiraba, se escondía bajo el manto infinito del color del océano y...

Me he quedado sin tinta. Una de las únicas razones que me incitan a salir de estas cuatro paredes que me rodean. Estoy a punto de pisar el escalón para bajar de mi edificio, cuando de pronto una ráfaga de aire me golpea en la cara y me deja inconsciente.

...se encontró con uno como ella. Un chico que podía respirar bajo el agua.

Maldita (Maldecida por el agua #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora