Dos: Trato.

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Primera escena: La seducción. Morderse el labio, pasar la lengua por estos delineandolos, reír ridículamente para después pestañear y alzar los hombros mostrando un poco de piel que provocaría deseo.

Segunda escena: Atraerlo. Cuando muestre el mínimo interés de seguir una conversación que ya no tiene sentido es momento de atraparlo, decir que estarían mejor en otro lugar puede ser el boleto gratis a la última partida.

Tercera y última escena: La verdad. Revelar el objetivo a base de pequeños coqueteos. Sin que la víctima se lo espere, explotar la bomba cuando creas que está perdido.

Buena actuación gracias a las películas de acción que tanto le encantaban a Matthew, mi padre.

—¿Qué es esto?

—Polvo de hadas, ¿Qué crees que es? Conozco a Bill, se que él es de aquí o trabaja para alguno de ustedes. Me jugó una trampa y volví con todo lo que quedaba de su mercancía.

Hablé tan rápido que me sorprendió que se entendiera lo que dije, aunque él no parecía tener el rostro que esperaba. El chico ángel se encontraba pasmado, por lo que creía que era una broma de mal gusto y ojalá lo fuera.

—Oh cariño, no puedes devolver lo que ya está comprado. Solo necesitamos el dinero de Bill, eso ya no es un problema nuestro— habló relajado apoyándose en las góndolas de la habitación repleta de cajas selladas con el mismo símbolo.

Mis ojos comenzaron a brillar, temía perder la cordura en aquel momento porque todo corrió por mis ojos como si fuera el último respiro. Estaba en aquel lugar sola, había planeado el encuentro sin ayuda de nadie. Creo que si no fuera por la actitud demandante, que fingía tener, estaría temblando como una hoja, mis piernas ya no lucían tensas y decididas, de un suspiro había relajado todo mi cuerpo para mal, recordando que nadie más me esperaba en el bar para apoyarme en esta idea absurda que elegí por desesperación.

Estaba sola, sin novio, ni siquiera tenía amigas a las que podía recurrir como para hacer una coartada, me hundía en mi propia idea al recordar y quería llorar como una estúpida, pero no podía hacerlo, me negaba a abandonar la postura decisiva que había tomado.

—Soy Ellen Lawrence, hija de los políticos Matthew y Ruth Lawrence, unos de los más importantes de este maldito país. Tengo más de un kilo de droga en mis manos y estoy dispuesta a pagar lo que sea para sacármela de encima, incluyendo a Bill con ellas. Él amenazó con denunciarme, acusarme de que soy su aliada y lo peor es que tiene las pruebas necesarias para inculparme.

Sabía que había sonado tan desesperada que en su momento quise abofetearme por tal delato, mi voz se volvió chillona al final y no soporte la idea de verme como una niña malcriada cuando no era así.

El chico de campera de jean levantó ambas cejas conteniendo un tanto su risa por la situación, lo que me molestó aún más.

—Niñata, estás en demasiados problemas, no eres la primera chica que pasa por esto. Para entrenar a los ángeles hay retos que son imposibles de evitar y no todos alcanzan cumplirlos, el estúpido de Bill es un claro ejemplo.

—No me importa realmente cómo es su círculo, manada o lo que sea esto. Solamente me quiero deshacer de todo lo que tengo, estoy dispuesta duplicar la cantidad de dinero quieras.

Casi rogué porque la verdad era que ya me estaba consumiendo la situación. Intentaba mantener mi temperamento tan alto como fuera digno de una negociación, pero él y yo sabíamos que solo era una niña de gran posición económica de 17 años que pensaba resolver sus problemas con dinero y nada más que dinero.

El castaño comenzó a reír mirando al techo como si le suplicara al mismo, pude leer en sus labios la paciencia que él pedía todavía sonriendo, creyendo que todo era un chiste cuando para mi era la misma muerte. Su compartimiento me nubló, enterré las uñas en mis manos intentando contener la fuerza para no lastimarme con ellas, suspiré y admire la idea de alentarme, después de todo nada quedaba.

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⏰ Última actualización: Sep 28, 2019 ⏰

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