Te quiero

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Sentí la fría piedra bajo mi espalda y mi cabeza. Mis dedos recorrieron la irregular superficie, sintiendo las piedritas raspar mi piel. El frío me estaba calando, pero no existía una razón suficientemente buena para volver a mi habitación. Regresar a ese espacio tan pequeño, tan asfixiante. Regresar a ese lugar que parece mi calabozo personal.
En mi habitación todo era silencio, horrible y torturante silencio. Y el silencio no es bueno, allí mis demonios cogen fuerzas para gritar, se enloquecen, me hacen perder el poco equilibrio que poseo. Se vuelven huracanes para derrumbarme cada vez que intento ponerme de pie. Es mejor estar aquí en el acantilado, el agua chocando con las rocas no permiten que yo piense, ni en mí, ni en él, ni en ella. Y eso está bien, o al menos así lo siento.
Mis entrañas se retuercen, y mis piernas hacen movimientos violentos. Es como si mi cuerpo estuviera amarrado e intentara escapar. Pero no hay nada que me ate. Tal vez su recuerdo, su maldito recuerdo, me está deteniendo. Me quema, me consume poco a poco. Pero sé que siempre será así, si no descubro pronto la manera de olvidarme de él. Mi espalda, volvió a chocar con el suelo, y reprimí un grito de dolor.
Me quedé quieta, con el cuerpo tensionado esperando que otro ataque me invadiera. Pero nada sucedió, y eso es mejor, porque si no grito y si no me muevo, me siento muerta, y que más quisiera yo que estar muerta.
Mi corazón tan sólo se dedica a retumbar en mi pecho, como si me golpeara desde adentro. Maldito corazón traicionero y débil. Poco a poco se me corta la respiración, pero inmediatamente mi boca se abrió, para dar paso a un grito que vino desde me estómago.
-Basta -intenté gritar. Tal vez si gritaba lo suficiente mi dolor se fuera, tal vez fuera suficiente para ahuyentar eso que se me rompe por dentro cada noche- Basta -mi voz no era más que un sonido casi muerto. Era como si intentara hablar cuando una roca estaba sobre mí.
Con las manos sucias intenté quitar ese acido que corre por mis mejillas. Pero éstas no paran de salir, se vuelven imparables. Torrentes gotas de agua salada que salen de mis ojos y arruinaron mi visión. No tengo ni una maldita idea de cuantas veces he llorado, pero es increíble que no me haya secado ya. O al menos, que en vez de agua saliera sangre. Sí eso sería más lógico.
Sé que no hay manera para detener mis lágrimas, así que mejor me cubrí la boca. Es de noche, y no hay alma que me escuchase, pero si a mis oídos llegara el sonido de mi propia agonía, me voy a odiar más de lo que ya lo hago.
-Te odio -gemí una mentira. No puedo odiarlo, y no es porque no quiera, deseo odiarlo con toda mis fuerzas. Pero es imposible, mi amor por él ya se corrompió, ahora es venenoso y letal, pero sigue siendo amor- Te odio, Sam -vuelvo a gemir. Aprieto los dientes hasta que sentí que se me romperían.
Que estúpida. Es seguro que en este momento él esté en su casa, abrazando a Emily. O haciéndole el amor. Jurando amarla por siempre, igual como me lo juro a mí. Una carcajada, mitad sollozo, salió de mi garganta, por que en teoría esta vez su juramento si será verdad. Él es de ella, y ella de él. Y que hago yo, intentando morir en la intemperie. Que patética me he de ver, pero es imposible evitarlo. Como es imposible que él se aleje de ella.
-¡Ja! Nada más patético que eso -el veneno impregna mi voz, y cada palabra me quema en los labios. Toxica, así soy ahora- Obligados amarse, porque su maldita condición animal lo obliga -golpeé el suelo con los puños.
Vi la luna brillar. La observé, y dejé que ella secuestrara mi mirada por todo el tiempo que se le antojara. Luna, lobos. Todo era un conjunto. Los lobos le aúllan a la luna, porque se siente enamorados, o dolidos. Yo tan sólo la observo porque, al igual que yo, ella mira desde lo alto a quien fue su amor y jamás podrá tener de nuevo. O eso fue la leyenda que mi abuela me contó cuando era niña.
-Ayúdame a olvidarlo -le rogué una vez más- Haz que dejé de quererlo -un sollozo me interrumpe. Respiró y trató de controlarme- Te cantaré, lo juro, te cantaré cada noche para que sanes tu dolor, y ayudes a sanar esta herida.
Que promesa tan más falsa. Si yo no me puedo ayudar a sanar, como ayudare a alguien más. Pero alguna vez escuche que la luna podía sanar mal de amores.
Las horas pasaron, y el cielo se pintó de colores vivarachos, amarillo, lila, rosa y azul. Asquerosamente perfecto. Cuantas veces he visto amaneceres estando sola, y aun mantengo la esperanza de algún día dejar de verlos. Nada bueno puede traer un amanecer. Para mí ya nada bueno trae, tan sólo es un recordatorio de que sigo viva, y que tendré que soportar verlo. Un nuevo día en que me hago merecedora del odio de todos. Todos me odian, soy una arpía, una perra. Nadie soporta mi amargura contra él, contra ella, contra mí.
Suspiré, no es cierto. Seth y Jacob. No, ellos no me odian, y aun me pregunto porque no lo han hecho. Hasta mis padres parecen no quererme cerca, pero ellos siguen ahí, esperando que algún día vuelva a ser la de antes. Pero eso es imposible, no puedo ser la de antes, eso significaría regresar al pasado, donde él me amaba y yo era feliz. Si yo vuelvo a ser la de antes, tendré la maldita esperanza de que él me ame de nuevo, y eso me da miedo, me da miedo albergar esperanza.
El sol pronto se dejó apreciar sutilmente. Me senté y abracé mis rodillas, esperando a que saliera por completo. El agua brilla al alba, y las olas por fin se calman, es como si supieran que yo también me he calmado, y que ya no necesito su ayuda para callar mis demonios.
Me levanté y caminé a la orilla. Apreté el ligero abrigo alrededor de mi cuerpo. Tan sólo tengo una blusa de tirantes y un short corto. Siento que vestida de esta manera el frío puede meterse más pronto a mi cuerpo, y tal vez lo congele para que deje de sentir dolor. El agua sigue acariciando las rocas, y coloqué un mechón de cabello oscuro atrás de mi oreja.
Los dedos de mis pies tocaron la orilla. De una escalofriante manera, era divertido estar en el borde. Era como si tentara a la muerte a venir por mí; jugar con ella, haciéndole creer que no soy tan estúpida para saltar, y cuando se distraiga, me arrojare a sus brazos. Una risa brotó de mi pecho, no pude detenerla, hace mucho que mi garganta tan sólo se dedicaba a producir sonidos horribles, y ahora quiero reír.
El sonido de pasos, detienen mi risa. Miré a mi derecha y de entre los árboles aparecieron tres hombres. Que graciosa y amarga coincidencia. Son los hombres que más quiero en mi vida. Seth, Jacob y Sam, aunque a éste último mi amor se combina con el odio.
-Leah -me di la vuelva al escuchar el suave sonido de la voz de Jacob. Es firme y explota en mis oídos haciendo que irremediablemente mis labios tiren de una sonrisa- Leah, ven acá -sabe lo que haré. Siempre me puede leer. Él no necesita pelarme capa por capa como una cebolla. Soy transparente ante sus ojos.
-Leah -me llamó Sam. Mi sonrisa se perdió al escucharlo. Y por instinto di un paso hacia atrás. Siento el borde en los talones- Ven acá, Leelee.
-No me llames así, lo odio -gruñí.
Jacob lo empujó para apartarlo. Se acercó con pasos vacilantes. Pero antes de que me alcance, extendí los brazos, y me tiré hacia atrás.
-¡Leah! -escuché el gritó de los tres.
Sonreí. Esto era divertido, la adrenalina recorrió todo mi cuerpo. Cerré los ojos. No tengo miedo de morir, tal vez sea como caer dormida. Así rápidamente, sin pesadillas, sin sueños.
El agua me atrapó, y todo es oscuro. Sentí las olas arrastrarme y manejarme como una muñeca de trapo. Mi cabeza dio contra una roca. Y ya no hay nada. Se acabó.

Blackwater|JacobxLeah| one-shot ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora