Espejito, espejito

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¿Por qué una segunda parte?  Porque no tengo autocontrol, sólo por eso.

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La cantidad de instrumentos en la mesa lo sorprendería, de no ser porque era algo común. De todos tamaños y colores, de alta calidad había dicho Benihotaru, ocupaban una pequeña parte de la mesa. El espejo frente al pelirrojo era ovalado y se sostenía en una pequeña base, como le hacía Benihotaru para cargar esa cosa, Dokugai no lo sabía.

Observó a su compañero tomar una de las tantas botellas, sacar el líquido y colocarlo en su rostro; en las mejillas, frente, mentón, bajo los ojos. Entonces tomó una esponja y comenzó a esparcirla por el resto del rostro. Dokugai observando en silencio el proceso que ya había presenciado antes, pero seguía causándole curiosidad la habilidad de Benihotaru.

Estiró el brazo y tomó una de las tantas brochas, era la más grande de todas, y la examinó; estaba limpia, siempre limpias las herramientas de su compañero antes de ser usadas. Benihotaru dejó la esponja a un lado y extendió la mano, Dokugai le pasó la brocha y el pelirrojo tomó uno de los tantos pequeños estuches con polvos, pasó la brocha sobre el producto y comenzó a aplicárselo.

Los ojos inmutables del pelirrojo no se despegaban del espejo, movimientos ágiles y efectivos. Dokugai tomó los pintalabios, había cinco en total, sin contar los brillos labiales que eran cilindros, más delgados y alargados; contándolos serían siete. Abrió uno de ellos y el color era rosa pálido, lo cerró y abrió otro, era café y se preguntó si así lucia en los labios.

Tomó los pintalabios y los abrió, examinó dos; quizá no sabía de maquillaje, en realidad no le importaba en lo más mínimo, pero estaba seguro que esos dos eran exactamente iguales. ¿Por qué habría de tener dos iguales? Se giró a ver a Benihotaru, el pelirrojo usaba uno de los tantos lápices para delinear sus ojos; su mano estable creaba una línea sobre su parpado izquierdo.

—¿Por qué tienes dos iguales? —.

Benihotaru le miró fugazmente, notando los labiales, regresó la mirada al espejo. —No son iguales—.

—Yo los veo iguales—. Los levantó a la altura de sus ojos. —El mismo color, la misma forma, pero uno está más usado que el otro; son iguales—.

El pelirrojo soportó rodar los ojos y continuó el delineado ahora en el ojo derecho. Dokugai jugaba con ambos labiales, cambiándoles las tapas, girando la base y sacándolos hasta el tope o escondiéndolos hasta donde podía. Cuando Benihotaru terminó el delineado y dejó el lápiz a un lado se giró a ver al otro.

—Uno de ellos es de larga duración; no necesita retoque—. Explicó, señalando el que estaba en la mano derecha. —El otro es normal; necesita retoque después de comer o beber, o después de un tiempo—.

Dokugai asintió ausente, mirando ambos. Cuando tuvo silencio, y que se quedara inmóvil, Benihotaru tomó el rizador y comenzó a hacer sus pestañas, dejando que Dokugai siguiera hurgando sus cosas.

Rizó sus pestañas y tomó la máscara, lo aplicó en las pestañas superiores primero; el cepillo delineando y pintando sus pestañas. Las dejó secar unos segundos y aplicó en las inferiores. La máscara y el delineado complementando sus ojos. Parpadeó frente al espejo unos segundos hasta que estuvo conforme y estiró el brazo, Dokugai pasándole uno de los pintalabios.

Benihotaru lo abrió y colocó con familiaridad, el fuerte carmín lo hizo fruncir las cejas; ese día esperaba usar un maquillaje más natural y ahora por culpa de Dokugai no podría hacerlo. Podía limpiarse y usar el brillo labial, pero no podía perder más tiempo, el descanso acabaría dentro de unos minutos y no quería quedar con el maquillaje a medias. Se lo terminó de colocar, apretó los labios; esparciendo el labial de manera uniforme.

Se sobresaltó cuando lo tomaron de los hombros y casi tiraba el labial, por el espejo observó a Dokugai; los labios del demonio de un fuerte rojo y una sonrisa traviesa. Benihotaru quería girar el rostro y verlo, pero Dokugai lo sostuvo del mentón y obligó a ver el espejo. El reflejo mostrando a ambos.

—Espejito, espejito, dime una cosa—. Recitó Dokugai. —¿Quién en este castillo es la más hermosa? —.

Benihotaru no respondió, sus ojos pegados al reflejo de ambos, pero especialmente el color de su pintalabios en Dokugai. Su mente no procesando las palabras del otro demonio; aun sorprendido al ver al otro usando el pintalabios y el calor dentro suyo elevarse al saber que tan bien se veía Dokugai con algo tan simple.

Dokugai se giró hacia él y se acercó a su oído, Benihotaru temblando ante la cercanía y cerrando los puños sobre la mesa. No logró disimular el escalofrío que sintió cuando el aliento de Dokugai chocó contra su oreja y la palabra que dijo el demonio con voz ronca. Un suave y natural rubor presentándose en las mejillas de Benihotaru ante la respuesta de Dokugai.

—Tú—. 

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Estos dos se están convirtiendo en otp y no se que hacer, help :'(

Snow WhiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora