Capítulo 1

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¿Por qué tiene una mujer que callarse sus opiniones? Si los hombres, con toda su educación, ya dicen tonterías, no creo que nosotras podamos quedar peor. También tenemos cerebro, y deberíamos tener el derecho a expresarnos y decir algo más que una crítica al vestido o la actitud de otra persona. Somos criaturas pensantes, mujeres, jamás piensen que su opinión no es importante, mientras sigan creyéndolo, ellos también lo harán. No temas los problemas, a veces, hasta resultan divertidos.

Artículo del libro "Aquello que una dama debe saber" Por:

Una dama con pantalones

Clarice Allen se abanicó con fuerza intentando mitigar el sofoco causado por la gran aglomeración de personas adentro. Cerró los ojos como si así pudiera instar a la brisa de los jardines a acariciar su cara, y suspiró, sintiéndose, no por primera vez, esa pieza que no encajaba ni empujando con fuerza. Y no es que le molestara no encajar, no, lo que en verdad la deprimía, era no conseguir que las demás piezas también desencajaran. Cada vez que Clarice era, literalmente, arrastrada a una velada de esas, solo luchaba contra las ganas de darse golpes en la cabeza. El ambiente la deprimía, la actitud de las persona la deprimía. Todo era muy...deprimente.

Recostándose en una de las paredes de piedra que delimitaban el jardín de la gran mansión, y sin importar que alguien la pudiese ver sola y sin carabina, Clarice pensó que si hubiera nacido con pensamientos normales, no estaría al borde de la melancolía, pero toda Inglaterra, Irlanda, y puede que hasta Escocia, sabían que ella no tenía pensamientos normales, y Clarice no se lamentaba en lo absoluto por ello. Solo lamentaba que los demás fueran tan cerrados, y que su mundo en realidad fuera tan pequeño, que no pudiera expresarse con libertad sin que aquellos que más amaba salieran perjudicados. Y es que si fuera por ella sola, nadie más le dirigiría la palabra. Pero no era ella sola. De su comportamiento dependía el futuro de sus sobrinas, y solo por eso, nada más por eso, no había terminado expresando a voz de grito sus ideas sobre el protocolo para señoritas.

Cada vez que iba a una velada, que salía al parque, o que pisaba lo que no fuera el suelo de su casa, Clarice sentía como la desazón la carcomía por dentro al observar como su mundo giraba entorno a los hombres, solo a los hombres y como ellas parecían tener un papel determinado, y no era precisamente el principal. Le molestaba que las dejaran a un lado, como si no fueran criaturas pensantes, y que su única función vital fuera la reproducción. Siempre le había molestado la idea, pero a medida que iba creciendo, esta se volvía casi intolerable. Clarice sabía que esos pensamientos harían que terminara mal ¿Pero qué podía hacer? De igual forma, no es que le interesara en lo personal lo que la gente pensara de ella, ni tampoco era como otras que andaban buscando marido. No, Clarice ya había aprendido de mala forma que nadie más la podría amar como era en realidad, y era una lección que no podía olvidar. Podría caerles bien, apreciarla quizás, pero siempre habría una barrera imaginaria.

Sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos y el recuerdo de aquella mala experiencia que amenazó con volver a torturarla. ¿Qué le interesaba que ningún hombre la quisiese? No es como si su vida fuera a depender de ello. Admitía que en su fuero interno, siempre había tenido la esperanza de que un hombre se enamorar de ella a pesar de conocerla a fondo, de saber que era...rara. Había crecido en una familia donde predominaba el amor, no era extraño que deseara lo mismo; pero los años le habían enseñado que personas como sus hermanos o amigos de estos, no había en todos lados. Mas bien ya estaban extintos...o casados. Le había tocado quedarse sola, y bien, tampoco es que fuera un sacrilegio. Clarice ya tenía perfectamente planeado lo que haría con su vida y que no hubiera hombres de por medio, no la molestaba en lo absoluto. Ella viajaría por el mundo, conocería nuevas culturas, sería libre y se convertiría en aquella tía que siempre tendría regalos para sus sobrinos. Incluso podía instalarse en algún otro país menos restringido, y formar una escuela para señoritas donde enseñara cosas que si valía la pena aprender, y no solo las formas de comportarse frente a un caballero. Ella creía que en la educación estaba el cambio, y quería impartirla. Esos eran sus planes principales, pero primero, tenía que soportar las dos temporadas que le había prometido a Zafiro que toleraría.

Una dama conflictiva (familia Allen #4) Disponible Hasta El 9 De agosto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora