Escritos en el aire

Curiosidad angelical.

El reino de los ángeles es tan blanco como la nieve misma, y más brillante que los relámpagos en las tormentas. Todos en el reino visten prendas blancas, ya sean togas o túnicas, acompañado de una coronilla de laureles verde y un par de alhajas doradas que reflejan el fulgor de las tonalidades blanquecinas.
Tenían prohibido volar más allá de los limites, y si eran descubiertos rompiendo esa regla, quedaban desterrados del reino celestial y condenados a mantener una vida mortal en la tierra.
Una angel estaba aburrida de siempre ver el mismo color a lo largo y ancho del cielo, y planificó con minucia su escapada a la tierra.

Cuando todos dormían y el manto de oscuridad que ofrece la noche se hizo presente, decidió que era el momento perfecto. Su corazón latía con fuerza, estaba haciendo algo prohibido y eso le aterraba por las consecuencias, pero también sus ganas de conocer nuevas cosas anulaba cualquier miedo a reprimenda.

Salió sin más y voló un buen rato hasta llegar a un largo prado, donde se encontraban mortales cantando y bailando unos al lado de otros con gran felicidad y comodidad, quedando maravillada. Le llamó la atención la diversidad de colores que se percibía tanto en el lugar como en la vestimentas de las personas, y sobre todo los colores de sus auras y almas.
Escondió sus alas y de alguna forma consiguió un vestido rosa que llegaba un poco más abajo de las rodillas, tenía un escote en V y parecía tejido a mano por los mosaicos que presentaba. Lo sujetó con un cinturón con círculos de cuero, que a su vez tenían más círculos de cobre en su interior. La evilla, otro circulo de bronce con un diseño floral en su interior y sus pies estaban cubiertos por unas botitas.

Sin más se mezcló con los demás y los mortales la recibieron con los brazos abiertos.

El tiempo pasó y el sol volvía a salir, se tenía que ir y eso la entristecía, pero era una experiencia que nunca olvidaría y que, sin dudas, repetiría.