Silene andaba con pesar tras la separación de Lis. Ni siquiera la parte primaveral del bosque le animaba. Él camino estaba rodeado de flores con un aroma embriagador, los pájaros revoloteaban a su alrededor y pequeños animales curiosos se acercaban a ellos a una distancia prudente. Pero nada de eso le animaba. Viendo la tristeza en la joven el guardia qué antes le habló con bondad se acercó a ella para iniciar una conversación.- Esta parte del bosque de las estaciones es mi favorita. -No obtuvo respuesta así que continuó hablando. - Me llamo Everard y soy parte de la guardia del reino negro, la historia qué has contado antes de cómo has llegado aquí puede que le interese a la reina. Es una persona muy curiosa y buena, aunque dura cuando requiere serlo.
- A ver si tu reina hace algo para que pueda ver cuanto antes a Lis. -Sin darse cuenta, Silene dejo escapar sus pensamientos.
- Seguro que si ¿Verdad Milo? -Otro guardia asintió atento a la conversación. -Ellos son Milo y Allard, son buenos compañeros, no estés asustada. Somos tu escolta. En esté bosque también hay jabalíes, osos y lobos pero se suelen mantener alejados del camino. Habéis tenido suerte de no toparos con ninguno.
- Gracias por tus amables palabras. -Silene sé sentía algo aliviada al ver que no eran malas personas.
Continuaron andando con lentitud, pues Silene estaba cansada de la carrera qué se habían pegado Lis y ella. Incluso pararon un par de veces para beber agua. Silene sé fijó en un arbusto que se movía, del qué salió un conejo perseguido por un zorro. Antes se había sentido cómo el pobre conejo. Con todas sus fuerzas deseó qué huyese y el zorro no le alcanzase.
El camino se comenzó a ensanchar y pasó de ser sólo tierra a una calzada con piedras, se veían a lo lejos los muros de la ciudad. Cuando llegaron él guardia Milo hizo una señal a su compañero qué estaba de guardia y les dejaron pasar sin hacer preguntas, cosa que Silene agradecía, pues tenía unas ganas enormes de conocer a la reina y pedirle ver a Lis. Pasando los muros se encontraban las calles llenas de gente de todas las razas, había personas con los ojos rasgados, personas negras, blancas, rubios, morenos, pelirrojos... Una chica pelirroja con pecas le recordó a Lis y pasó del asombro por ver a tanta gente diferente al pesar, por sentirse perdida sin su amiga. Él entorno a Silene no le parecía familiar, las casas de su alrededor parecían medievales y en la plaza del pueblo había puestos en los que vendían frutas, carne, pescado e incluso joyas y ropa. Everard torció su rumbo hacia el castillo para acercarse al puesto donde vendían ropa.- Así llamas mucho la atención con esos ropajes tan extraños ¿que tal si te vestimos de manera apropiada para ver a la reina?
- ¿Qué hay de malo en la ropa que llevo puesta? Es mi vestido de criada.
- Si te das cuenta todos nos miran -Silene echó un ojo a su alrededor y vio un montón de miradas curiosas fijadas en ella.
- Tienes razón, pero quiero llevar pantalones, debe de ser cómodo. -Silene no estaba acostumbrada a usar pantalones pero siempre le habían llamado la atención.
- ¿Vas a vestir como un hombre? -Milo no cabía en sí de asombro.
Pero ya que Silene sé encontraba en un lugar nuevo ¿por qué no probar cosas nuevas? Allí no le importaba lo que pensasen de ella. Eligió unos pantalones marrón oscuro y una camisa ancha de color blanco roto. Everard le prometió al comerciante que palacio se encargaría de pagarle, que la chica que le acompañaba era una invitada especial de la reina y necesitaba ropa nueva.
Y así continuaron su travesía hasta palacio, pasando por las calles de casas adornadas con flores en los balcones, en las que de vez en cuando alguna muchacha se asomaba para saludar a Everard, era bastante popular entre las mujeres.
El palacio era de piedra maciza, altísimo, y con unas escaleras de mármol adornadas con esculturas de piedra a los lados. La puerta también era grande y estaba custodiada por dos guardias qué saludaron a Everard, Milo y al callado Allard. Pasaron a palacio y se encontraron en un salón con una alfombra roja y telares en las paredes de lo que parecía una guerra y la protagonista de los telares era una bella y fiera mujer con armadura negra y espada. Debía de ser la reina. Había jarrones por todas partes llenos de plantas y flores, eso a Silene le encantaba, le recordaba a su habitación y hacía que echase de menos su mundo. Subieron unas escaleras hasta la sala del trono, que estaba vacía.- ¿Dónde está la reina? -Silene estaba ansiosa por verla, era una mezcla de curiosidad y prisa por ver que le decía sobre Lis. Edevard señaló una puerta al lado del trono.
- Casi siempre está en el jardín, escuchando a sus flores.
- ¿Escuchando a sus flores? Eso es de locos. -La chica no daba crédito a lo que oía.
- Ya lo verás con tus ojos, y si tienes suerte lo oirás. -Y Edevard le dejo con la intriga.
Milo y Allard sé quedaron esperando en la sala del trono y Silene sé cambió de ropa en una habitación apartada. Cuando estuvo lista abrieron la puerta al jardín a Silene le llegó un dulce olor a primavera, se veía un jardín enorme y bien cuidado, con hermosos árboles de troncos gruesos y rugosos y hiedras que recorrían las paredes. Todo era color, menos una figura negra arrodillada junto a un rosal, estaba susurrándole algo que con su oído agudo Silene pudo escuchar.
- No puede ser ¿Ya están aquí?
-...
-¿Una de ellas? ¿Dónde está la otra? -...- Mi reina, le traigo una extranjera con una historia increíble detrás. -dijo Edevard con tono solemne.
La mujer agachada sé levantó con delicadeza y se acercó a ellos. Su piel era pálida como la nieve, su vestido negro como el carbón, al igual que su lisa y larga melena. Sus ojos marrones mostraban preocupación y alivio al tiempo, era contradictorio. Le tomo la mano a Silene de un tacto suave cómo el algodón, y se la llevó a la mejilla. Silene no sabía cómo reaccionar, entonces la reina habló.
- Me llamo Edith, llevo mucho tiempo esperando tu llegada. Pero esperaba a dos personas ¿Puedo saber tú nombre? -Dijo con la más dulce voz.
- Mi nombre es Silene, estoy aquí para pedirle a su majestad que haga algo para recuperar a mi compañera, a la que se han llevado unos guardias con armadura blanca. -Intentó hablar con todo el respeto posible. La reina volvió a hablar con sus flores en susurros.
- ¿Que hace en el reino Blanco?
-...
- ¿Cómo qué es dónde debería estar?
-... - Después de escuchar atentamente lo que a Silene le parecía el viento la reina se volvió a hablar con la chica, que veía en esto una situación de locos.
- Así que ese es el problema, por eso no sois dos. -La cara de la Edith sé entristeció. -Lamento oír qué te hayas separado de tu compañera. Edevard, mi fiel caballero, puedes retirarte.
- ¿Podría hacer algo para recuperar la compañía de Lis?
- Me temo qué no es posible, las flores han dicho que cada una estáis dónde debéis estar.
- ¡Sólo son flores! -Silene dejó escapar su frustración.
- No sólo son flores, niña mía, son él oráculo del destino. Si escuchas atentamente podrás oír su profecía.
Edith cerró los ojos e inspiró hondo, a Silene le parecía una tontería pero siguió sus pasos. Cerró los ojos, inspiró hondo y pasaron unos segundos sin qué pasase nada. Cuando Silene estaba a punto de abrir los ojos escuchó un murmullo, como cientos de voces a la vez ¿Se estaba volviendo loca? ¿Eran las flores del jardín de palacio? Y fue entonces cuando escuchó lo que tenían qué decir, la profecía de las flores:
''Dos extranjeras unirán de nuevo
Dos reinos que una vez estuvieron unidos
Una de ellas encontrará él corazón robado
Una de ellas encontrará la llave de la caja que lo contiene''
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La profecía de las flores
FantasiSilene y Lis viven en mundos separados. Lis es una pequeña adolescente rica mientras que Silene es una sirvienta en casa de su madrina. Desde niñas ambas escucharon una canción de cuna que habla sobre dos reinos, el Reino Blanco y el Reino Negro, en...