Capítulo 2

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Capítulo dos


            Nuestros ojos estaban hipnotizados observándose por completo. Su mirada era tan fría como cálida, y era lo que me impidía  dejar de mirarlo . Él desvío su mirar hacia sus pantalones. Todo mí mundo regreso en si cuando su expresión era completamente de disgusto. Después de ver cómo rechinaba la silla al brusco movimiento de él hacía atrás, reaccioné. Mirando hacia la parte de abajo.

Mis manos temblaron y mí cara blanquecina tomó un color más pálido. Había mojado los pantalones de café caliente al chico de ojos azules. Agarre las servilletas de su mesa y con impulso desesperado. Me dirigí hacia su zona. Me mordí mí labio inferior al tocarlo.

— No — un monosílabo salió de su boca. Ya deteniéndo mí mano con un leve apretón. Levanté mí mirada para verlo, pero en cambio. Él solo veía hacia abajo  — . Puedo solo — musiquio.

Respiré profundo —En verdad lo siento mucho —agarré otra servilleta. Estirando mí brazo para que él lo pueda agarrar.

— Sólo la próxima vez no veas tanto al cliente — me sorprendí por su repuesta.  Estaba completamente muda, ¿que insinuaba?

— El consejo es para los dos en esté caso — continúe esperando su mirada en mí —. La próxima vez no sé acerque tanto a una mesera a punto de que sus respiraciones se mezclen — le dejé las servilletas en fila mientras me alejaba. Una risita salió de mis labios a ver de reojo como levantó su cara sorprendido.

Me coloqué detrás del mostrador para ayudar a las chicas en atender a los clientes, mis manos temblaban suavemente. Estaba tensa y con mi pulso acelerado. Las horas pasaron y aún así, había algo que me tenía los nervios de punta. Él había terminado su taza de café y las galletas sin azúcar que había pedido. Su brazos cruzados y sus piernas ligeramente dobladas. Su mirada, no estaba tan perdida como regularmente sé veía. Ahora, su curiosa y profundo mirada estaba clavada en mí. 

—Todavía no deja de verte —Hestia susurro al terminar de atender a una pareja de ancianos.

— Lo sé — suspiré. Termine de hacer la forma de un corazón al capuchino —. Mis manos tiembla ligeramente — empaque la bebida en una bolsa. Dándole una sonrisa al entregar el pedido a la persona.

—¿Por qué no conversan?— la miré. Ella se encogió de hombros — Tal vez quiere tener una amistad contigo.

—No tendríamos temas de que hablar  — bufé.

—Tal vez tú no, pero tal vez llegues a tener una sorpresa sí lo intentas — sonrió con una ceja alzada.

La miré agotada — Solo son suposiciones.

Miró hacía él — . Tienen que conocerse. Hazle caso a la voz de tú conciencia.

Puede que Hestia tenga razón. No perdía nada con intentarlo.

Suspiré. Tal vez a terminar pueda saber la respuesta de su intensa mirada.

Marco las diez de la noche, las personas eran pocas y el café estaba apunto de cerrar.  Las chicas una por una se despidió. Dejándome de última para cerrar todo. En cambio, al chico. Ya no estaba, al terminar de despejar la barra su puesta estaba vacío. Algo que me desilusionó un poco. Estaba dispuesta habla con ese chico cautivadora. Una de las chicas había visto que sé iba con un hombre completamente vestido de traje y de abrigo negro. Así que tal vez no solo yo tenía trabajo a estas horas de la noche.

Era viernes, normalmente en Venecia la cafetería cerraba más tarde, pero al parecer hoy fue distinto. Todo a ido diferente en este día.

Agarre mi bolsa del casillero, cerrándolo de un golpe al estar lista para salir. Hestia, fue unas de las primeras en irse. Tenía personas esperando por ella para una noche de fiesta, ella corriendo llegó hacia mí y con un acalorado abrazo, se despidió.

Me despedí de la supervisora con una pequeña sonrisa y un adiós con mí mano. Ella a lo contrario, sólo asintió con la cabeza para seguir cerrando todo el local.

Coloque mí paraguas en mí mano derecha, y con rapidez empecé a caminar por las calles oscuras. Pero como ya era costumbre, al estar sola podía pensar, llegar más rápidos los recuerdos. Y como olvidar, cuando un día fui a los comercios de compras con Hestia. Ese día todos hablaban de un entretenido nombre : Múller.

Todos murmuraban ese nombre por doquier. Los comerciantes por lo contrario, nunca los llegaban a mencionar. Hestia, a ver el furor que ocasionaba aquella palabra. Empezó a buscar respuestas, a lo que al final. Quedó muy satisfecha.

Los Múllers, una familia de extranjeros Alemana, habían llegado hace dos meses a las tierra de Italia. Empresarios bastantes influyentes para los comerciantes, pero había una historia más allá que circulaba a los alrededores de Venecia. El pequeño Múller, nacido de una infelicidad y condenado a la desgracia.




Hola preciosas, ¿cómo les está pareciendo esté nuevo transcripto? Hago todo mí esfuerzo para que se entienda cada escena y todo sea legible. En mí opinión, me gusta más cómo está quedando sin exagerar.

Estoy corrigiendo errores por lo tanto ustedes pueden decirme en donde hay un error. Estoy reescribiendo pero a veces sé me llega a olvidar corregir.

Sí les gusta como está girando esta historia, no se olviden de darle una estrellita  "✮" después de todo, ustedes son los que me motivan en seguir con está historia.

A Través Del CoffeeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora