De caballeros y princesas.

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En una aldea del medievo francés, se encontraba un niño apoyado en la empalizada del terreno de su noble, el cual poseía varias hectáreas de verde prado floreado, algunas vacas se veían pastar y a lo lejos se visualizaba una casa donde residía su familia.

El niño observaba atento la marcha de los chevaliers, quienes custodiaban el carroaje de marfil traído de África, impulsado por dos corseles blancos con crines y armadura dorada. Las ventanas del transporte eran cubiertas por una tela blanquecina traslúcida, que sólo permitía apreciar la melena carmesí de la doncella.

El pequeño, maravillado, atravesó el prado a toda velocidad. Con la respiración agitada llegó donde su padre.
Apoya sus manos en sus rodillas y jadea, toma caladas de aire con pesadez y levanta un dedo tratando de hablar.

-Quiero...- jimotea de cansancio- quiero ser un Caballero-. Se pone erguido una vez recupera el aire y su padre lo mira con confusión.

-¿Caballero?-. El canoso reprime una risa -A duras penas llegaste a mí corriendo, muchacho.

-Sí- reafirma el infante -Quiero ser parte de la guardia personal de la princesa- culmina mostrando una sonrisa confiada

-Bien-. Con mirada comprensiva, su padre le pone una mano en su hombro y se acuclilla -Te prepararé para que seas de los más fuertes.

Y así fue. durante años, el viejo que fue escudero en sus tiempos mozos y milites poco antes de su vejez, entrenó al muchacho lo mejor que pudo no sólo en el arte de la guerra, sino también en la forma en la que un noble caballero se debía comportar.

El ya maduro muchacho cumplió lo que se prometió cuando niño, libró las más temerarias cruzadas destacando su valía y coraje, ganándose en el proceso el respeto de sus pares y de sus mayores, como también la confianza del rey quien le brindó la custodia personal de su hija.

La pelirroja era una muchacha solitaria, interactuaba tanto con nobles y plebeyos por igual pero no abría sus sentimientos a cualquiera.
El caballero logró ver su alma desnuda y no se enamoró sólo de su aspecto, le escribía poemas sólo para ella como muestra de su amor y ella estaba encantada.

En un ataque bárbaro al castillo, el valeroso peleó con hasta 20 hombres a la vez para proteger la vida de su amada a toda costa.

Pasó el tiempo hasta que él se llenó de coraje para confesarle sus sentimientos y pedirle su mano, pero lo único que recibió fue un rechazo, rompiendo su corazón en mil pedazos. Sintió que su esfuerzo y dedicación fue despreciado.

Vagó sin rumbo por el pueblo, ebrio de dolor y tristeza; caminó cabizbajo hasta salir del pueblo ycaer abatido en medio de la terracería. Miró el reflejo de la luna en el filo de su espada, la posicionó apuntando al sur y un lago carmesí fluyó por sus ropas de tela fina hasta que todo su mundo se apagó.

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