Mis momentos favoritos

Tanto

Advertencias: Angst.
Por favor, no odien a ninguno de los personajes.
Es una historia que me vino a la mente mientras me estaba bañando esta mañana y escuchaba una canción. Perdón por las emociones. ;-;

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Steve Rogers, un veterano de la Segunda Guerra Mundial, en su momento fue un chico astuto, pero débil y enfermizo cuya lealtad e inteligencia le hicieron ganarse la oportunidad de ser el primero en probar el suero del súper soldado. Un suero que hacía que todas las capacidades se vieran potenciadas hasta su máximo. Fue así, que con su ayuda lograron ganar la guerra y restablecer la paz, no sin algunos sacrificios. Su mejor amigo fue sacrificado y él quedó congelado durante 70 años hasta que fue descubierto nuevamente. Fue entonces cuando conoció al amor de su vida.

Tony Stark, un multimillonario, Playboy y filántropo que, más allá de ser un don Juan, era todo un Casanova. El hombre sabía como hacer sus conquistas sin que nadie más se enterara y sabía como hacer que regresaran fácilmente hasta él. No fue hasta un accidente en Vietnam cuando se dio cuenta de la realidad, sus Armas estaban siendo comercializadas de manera clandestina al enemigo y el gobierno le culpaba por completo. Durante un secuestro en el que su vida pendía en peligro, logró materializar el sueño de su padre, el reactor Arc. Poco después, su industria dio un giro de 180° y se convirtió en embajador de la Paz. Fue entonces que lo llamaron cuando el descubrimiento del siglo había sido; su héroe de la infancia seguía vivo.

Steve Rogers y Tony Stark, eran una pareja poco convencional, se amaban con locura al punto en el que uno podría dar su vida por el otro. Pareciera que para ellos todo era felicidad. Tony era un romántico empedernido que se encargaba de enamorar todos los días a Steve, quien era el único que conocía la faceta dulce del castaño. Steve era un hombre chapado a la antigua, el romanticismo se le daba como si fuera parte de su ser, de todas formas, se esforzaba cada día para demostrarse su amor a Tony.  A pesar de todo, a Tony siempre le costaba mucho esfuerzo tanto romanticismo, pues se educó de una forma en la que nunca supo lo que era demostrar el afecto, aunque el estar con Steve se lo hiciera un poco más sencillo.

Era el aniversario número 5 de su relación. Tony había organizado la cita perfecta, una cena romántica con velas, un paseo por la ciudad bajo la luz de la luna y para finalizar, una noche en la suite más lujosa del hotel más caro de la ciudad. Ambos se la habían pasado de maravilla, cenando los platillos favoritos del capitán, quien era alguien difícil de satisfacer si de lo culinario se trataba.

–Te amo tanto, Steve. Que no encuentro las palabras para decirlo...

–Tony... ¿alguna vez has contado todas las estrellas?– preguntó el rubio sentado bajo la luz de la luna.

–Pues... no, pero soy un genio, puedo calcular...– Steve inmediatamente puso su mano sobre la boca de su novio y lo miró a los ojos.

–Entonces, cada vez que caiga la noche, cuenta todas las estrellas en el universo. Cuando hayas terminado de contar todas, súmale una más. Solo hasta entonces, te dejaré de amar.– El castaño no pudo evitar las lágrimas que rodaron por sus mejillas. Ese hombre frente a él era el amor de su vida y todos los días lo comprobaba. 

Los besos no se hicieron esperar, se acariciaban mutuamente como si el otro fuera a romperse, ninguno aguantó la desesperación, Tony fue el primero en separarse y tomar la mano del rubio para llevarlo al auto y de inmediato al hotel. Steve hizo cierto reparo en la forma en la que el castaño había decorado la habitación para ambos, pero los besos desesperados de su novio, hicieron que obviara todos pétalos y las velas para que pasaran a lo que realmente necesitaban ambos.