Capítulo 2

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Si de algo se había enorgullecido los mellizos Allen a lo largo de su vida, era a no dejar jamás que un problema les causara penas en lugar de diversión. Por más que este se saliera de sus manos, Clarice y Edwin Allen siempre lo tomaban con humor, era su naturaleza. No obstante, en ese preciso instante Clarice no veía prudente reírse de haber dicho en voz alta todo lo que pensaba del rey y que este lo hubiese escuchado, pues aunque interiormente sentía cierto regocijo por saber que esa sabandija al fin acababa de escuchar una opinión sincera, no era como si no tuviera instinto de supervivencia.

—Nunca me habían ofendido tanto ¡y mucho menos una mujer! —exclamó el rey furioso.

El tono despectivo tentó a Clarice a decirle unas cuantas cosas más. Es decir ¿Si hubiese sido un hombre, no se hubiera sentido ofendido? Seguramente sí, pero no al nivel de tener una apoplejía como ahora. Después de todo, era una mujer, un ser débil y sin poder de pensamiento quién lo estaba insultando. Alguien que no tenía ningún derecho. Clarice apretó los puños y se mordió la lengua, pero la mirada de odio no la pudo ocultar. Por suerte, Prinny en ese momento ya no la miraba, sino al hombre, que había llamado su atención.

—Estoy seguro, su majestad, que esto es un malentendido. Lady Clarice no quiso decir eso.

"Como si mis palabras pudieran dar pie a malinterpretaciones" pensó Clarice descartando de una que el hombre fuera abogado. No era su mejor argumento, pero tampoco es que pudieran decir muchas cosas en su defensa. Por la cara del rey, supo que pensaba lo mismo que ella.

—¿No es verdad, Lady Clarice? —prosiguió el desconocido.

Ella asintió y compuso su mayor expresión de inocencia. Quien no la conociera, hasta le creería. Incluso el mismo Prinny parpadeó con sorpresa como si por un momento hubiera considerado perdonarla. Luego volvió a su expresión de rabia.

—¿Qué quiso decir entonces? —Preguntó con evidente sarcasmo, enderezando la espalda y provocando que su gigantesca barriga sobresaliera.

Clarice pensó en como podía en como podía tergiversar sus palabras para que "obeso, mujeriego, escoria y vil" terminaran con un significado positivo hacia él.

Se rindió a los dos segundos. Era una perdida innecesaria de neuronas idear como arreglar tremendo lío.

—Me lo imaginaba —dijo el rey con tono despectivo— ¿Se puede saber, Grafton, que hacías con este pequeño demonio? ¿Tienes idea del lío en el que te has metido por estar a solas en su compañía?

Grafton...Clarice intentó recordar algo que se hubiese dicho de él, pero no le era familiar el título. Por otro lado, quizás era porque ahora su mente estaba concentrada en las palabras del rey. Es decir, como si no hubiera sido suficiente con ganar el odio real, ahora cabía la posibilidad de verse comprometida. Lo que le faltaba. No, primero escapaba a América. No se ataría a un hombre por compromiso. No cuando este jamás podría aceptarla. Observó al hombre para ver su reacción, pero la cara de este no había cambiado mucho. Tenía buen control de sus pensamientos. Estaba neutro, y hablaba con el fin de inspirar tranquilidad.

—Solo me ayudaba a abrir cerraduras, majestad. Le recuerdo que no soy parte de un servicio entrenado. Gracias a ella, el objetivo está cumplido.

—¿Y se supone que por eso, no debo mandar a ahorcarla por su impertinencia?

Clarice se estremeció de forma involuntaria ¿Ahora resultaba que por decir la verdad una debía morir? Ella había pensado quedar en la historia, pero no de esa manera. No por un vil gordo mujeriego.

—A veces hay que ser agradecidos en esta vida, majestad— dijo sin poder contener la joven, y se ganó una mirada furiosa del rey. Por otro lado, el tal Grafton pasó una mano por sus cabellos en única señal de exasperación.

Una dama conflictiva (familia Allen #4) Disponible Hasta El 9 De agosto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora