Capítulo 1

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Capítulo uno:¿Zeus?

Afrodita

           

              Sentí como mí garganta hacia nudos imprevistos y nerviosos. Mis manos sudaban el bastón de mí paraguas. Mientras yo, en medio de la nada. Esperaba un bus, como la salvación más grande que verían mis ojos en ese instante. Una que otra gota se escabullía hacia mí sudadera, provocando que mí mal genio aumentará. Respiré profundo a girar mis pies hacia la dirección que, con cansancio y pesades veían mis ojos. Pero en el momento que menos pienso, ocurre. El rojo opaco que ya estaba acostumbrada a ver . Se asomó, dando impulso a mí ánimo de que ya no tendría que esperar otros minutos en medio de la parada.

Miré mí reloj de muñeca y lance una maldición en el aire. Cinco de la tarde y yo veía como el bus venía hacia mí con la mayor lentitud posible. Cerré mis ojos, y pensé una excusa para evadir a la supervisora.

"¿Tal vez crea lo del gato negro? " Pensé de  una forma de obviedad. Sí muchas personas creen en ese mito ¿por qué ella no? "¡Claro! Si fuera lo suficiente tonta para creerlo" . Mí subconsciente  abofeteó .

El bus se colocó delante de mí. Cerré mí paraguas y con una sonrisa le dije al chófer que guardará el cambio. Estaba estresada, mojada y frustrada. Pero nunca dejaría que mis emociones de momentos hagan sentir mal a una persona.

Tarareaba la canción de ese momento mientras mis ojos veían como las gotas de lluvia resbalaban por la ventana.

La melodiosa voz del cantante me hacía volver a mí niñez. La calidad tan pura de su melodía hacia sentirme como en casa. A la casa de la familia feliz.

Encendí mí celular, en la pantalla de bloqueo habían llamadas y mensajes perdidos de mí mejor amiga : Hestia.

Y antes que lo piensen. No, no es la Diosa Griega del hogar.

Llegue a mi destino. Resoplé a ver las luces del local completamente encendidas. Miré hacia la dirección donde se escondía el bus con la niebla. Era hora de enfrentar problema como la mujer que era. O por ejemplo, eso es lo que diría mi madre.

—¿Hola? —asomé un poco mi cabeza —¿Hay alguien?

—¿Por qué en las películas de terror siempre hacen esa misma pregunta — y sí, estaba tan elegante y esbelta como siempre. Con su traje negro y cintura de envía . Pechos redondos y espalda derecha. Sonreía, Elizabeth Pellegrini. Mi supervisora.

Antes, mis abuelos eran muy creyentes de la mitología Griega. Siendo ellos habitantes de Grecia. Su obsesión por los dioses norticos, los llevo a tanto. Que a sus propios hijos les colocaron nombres de dioses en su honor. Y más que un simple capricho. Ellos inculcaron una tradición en la familia. La tradición "Itans" que incluye, a cada miembro en tener un nombre sobresaliente en la familia. O como yo lo llamo.

La marca de la vergüenza.

— Por que... — miré hacia unos clientes los cuales estaban confundidos de la situación.

Ella suspiró. Abrió la puerta completamente asustandome en el intento — Entra — su ojos se clavaron en mí —, prepárate . Ya nos atrasamos mucho en hacer los cafés.

Asentí y sin ningún ánimo de quedarme en el mismo sitio . Entre al vestidor con mí cara pálida . De reojo puede ver a Hestia aplicándose un labial rojo, intenso como lo complicada que era en una relación. Abrí mí casillero y sentí su mirada en mí.

— Sí sigues así lo más probable es que te den una patada en el — se levantó, coloco otra capa de rojo en sus labios. Recogí mí pelo negro en una coleta alta.

— Estoy bien Hestia, gracias por preocuparte — rodeé los ojos.

Sonrió  — Bueno, ya que señorita complicada está de buen humor. Tengo chisme — la miré curiosa, dejo su labial aun lado — He encontrado a mí Zeus

La miré alzando una ceja. ¿A qué sé refería que encontró a su "Zeus"?

— ¿Te refieres a tú clic?— negó con la cabeza 

—Me refiero nena  —colocó sus manos en mis hombros  —. A que por fin dejaremos de ser pobres —puse los ojos en blanco. Y mis labios dicieron una perfecta "o".

—Hestia — quite sus manos de mis hombros no muy convencida con lo que me había dicho — ¿Cómo estás segura que tú "Zeus" será capaz de sacarte de está terrible situación? — alcé una ceja al ser consciente de mí sarcasmo.

Su emoción desapareció. En su lugar, su rostro cambio a una expresión pensativa — Un punto para ti — buffo — ¿Ya no se puede creer en los hombres, verdad?— negué.

— Ni en está vida ni en otra  —me crucé de brazos — . Y eso lo aprendí muy bien de ti.

Sus labios carmesí hicieron una mueca formando una sonrisa nostálgica. De seguro recordando en aquellos tiempos que era una dinamita en la preparatoria. Rebelde y libre como ella siempre quiso ser. Pero para nuestra desgracia o suerte. Una parte de crecer es amar y ser amado. Vivir esa experiencia aunque tal vez al final solo te desilusiones y sientas tú corazón partido en dos. Pero como dirían muchos, las experiencias nos forman como seres humanos que somos. Pero nuestra terquedad suele ser más influyente al momento de estar enamorados. Hestia, que solía ser un rayo de sol, se volvió una nube gris de llantos y vacíos hace dos meses. Cuando su futuro ex esposo la había engañado con su vecina en una fiesta de solo trabajadores.  Para ella, el amor era invencible, hasta que por su propios ojos. Visualizó aquella traición que la quemaba por dentro. Un dolor que la marco para toda su vida y ahora, para llenar ese vacío después de llorar noche tras noche. Va en fiesta en fiesta buscando a lo que ella nombró por : Zeus.

—¡Afrodita! —Hestia llamó mi atención señalando la entrara — Tú papi chulo —sonrío traviesa.

Me quedé estática en mí mismo lugar por unos segundos. Mí corazón empezó a latir muy rápido y mí respiración se aceleró. Mí cuerpo me lo estaba indicando y yo ya lo sabía. Había llegado la única persona que hizo que mi corazón brincara al solo saber que él estaba aquí. Su presencia me atemorizaba como a la misma vez suspiraba a cada paso que él daba.

Mí eros.

Eros representa la pasión sexual y el deseo. Y como tal, el amor.

Desde pequeña mí madre siempre me decía que algún día encontraría mí eros, mí otra mitad.  Pero nunca llegue a creer en las cosas que mí madre me decía, hasta que lo vi a él.

Pestañeé varias veces al encontrarme ya en el mostrador. Viendo a todos hablar y conversar animadamente, mientras disfrutaban el aroma del café caliente y el chocolate que se mezclaba con las galletas recién horneadas. Hestia atendía a los clientes, mientras que los reubicaba en cada mesa. Las demás meseras caminaban ligeramente sobre los niños que jugueteaban por los pasillos.

—¡Afrodita! — escuché la voz de la supervisora. Giré mi rostro de inmediato —¿Qué haces observando a todos ? Este trabajo es de rapidez. Necesito que dejes de pensar tanto y poner a funcionar esas piernas — chasqueó sus dedos.

Asentí y rápidamente agarre el jarrón de café caliente. Y empecé a servir café por todas las mesas que me llamaban. Y en todo mi agite en servir por todo el lugar, una voz gruesa me llamo. Y sin levantar la mirada, servi el café caliente en la taza de porcelana. Al sentir su "gracias" por la parte del hombre. Levanté mí mirada con una sonrisa mostrando mis dientes.

Y ahí fue, cuando sus ojos azules profundos me miraron por primera vez.

A Través Del CoffeeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora