Tercera

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Hace mucho tiempo que dejé de creer en las palabras de los demás, en las personas. Sobre todo en aquellas palabras y personas que te dicen que siempre podrás contar con ellas. A veces me hago la sorda para no tener que decepcionarme. Creo que las palabras son heridas que nunca se curan. Son disparos que aunque logremos arrancar la bala y secar la sangre siempre nos quedará la cicatriz. Creo que por eso amamos tanto a los perros, porque no nos dejan grietas cuando hablan. Porque no nos desgarran con su voz ni nos anulan con sus gritos. Pero a pesar de todo he seguido creyendo en las personas, tantas como me han decepcionado. Nunca fui cobarde, no en eso. Puede que siempre pecara de entregarme en demasía. He perdido la voz y por eso escribo. Hablo en susurros que se pierden en el aire, que quieren llegar y no pueden. No quiero dejar de escribir, quizá sea la única manera de que alguien me escuche.

Cartas al vacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora