La paloma y el roble.

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Pequeña paloma blanca que vuela sin rumbo por las fuertes ventiscas de la vida, se posa en un gran roble que brinda una enorme sombra por la extensión de sus ramas. Se posaba a descansar de las tempestades de la naturaleza al cobijo de las verdes hojas del árbol.
No elegía otro arbol; ni un pino, ni un cocotero, tampoco en un fresno norteño o en el sauce llorón. La pequeña ave elegía ese roble en donde se sentía segura, se quedaba hasta que todo se calmase y volvía a surcar los cielos.

El roble observa con recelo las aves que se acercan a su paloma para jugar, y se sentía impotente al no poder aletear junto a ella y divertirse de la misma forma y por eso se esfuerza por querer atraerla a sus ramas. Un día, mientras la paloma volaba sobre él, se dio cuenta de que ella abandonó el nido hace poco tiempo, y que vuela con curiosidad hacia todos lados.
En ese momento comprendió que no debía limitar su vuelo cerca suyo y solo para sí. Se percató de que, si la paloma lo desea, ella se quedará no sólo en los climas difíciles, sino que podría elegirlo para armar su nuevo nido en él.

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