Pingüinos

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Este primer One-Shot va dedicado a mi Sarah, quien me dio la inspiración y los ánimos para empezar a escribir estas historias. Gracias. <3


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Habían pasado ya varios años desde que Peter llegó a sus vidas. Pareciera que hubiera sido apenas ayer cuando acogieron a ese pequeño risueño de comentarios listillos. Pero ahora estaba ahí, de pie recibiendo el diploma al mejor promedio de la generación, se había graduado de la preparatoria con honores. Y eso enorgullecía a aquellos dos hombres sentados entre el público, uno de ellos llorando a lágrima suelta y el otro siendo un poco más disimulado, pues sabía que a su retoño le avergonzaba que hicieran tales escenas.

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Era una fría noche de invierno en la ciudad de Nueva York, una de las noches más frías hasta la fecha, según las estaciones meteorológicas. Era el segundo pequeño del matrimonio Parker, una pareja que antes lo tenía todo y ahora se encontraba en la ruina total debido a unos malos movimientos de Richard Parker. El pequeño de 6 meses apenas y podía balbucear, y sostener algunas cosas pequeñas con sus manitas. Reía y jugueteaba con quien sabe qué mientras sus padres, en mayor parte su madre, se lamentaban el tener que dejarlo a su suerte, claro que le dejaron unas mantas y ropas vejas y remendadas para que se mantuviera caliente, pero en esas frías calles no había un alma que quisiera arriesgarse a salir cuando podía quedarse en la comodidad y calidez de su hogar.

Mary le dio un último beso a su pequeño y, dejando una pequeña nota, corrió hacia los brazos de su marido y soltó el llanto contenido cuando su hijo mayor le preguntó por su hermanito. Ninguno de los dos sabía cómo contestarle a su hijo sobre la dura situación en la que se encontraban y la difícil decisión que debían tomar al respecto.

Los Parker se alejaron a paso lento del lugar donde habían dejado a su pequeño desprotegido y a su suerte. Después de unos cortos minutos, los Parker habían desaparecido de la vista, y tal vez de la faz de la tierra, al menos lo que sí era seguro, es que habían desaparecido de la faz de la existencia del pequeño Peter.

Las risas resonaron por aquel callejón vacío, nada pudiera ser mejor que caminar en pareja en un día nevado. Ambos bromeaban pateando la nieve con la intención de llenar al otro con esta, se empujaban de manera juguetona al otro para finalmente abrazarse y dedicarse un tierno beso.

Steve y Tony llevaban ya casi 8 años de conocerse, 7 de pareja y 2 años de casados. Tenían muchos planes a futuro y entre esos estaba el formar una familia con un pequeño retoño al que pudieran educar, amar y cuidar, pero jamás se imaginaron la forma en la que todo esto sucedería. Entre sus propias risas resonó lo que parecía ser la risa de un bebé, se miraron durante unos segundos y ambos encogieron los hombros a la vez, imaginando que pudiese ser de alguna familia que ocupara alguna casa cercana, muy cercana.

–¿Te imaginas que aquella risa fuera un pequeño que llevase nuestros apellidos?– Preguntó el castaño con cierto brillo en los ojos. Steve no dudó en darle un profundo beso y murmurar que algún día ellos podrían cumplir ese sueño, pues sabían que ambos podrían darle una vida digna a su futuro hijo.

Las risas infantiles se volvieron a escuchar una vez más, pero esta vez más cerca, ninguna ventana se encontraba cerca esta vez como para que se pudiese escuchar ruido alguno proveniente de alguna casa. Un grito de emoción causó un sobresalto en la pareja, sobre todo cuando ambos encontraron el lugar de donde provenían aquellos chillidos, risas y balbuceos. Un cesto colocado sobre la nieve dejaba entrever unos mofletes ya rosados por el frío, a pesar de la baja temperatura la mirada risueña de aquel bebé no dejaba de observar todo a su alrededor.

Mis momentos favoritosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora