Prologo

25 2 0
                                    

Julio 17, 2019.

Richmond, Virginia.

La fría piel de aquel Ángel se erizo en el momento en que sintió una cálida presencia.

Observó detenidamente el lugar, solo había unos cuantos humanos en estado de ebriedad ahogando sus penas en alcohol y gritando incoherencias unos a otros, nada fuera de lo normal, pensó.

Sin embargo, no bajo la guardia, no después de todo lo que está pasando ahí afuera. Su sexto sentido nunca le ha fallado y sabía que algo no andaba bien. Tomó un último trago del pequeño vaso aun sabiendo que no le causaría efecto alguno, y en segundos el amargo whiskey inundó su garganta sin provocar algún tipo de cosquilleo, al menos dejaría de estar un poco tensionado por unos cuantos minutos antes de que el alcohol se desvaneciera por completo de su sangre. Y sin más, salió de aquel bar de mala muerte sintiendo como el fresco de la noche golpeaba fríamente su rostro.

El bar se encontraba a las afueras de Richmond, a casi dos horas de la ciudad, de cierta forma le gustaba venir aquí. Aunque la mayoría de las veces no entraba a ese deplorable lugar y solo optaba por una larga caminata con rumbo hacia las montañas, una agradable distracción después de todo; pues estar constantemente en la ciudad era algo frustrante para él, las calles transitadas y el montón de gente caminando de manera ajetreada de un lado a otro no eran de mucha ayuda, sin olvidar el molesto ruido de los suburbios, todo un completo caos.

Con las manos en los bolcillos hizo su camino hacia una gran Volkswagen Touareg color negro, odiaba usar ese tipo de transportes, pero si iba a estar temporalmente en la Tierra por lo menos tenía que pasar desapercibido.

El Ángel caminaba de prisa y con suma agilidad moviéndose en grandes zancadas, aquella presencia era cada vez más fuerte, su sexto sentido podía percibirla aun así estuviese a una considerable distancia, siguió su camino haciendo caso omiso a todo tipo de pensamiento negativo que rondaba por su mente cada cinco segundos. Su ceño fruncido y quijada dura eran señal de que no la estaba pasando bien, y en un santiamén, una ligera corriente de escalofríos lo tomo por sorpresa envolviendo cada parte de el de manera estremecedora provocando que su cuerpo tomara una postura rígida tensionándose en segundos.

Detuvo su paso y echo un vistazo a su alrededor, el pequeño estacionamiento apenas era iluminado por una vieja farola de luz, no había rastro de humanos merodeando por ahí a diferencia de otros días. El único sonido que se percibía era de aquel antiguo letrero que soltaba una enorme cantidad de chispas llenas de electricidad, y colgaba un poco más arriba de la puerta, donde el nombre de "Johnson's" estaba escrito con luces parpadeantes en un verde neón chillante.

-Que gusto volver a verte -Una risa se escuchó a sus espaldas alertándolo por completo, giró su cuerpo tomando una postura relajada, aunque muy en el fondo se preparaba mentalmente para atacar en cualquier instante. Entrecerró sus ojos escaneando el umbroso lugar tratando de visualizar al dueño de aquella voz. Un cuerpo delgado estaba recargado en el capo de su camioneta-. ¡Oh vamos!, ¿Te asuste? -dijo burlón.

- ¿Qué diablos? -Preguntó con un deje de sorpresa ignorando por completo la pregunta del Caído.

-Yo también te extrañe.

Al darse cuenta de quién era, el Ángel expulsó todo el aire que había contenido minutos antes sintiendo como cada uno de sus músculos se relajaba rápidamente, rodeó sus ojos con una pizca de diversión mientras se acercaba de manera despreocupada posicionándose en frente de su viejo amigo.

- ¿Quieres entrar y tomar unas cuantas cervezas para platicar sobre nuestras vacaciones en Miami?-Preguntó con sarcasmo, el Caído de cabello rojizo lo miraba entretenido. Esos dos se conocían desde chiquillos y se querían como si fuesen hermanos a pesar de ser un poco diferentes.

Hacía mucho tiempo que no se veían y cuando lo hacían, era a solas. Tener algún tipo de afecto entre sus razas no era muy bien visto por los demás, ni siquiera estaba permitido.

Y aquel no era capaz de buscarlo a menos de que se haya presentado una emergencia o estuviese metido en graves problemas, de lo contrario no se hubiese atrevido a buscarlo, no podrían arriesgarse a que los viesen juntos. No ahora que todo se estaba complicando.

-Se porque estás aquí, vengo a advertirte -Soltó de repente el Caído. Bufó.

El Ángel muy en el fondo sabía que algo andaba mal, razón por la inesperada visita de su querido amigo. Su ceño fruncido y el desalineo de su sonrisa, lo delataban.

-Estoy haciendo lo que puedo -Respondió muy apenas, aún tenía esperanza de que aquello que el Caído estaba a punto de decir no fuese cierto-. Ella está bien.

-No por mucho.

-La he estado observando -Desvió su mirada-. Está protegida.

-Cada vez hay más rumores sobre la existencia del Libro Celestial -Tragó saliva-. Están sospechando y ya no puedo hacer nada al respecto.

-Convéncelos de que es mentira, que solo son simples rumores de Caídos que buscan venganza -Dijo con firmeza apretando sus puños.

-No se van a tragar esa mierda -Refunfuñó molesto-. Debes darte prisa.

El Caído tenía razón, pero el Ángel debía intentarlo por una última vez, si todos se creían esa pequeña mentirilla tal vez le daría un poco más de tiempo.

-Protégela.

Dicho esto, y sin más que decir, el Caído dio vuelta haciendo su camino con dirección al sombrío bosque perdiéndose en su total profundidad.

Protegerla no era su deber, los Dioses no le habían asignado ese rol.

Pero él quería hacerlo, quería protegerla de la oscuridad.

Aunque estuviera en contra de las reglas.

ELINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora