Capítulo Primero ''Los cinco''

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Despierto. Me encuentro tirado en el suelo sin poder respirar. Un zumbido retumba en mis oídos y apenas puedo escuchar mis pensamientos: «¿Qué demonios hago tirado en un claro de bosque?». Intento levantarme, pero mis brazos no tienen fuerza, tiemblan, y para antes de darme cuenta, estoy tendido de nuevo en la húmeda cama de barro que tengo bajo mi espalda.

Cierro los ojos, el zumbido se disipa y logro escuchar un grito que proviene de un árbol a unos cuantos metros de donde estoy. Abro los ojos instintivamente. Aquél grito hace que mi cuerpo recobre su energía y me pongo de pie con ayuda de un bastón pulido de madera tirado junto a mi, me llega casi a la barbilla.

—¡Hey tú, grandulón!—Le grito al hombre que está a punto de tomar por el cuello a la chica rubia recargada en el  tronco de un árbol próximo.

El hombre de gran cabellera negra risada y que, a simple vista, media no menos de dos metros de altura, se detiene al escucharme y voltea su cuerpo lentamente para observarme mejor. No sé muy bien lo que hago, pero no paro de mirar al  hombre conteniendo la respiración.

El hombre vestía ropa vieja, calzado roto y le brotaban gotas gigantes de sudor por las sienes. De pronto tan solo alzó su brazo contra mí, logro ver su muñeca la cual lleva una pulsera de cuero entrelazada de color café e, incrustada en ella, se asoma una pequeña roca semitransparente que emite un extraño brillo obscuro.

—¿No tuviste suficiente conmigo?—Pregunto en tono burlón, mi voz esta entre cortada. Las heridas de mi frente sangran y siento la mescolanza entre sudor y sangre bajar por mis mejillas. El tipo solo me mira con unos ojos negros sin expresión.—¿Ah?, ¿te vas a quedar ahí parado sin hacer nada?

Cierro mis parpados y lo primero que viene a mi cabeza es una esfera de fuego. Un hormigueo viaja a través de mis músculos, pasa por mis brazos y llega hasta las puntas de mis dedos. El zafiro que tiene incrustado en la parte superior del bastón empieza a brillar y  de un momento a otro una bola de fuego sale disparada rompiendo el viento del claro e impactando en el pecho de aquel hombre. ''¿Que demonios...?'', pienso dejando caer el largo bastón al suelo. Vuelvo mi mirada al hombre, que al parecer, no le ha hecho ni cosquillas. 

-Te arrepentirás...

Y sí, la verdad es que si me arrepiento ya que tan solo levantó su mano, chasqueó los dedos y de la nada, sin inmutarse, salió de su piedra, una bola gigantesca de fuego azulado que parecía aun mas mortífera que la que yo lancé primero.

-Oh, oh... El grandulón se enojó...

Con un hábil lanzamiento de pícher arroja la pelota de fuego por todo el bosque, tan rápido que el viento cortaba tal y como un látigo lo hace antes de impactar con algún objeto. Lejos de poder reaccionar a tal situación inevitable, impacta como una bala en mi abdomen haciéndome volar por los aires. Aterrizo con mi espalda un par de metros atrás... El cuerpo no me reacciona y mi respiración empieza a ser cada vez mas lenta...

A lo lejos escucho las carcajadas del hombre y los sollozos de la chica.

De pronto, sin previo aviso, una ráfaga de viento irrumpe el bosque haciendo tronar a los arboles de al rededor. Hombres y mujeres llegaron al lugar rodeándome con una luz amarillenta parecida al cristal. El sonido se apago, pero podía ver como rayos de luz parecidos a los truenos de una tormenta eléctrica pasaban por encima de mi... Poco a poco la vista se me fue yendo hasta... hasta que pierdo el conocimiento... 

                                                                                        ♦ ♦ ♦

Cuando despierto, clavo mi mirada en el techo color blanco. De el, cuelgan esferas de cristal encendidas para iluminar el lugar. Hecho una mirada a mi cuerpo y diviso varios cables pegados a mi frente y brazos, los aparto para poder sentarme en el filo de la cama. Las sabanas se sienten cómodas, están frescas y de un color blanco parecido al mármol. Respiro profundo, examino el lugar con la mirada, parece ser algún hospital pero... Sin ventanas a simple vista... No hay ningún reloj colgado, ni en las mesas de noche. Genial, no tengo idea de donde estoy ni que hora es. Trato de levantarme de la cama pero las piernas me tiemblan, no estoy seguro si puedo levantarme sin ayuda.

LOS CINCODonde viven las historias. Descúbrelo ahora