Interludio. Memorias de un día distante.

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Solo había pasado unos cuantos días desde mi encuentro con aquella chica, y la volví a ver recién hoy.

Por desgracia, era un día lunes, por lo que en un principio la vi a la distancia entre la multitud marchante a las aulas, en la cual yo también era partícipe. Como corderos a un matadero, como una marcha a la muerte (aunque, después de todo, ¿las clases no son algo parecido a la muerte? Por aburrimiento, claro está).

Nuestras miradas se encontraron por un segundo, ella sonrió y yo aparté la vista.

Sí, puede que mi actitud hacia ella sea inadecuada, pero no soy del tipo de persona que puede crear una amistad de un día para otro. Solo compartimos sufrimiento, no algo más.

En cuanto llegué al aula, nadie me miró ni yo miré a nadie.

O eso creí.

Esperándome a la entrada, estaba ella.

―Llegas tarde.

¿Me estaba reprochando? Solo llegué unos cuantos segundos después de ella.

Solo me limité a hacerle un ademán con la mano, mostrando mi desinterés, y pasando al lado de ella.

Graso error.

Siendo tirado hacia atrás por el cuello de mi camisa, obligándome a ser volteado.

Continuando con su reproche, una escena graciosa y extraña para los demás. Para mí, un martirio.

Aun así, la oí atentamente. Después de todo, ¿podría serme útil este sermón luego? Preferí adquirir un poco la experiencia. Además, se siente bien ser regañado de vez en cuando de manera cariñosa. Y ahí, me di cuenta de que comencé a volverme loco luego de este último comentario.

―Lo lamento, Lara, es complicado llegar a tiempo luego de tener unas noches agitadas; trasnochar afecta mis horarios ―dije, con mi querido sarcasmo que me caracteriza y el que me mantiene sin amigos. Tenía que detener a esta chica antes que algo malo, muy malo, catastrófico, pasara.

Luego de eso, un golpe en mi cabeza me quitó las ganas de seguir siendo sarcástico.

¿Ella me golpeó? Espera… Signos equivocados. ¡Ella me golpeó!

Cuando alcé la vista, ella me miraba con una cara que me decía: «Sigue así, y el siguiente golpe dolerá aún más», y no bromeaba… de eso estaba seguro.

En ese mismo momento, el profesor junto a nosotros miraba la escena, aguantando la risa. Por favor, profesor, estoy siendo amedrentado por una chica, su deber es ayudarme.

El profesor levantó el pulgar como si afirmara algo, ¿qué le enseñan a estos sujetos en la universidad? Luego siguió su camino, diciendo entre dientes: «Qué linda es la juventud…».

Debe estar de broma… Todo debe ser una broma hoy…

Cuando al fin pude liberarme de la chica y sentarme en mi pupitre.

¡Oh! Mi querido pupitre, mi templo sagrado, mi casa, mi guardia antichicas malvadas.

O eso creí.

―¡Hola!

Si esto fuese una caricatura japonesa, en esta escena, mi rostro se hubiese vuelto blanco, un fondo negro, y habría caído mi rostro de lleno contra el pupitre. Y esto último casi lo hago, solo me detuvo la poca cordura que me quedaba.

Ella otra vez.

Pero me mantuve firme y logré sobrevivir el día solo respondiendo sonoros monosílabos.

Y ya al final del día escolar, su sonora y, a estas alturas, irritante voz, me habló por lo que deseaba fuera la última vez en el día.

―¿Quieres ir a caminar hoy?

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⏰ Última actualización: Oct 28, 2014 ⏰

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