Y entonces abrumado por la inmensidad del océano recordé aquel beso que se convertiría en el último, aquel beso que rompería los estratos del tiempo, haciendo que los segundos sucedieran a las horas, aquel último beso que partía acompañado de la sutil melodía que creaban las cuerdas de una guitarra.
En aquel momento la belleza se convirtió en lo único que tenía sentido, la luz cegaba mis ojos, la sutil melodía acompañaba al basto paisaje que se alargaba sobre el horizonte, mezclándose en el final de todo lo visible, desbordando todos mis sentidos en la cascada marina, transportándome al límite de la belleza, aquella franja que la belleza no puede traspasar sin convertirse en dolorosa. Me encontraba en el epicentro de todo, así que aguardé sentado hasta que no pude soportarlo más, fue entonces cuando me mezclé con el viejo olvido al que abracé como si no hiciera tanto desde la última vez en la que se cruzaron nuestros caminos y caminé junto a el, hasta llegar al lugar más alejado posible que pude imaginar, para así poder perderme en la bruma del tiempo, donde poder sucumbir ante el adormecer de la melodía marina.
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Cartas a la muerte
PoetryRecopilación de textos de diversa índole, en razón a los dolores y tormentos de la existencia.