Era, es y será imposible.

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Todos los estudiantes que estuvieron entrando y caminando por el lugar a una distancia segura para evitar al perfecto mas temido en Namimori se detuvieron, dejando de hacer cualquier cosa que estuviesen realizando, al igual que los miembros del comité disciplinario y literalmente, todos se detuvieron. Hibari kyoya estaba sonriendo y aunque eso sea una gran novedad y sonase imposible, sonaba mas imposible que esa sonrisa fuese dirigida a la persona mas inútil de Namimori.

Los integrantes del club de fans de Hibari sentía envidia hacia el castaño y también se frustraban al no encontrar sus cámaras para tomar fotos a tan increíble acontecimiento.

-Oya, sonreíste.- Esa sola voz hizo que el azabache regresara a la realidad, su sonrisa desapareció y su ceño se frunció.

El castaño regresó de su ensoñación, bajo la cabeza y toco con sus manos sus mejillas, las cuales, sentía que se quemaban; estaba avergonzado. Había actuado sin pensar y se había ganado una sonrisa del azabache, lo malo era que ahora su corazón latía como loco y al castaño le preocupaba que todos ahí lo escucharan.

-¡Décimo!- ¡Su salvación!

El castaño dio media vuelta al escuchar a sus amigos, guardianes de la tormenta y la lluvia, se sintió aliviado pues podría usar como excusa el irse con ellos y evitar mas contacto o algo así.

- Décimo, se encuentra bien, está muy rojo ¿Tiene fiebre? ¿Quiere que le compre algo?

-Yo-yo no estoy rojo.

-Psss, alondra, hiciste sonrojar al Vongola.- Mukuro susurró en un tono divertido al azabache.

-Bien hecho Kyo san.- también, en un susurro, el segundo al mando felicitó al azabache.

Mientras tanto Kyoya observaba fijamente el rostro que el menor intentaba ocultar de su vista, cosa que no funcionó, se sintió extrañamente feliz al haber escuchado esa afirmación por parte del castaño y ahora ese mismo sentimiento lo sentía al ver al castaño con ese sonrojo, pero, se abstenía de sonreír, ya tenían esos herbívoros chismosos con una sonrisa, no sonreiría de nuevo.

-Jaja pareces un tomate Tsuna.- Takeshi Yamamoto dijo con su tono siempre despreocupado

-No te atrevas a llamar al décimo tomate, idiota del baseball.- En un tono amenazante Hayato Gokudera habló.

-No estoy diciendo que sea un tomate, solo que parece.

-Pues no lo compares con un tomate.

-Ya, ya, bien no lo haré, mejor, vamos al salón.- Yamamoto habló tranquilo.

-Con permiso Hibari san.- El castaño caminó rápidamente alejándose de sus dos guardianes mas peligrosos acompañado de sus amigos.

( Unas horas más tarde... )

Las clases habían pasado aburridas y por fin la hora de salida llegaba. Hayato Gokudera, un italiano de cabello platinado, tenia su antebrazo apoyado a la mesa y su quijada era sostenida por su mano, su rostro reflejaba su estado de aburrimiento extremo.

-Y con esto concluimos la clase de hoy, recuerden estudiar bien la histórica primera guerra mundial.- la profesora terminó de hablar y el timbre sonó.

El peli plata se levantó y se acerco a su jefe con una enorme sonrisa.

-¡Décimo!- Hayato Gokudera habló, feliz.- Oí de la mujer estúpida que abrieron una tienda nueva, ¿Le gustaría ir?

-Gokudera kun, no llames así a Haru, y si, si me gustaría ir.-el castaño miró a su amigo baseboliststa.- Yamamoto, te gustaría ir con nosotros?

Confesión al estilo vongolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora