Capítulo 4

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Emma había pensado muy seriamente cancelar la salida esa noche, pero Cat no se lo había permitido, alegando que ahora que tenia su atención no debía descuidarse y mantenerla viva.De todas maneras hubiera dado igual, ni Lord Bart ni Lord Marcus hicieron acto de presencia en la noche musical de Lady Sthell y tanto Cat como Emma se vieron rodeadas de caballeros, compitiendo entre ellos por satisfacer todas sus necesidades, pero no consiguiendo llamar la atención de ninguna de ellas.


Bart había pasado a recoger a Marcus muy feliz, había conseguido averiguar donde iban a estar Emma y Cat esa noche, y aunque Lady Sthell era una anfitriona horrorosa, estaba dispuesto a hacer el esfuerzo de aguantarla con tal de ver a las damas, pero Marcus no se encontraba de mejor humor y se negó en rotundo a acompañarlo.


Al final dejo que le convenciera para que fueran a uno de los clubs a jugar a las cartas, en lugar de a la tediosa velada musical.

Lo que a ambos les sorprendió, pero no comentaron en absoluto, fue que en ningún momento, tuvieron contacto con otras mujeres, ni lo buscaron y se retiraron a una hora decente completamente solos a sus respectivas camas.


Todo Londres se escandalizaría a la mañana siguiente si se enteraban. Sus dos mayores libertinos, habían pasado una noche sin ninguna mujer entre sus sabanas, asombroso.Dos días después, Emma y Cat cruzaban el umbral de la casa familiar de los Duques de Aurbit, donde esa noche se celebraba el baile anual con el que la Duquesa obsequiaba a sus amistades de Londres.


Ambas sabían que esa noche Bart y Marcus estarían en el baile, seria la primera vez que les vieran desde su paseo por el parque y ambas sospechaban que esa noche seria decisiva para el destino de sus vidas.


Así que ambas ocultaron el nerviosismo y la expectación que las dominaba y anduvieron con paso firme hacia el salón, donde se mezclaron entre los invitados.


Emma llevaba ya más de tres horas en el baile, atendiendo a los diferentes caballeros que la rodeaban y las damas con cortesía y la mejor de sus sonrisas, no había dejado de bailar en toda la noche y comenzaba a sentir los efectos del cansancio.


Apenas si había visto a ninguno de los condes, que se mantenían alejados de ella, lo que le producía un mayor nerviosismo. Ya que a pesar del alejamiento podría jurar que no dejaba de mirarla ni un momento, pero se negaba a volver la cabeza hacia él para comprobarlo.


Se excuso ante sus compañeros y salio del salón rumbo al tocador de señoras.


Marcus se había mantenido a distancia conversando con los caballeros y entreteniendo a las damas que le acosaban, pero en ningún momento dejó de vigilar cada uno de sus movimientos.Lo cierto es que no se atrevía a acercarse a ella, por más que lo deseara, por miedo de ser objeto de sus desplantes, no estaba dispuesto a que lo pusieran en ridículo en su propia casa, Bastante lo ridiculizaban ya, sobre su persona y sus cambios de hábitos como para darles un motivo más con el cual especular.


Después de tres horas vio como Emma abandonaba el salón y decidió que esa era su oportunidad, se excuso con su acompañantes y salio del salón por las puertas que conducían al jardín, situadas a sus espaldas.


Para volver a entrar por una de las puertas de servicio que conectaba directamente con la galería, fue hacia el tocador y el salón de las damas, donde suponía que Emma se había refugiado y decidió esperarla en la esquina, lejos de las miradas curiosas del resto de las damas.

La Novia OlvidadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora