Extraña intuición

Prólogo

Corremos tratando de sortear las casas derruidas y los miles de escombros que asolan las calles.

Noto como ella cojea a mi lado, mientras uno de los abandonados la ayuda a ir más rápido. Él permanece a mi otro lado, sujetándose la herida del brazo.

Puedo oír la respiración de los perros de caza y las pisadas de nuestros perseguidores.Sabemos que es casi imposible que todos lo consigamos. Y ellos lo saben.

Torcemos una esquina y lo vemos: nuestra salvación.

En frente nuestro se extiende lo que se nos antoja un enorme pasillo de casas y, al final, el túnel. Si conseguimos cerrarlo, ya no podrán cojernos. Pero antes tenemos que llegar.

Aceleramos la carrera. Estamos por el final de la calle cuando, de repente, ella se cae.

Los abandonados se apresuran para ayudarla. No les dará tiempo.

Saco mi pistola y me doy la vuelta. Él me grita que no lo haga, pero yo sé que es su única oportunidad de salvarse, que es lo correcto, aunque tenga que sacrificarme. Porque en el fondo, todo esto es culpa mía.

Apunto y disparo a todo lo que se mueve delante mío, ya sea persona o animal. Disparo hasta que se me nubla la vista por el cansancio, y al final se me acaban las balas. Los tengo encima.

Me sujetan y me inyectan un somnífero en el cuello. Mientras esperan a que haga efecto, me cargan a hombros y me llevan hasta uno de sus coches.

Entre el sueño y el cansancio, consigo ver que el túnel ya está cerrado. El sacrificio a valido la pena.

Después, solo oscuridad.