Sus llantos mudos componen el pentagrama del bucle, sus vidas narran la historia jamás contada, todos se creían especiales hasta que sucedió, inconscientes no disfrutaron de lo inevitable, como una hoja sin filo aquella idea se tornaba imposible en sus cabezas ya que ellos eran la excepción de las excepciones, que insensatos al creer que podrían cambiar la única dirección que todos seguimos. Sus rostros se tornan inocentes ahora que los veo en silencio, ahora que veo tras ellos sus miradas se han vuelto huecas y sus corazones pequeños, lo que queda de ellos nos aguarda, y lo que no se enterró juega junto al olvido en el mar de los momentos. Como un niño corriendo por la orilla sus vidas se escapan ante sus ojos y ellos siguen sin creérselo. Sus acompañantes ya les guardan el sitio, pero ellos siguen corriendo, alargando lo inevitablemente obvio. Hasta que aquella suave sensación se apodera de lo que para ellos era inapoderable y canta la nana en la que el sueño se hace insoportable, la que avecina el tierno descanso ya el fin de todos los momentos.
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Cartas a la muerte
PoesíaRecopilación de textos de diversa índole, en razón a los dolores y tormentos de la existencia.