— ¿¡Dónde estás!? ¡Gyeong, contesta, por favor!
Los gritos de la chica se hacían cada vez más dolorosos para la gente que se asomaba por las ventanas para ver lo que sucedía. Algunos sabían lo que sucedía, y otros no tenían ni la mínima idea, y solo la miraban con lástima. Casi todo el vecindario había visto la última noticia, y no hacía nada. Nadie le ayudaba, nadie. Ella estaba sola.
Le dolían las piernas, pero simplemente seguía corriendo. No iba a ir a la policía, ella aún tenía esperanzas.