El asistente

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Como cada día, se levantaba temprano a preparar su traje, se prepara el mismo desayuno, pule sus zapatos, toma una corta ducha con agua fría y finalmente se viste, peinando su cabello de la misma forma. Toma el mismo autobús, a la misma hora y llega siempre puntual a su trabajo, asistencia perfecta desde que comenzó a laboral, ni una sola falla. Siempre la misma rutina durante los últimos 10 años, y es que nadie podía culparlo, Steven Grant Rogers siempre ha sido un alma vieja, ordenado y siempre responsable como los adultos en las épocas antiguas.

–Despedido.– Musitó el viejo hombre frente a él, un hombre calvo y con una gran panza, símbolo de las riquezas que poseía.

–Pero...– Rogers no pudo pronunciar otra palabra, pues el hombre lo había callado cuando dejó caer la caja con sus pertenencias. Sin objeción alguna, el rubio tomó sus cosas y salió de la oficina desganado. Varios de sus compañeros habían sido dados de baja recientemente, y junto con el, James Buchanans Barnes, su viejo compañero de colegio y universidad, compañero de trabajo y mejor amigo.

Le había entregado a esa empresa diez valiosos años de su vida, prácticamente su juventud completa para que le pagasen de ese modo. Muchos otros de sus compañeros habían dado el mismo tiempo, e incluso mucho más tiempo, solo los que tenían menos de dos años en la empresa, aquellos que eran llamados "mentes jóvenes" habían permanecido, pues permitirían a la empresa crecer con sus nuevas ideas.

–¡Es una putada!– Se quejó Barnes, recibiendo una reprimenda por parte de Rogers debido a su vocabulario. –Es que, Steve, eres el mejor empleado, con el mejor score y fuiste despedido.– Solo pudo responder con un encogimiento de hombros, su jefe, es decir ex jefe, sabía el porqué de las decisiones y no era nadie para cuestionarlo, mucho menos si ya no pertenecía a la empresa. –Al menos la liquidación fue bastante buena, me servirá para vivir unos meses antes de encontrar trabajo, ¿que harás tú, compañero?–

–Creo que conseguiré otro trabajo, el dinero me servirá para invertir en algún negocio, siempre he querido mi galería, pero creo que con esto no será suficiente.– Señala el cheque para guardarlo bien, no quería perder el dinero que se merecía después de haber dado tanto y recibido tan poco.

–Siempre tan responsable, cap.– "Cap" o "Capitán", así le habían apodado sus compañeros debido a su don de liderazgo, y a qué James se había acostumbrado de esa forma desde la escuela media, donde empezaron a jugar footbal y Steve era el capitán del equipo. –Vamos, un poco de diversión, relajación, acción y todo lo que termine en -ción, te hará bien.–

–No lo sé, Buck, ni estoy hecho para eso, lo sabes. Creo que comenzaré a buscar un nuevo trabajo ahora mismo.– Le dio un último trago a su cerveza y tomó su caja de pertenencias, para retirarse del bar, no sin antes despedirse de su mejor amigo. Bucky tenía razón, era un golpe bajo lo que les habían hecho, sobre todo después de tantos años de entrega total. Rogers se sentía impotente y como una basura, se sentía que le habían mal agradecido.

Una semana había pasado justamente después de haber sido despedido, una semana justa cuando encontró un trabajo como secretario personal de un importante CEO que había quedado impresionado con su currículum, por lo que quedó contratado de forma inmediata. Industrias Stark era el nombre de la empresa donde había empezado a trabajar, una gran compañía dedicada a la fabricación y venta de artículos para hospitales, líder mundial en el ramo. Steve conocía muy bien el nombre de esa empresa, pues en su anterior trabajo se dedicaba a la venta de artículos y medicamentos a hospitales.

Varios días habían pasado desde que se encontró por primera vez con su nuevo jefe, quien era nada más y nada menos que Anthony Edward Stark, el hombre más codiciado de toda América, y se atrevía a decir que del mundo.  Rogers se sabía un hombre atractivo y estaba consciente de que robaba miradas por donde quiera que pasara en el edificio Stark, sin embargo, no era algo a lo que le tomaba importancia. No, hasta el día en el que las miradas se desviaron hacia el atractivo castaño que salía del elevador y la mirada fija en una tableta. Parecía hablar al aire, solo porque de su oreja colgaba un pequeño audífono con un micrófono, fue que se dio cuenta que hablaba por teléfono. Todos lo saludaban al pasar y él castaño solo les daba una sonrisa o un asentimiento de cabeza.

Mis momentos favoritosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora