He tenido que escribir catorce novelas de terror...

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"He tenido que escribir catorce novelas de terror antes de poder escribir una de humor".

Así comenzaba el prólogo de la novela. Nada en la vida de Agustín había sido sencillo. Había trabajado desde los quince años y sabía muy bien lo que era ganarse cada peseta con el sudor de su frente. Al contrario de lo que pueda pensar la mayoría de la gente, en los países del llamado primer mundo también se pasa hambre, tal vez no se llegue a morir, pues siempre se puede sobrevivir con pan duro o como llevaba Agustín los dos últimos años a base de macarrones lavados con un poco de tomate frito por encima, nada de lujos, ni salchichas, ni tomate Orlando. Puede que aquí la gente no muera de hambre, pero se muere de depresión y de asco...

Rodeado de pobres diablos, alcohólicos, drogadictos, traficantes y aún así los consideraba su gente, pues había visto como aquellos desgraciados, eran capaces de robarte la cartera para después gastarse el dinero en comprar comida para los hijos del vecino. Cuando a la familia del primero le cortaron la luz en pleno invierno, Luisito, el camello del cuarto, que subsistía con pan mojado en aceite, vino a granel del barato y cajetillas de tabaco africano. "La venta de marihuana no le daba para más". Lanzó una manguera por su ventana, del cuarto al primero, compartiendo su electricidad.

Muchas veces recordó lo que le dijo un sargento nada más ingresar en el ejército para realizar el servicio militar obligatorio:

- No os preocupéis por las novatadas, aquí las putadas las hacemos nosotros.

Cuando los golpes vienen del interior, cuando el enemigo es tu propio gobierno, las minorías, los marginados y oprimidos, se unen como hermanos. El infierno es más acogedor cuando los diablos te aceptan en la familia.

Un brindis al sol con vino barato: El propósito de año nuevo del toxicómano, alcohólico, camello, ratero y el de la prostituta de comenzar una nueva vida. Pero nadie escapa al infierno, tal vez Dante Alighieri en La Divina Comedia, y era eso, una ficción, una novela, una comedia.

Peldaños desiguales en la espiral descendiente

Peces en una pecera, hormigas en un terrario o ratones de laboratorio recorriendo un laberinto. Puede que nuestras vidas no sean más que eso, una prueba para ver si encontramos el queso.

No hacer nada, la solución más sencilla, pero al final el tiempo nos empuja a realizar actos injustificables. El egoísmo, el miedo, la falta de empatía y el peso del paso de los años. Terminar deseando a la mujer joven del vecino, robar la herencia a los hermanos, caer en la adicción de cualquier droga que nos nuble el juicio.

Justificar lo injustificable y seguir adelante de rodillas, a gatas o arrastras como gusanos. No se puede preparar la carrera, dosificar las fuerzas, cuando se desconoce la distancia; cuando no se sabe dónde está la meta.


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