La Casa De Campo.

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El viaje no fue tan largo como pensé, habíamos llegado a un lugar tranquilo, se escuchaba el trinar de los pájaros y una suave brisa acariciaba mi pelo. No pude ver nada, la vista la traía vendada, pero supuse que ya no estábamos en la ciudad, había menos ruido y la sensación de aire puro, sumado al aroma de flores me daba una extraña sensación de tranquilidad. Caminábamos en fila aún esposados y en silencio. Entramos a un lugar, nos separaron en distintas habitaciones adaptadas como calabozos, allí después de 4 días me dieron un pan sin nada más que solo pan y un vaso de agua. Me sacaron las esposas y la venda de los ojos, sin embargo no había mucho que ver allí.
Al otro día con gritos y puteadas, me despertaron temprano, al salir al exterior me di cuenta que habían más personas allí, unas veinte por lo menos, nos llevaron a un terreno ubicado atrás de la casa donde estábamos y pude ver el paisaje que me rodeaba, estábamos en el Campo efectivamente, rodeado de cerros y verdes árboles. Nos hicieron trabajar la tierra con palas y picotas, vigilados por cinco soldados con ametralladoras. Me di cuenta que nuestro trabajo era solo para mantenernos ocupados ya que solo removiamos la tierra de un lado a otro. A mediodía nos dieron un plato de sopa y antes de dormir un pan y un vaso de agua. Esa era la comida, desayuno no existía, así pasaron los días. Era muy poco lo que podíamos hablar entre nosotros, con suerte nos decíamos nuestros nombres, Raúl, un hombre de edad, me dijo que nos encontrábamos en la ciudad de Parral...

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