Para cuando abrí los ojos, todo estaba oscuro. Nada se podía ver, por más que tratara.
Solo una basta oscuridad era lo único que me rodeaba.Y entonces los noté. De repente creí ver en la lejanía a gente, con lo que me quise acercar. Lo que no sabía es que una vez cerca, no pararía de preguntarme quienes eran.
Siete personas, paradas en círculo, con sus miradas perdidas en la nada. Pero un lugar en esa ronda faltaba, justo en frente mío.
Y tras dar un paso acercándome al que parecía mi lugar, como si eso los hubiera desconectado, se giraron a verme.Nadie dijo una palabra, nadie explicaba nada, y sus miradas eran fijas en mi, como si nadie estuviera conciente.
Entonces mi instinto gritó.
No por peligro, tampoco por miedo, ni por asco, ni disgusto. Mi instinto gritaba que ellos eran conocidos míos, que eran cercanos a mi, que de alguna forma nadie allí era un extraño.
Y yo sentía que no estaba equivocado, por más confuso que eso fuera.Era como esos momentos en un sueño donde ocurre algo completamente fuera de lo normal, pero no lo sientes fuera de lo común, como si tuviera sentido. Sentía que eran algo natural, y cuando comencé a pensarlo detenidamente, por alguna razón supe cosas de ellos como si de amigos se trataran.
Entonces voltée a mi izquierda.Una niña pálida como la nieve, de cabellos negros y una tela usada de vestido, desgastada y vieja, resaltó a mi vista. Pero no por estas características, sino por sus ojos. Sus ojos negros como la noche mas oscura, mas negros que la oscuridad que me rodeaba, pero sobre todo muertos. Parecían un pozo sin fin, estaban vacíos, carecían de sentimiento.
Solo podía pensar en cómo la oscuridad a mi alrededor no era nada comparada a ella, pero no hasta ese momento comprendí. Esos pozos sin fin no eran para traer oscuridad a los demás, sino para absorverla en su mirada, y acabar siendo ella quien cargara esas penas.Quien seguía en este circulo era un chico de ropas blancas. Su cabello y piel también. Era tan blanco que podrías de confundirlo con un ángel. Pero al adentrarse en su mirada sólo podías sentirte pequeño, insignificante.
Esos ojos, casi blancos por completo, solo te dejaban sentirte de una manera. Despreciable, inútil, reemplazable, como si todo reflector que pudiera haberte apuntado antes te ignorara de repente y carecieras totalmente de importancia.
Y entonces fue que comprendí, que todo ese blanco que tiene el chico encima, no era de pureza, sino de orgullo. Un orgullo completamente aplastante. No solo el suficiente para reconocer que él es mejor que cualquiera, sino tambien el suficiente para provocar hasta al más pasivo a actuar, a intentar demostrar su valía de alguna manera.Mi mirada pasó entonces a ver a la siguiente en la ronda. Una chica de cabellos y ojos verdes como las praderas, casi como si de verdaderos pastizales se trataran. Dentro de su mirada, no importa cuánto lo intentaras, sólo podías ver vida, naturaleza en su totalidad. Casi hasta sentí alegría con el sólo ver sus ojos, pero luego también vi su rostro en totalidad, su expresión. Sus ojos en su interior quizá mostraran bondad y amabilidad, pero su expresion no era la de alguien que tuviera piedad.
Y entonces comprendí, que no importaba que tan buena fuera o pareciera, tal como lo es la naturaleza, su rostro era bello pero también cruel, sin importancia hacia los demás, como si de algún extraño sentido de justicia incomprensible se tratara.Cuando voltée a ver a los siguientes, mi mirada no pudo evitar verlos a los dos al mismo tiempo.
Ambos de cabellos y ojos rojizos, como si de llamas se tratasen, dispuestos a consumirlo todo con tal de ellos crecer. Pero una vez veías sus rostros podías verlo. Que ambos eran caras de una misma moneda.
Una joven que a pesar de estar congelada su mirada, era como si me observara detenidamente, analizando cada movimiento, lista para pensar qué hacer si llegara a meterme en su camino.
Y a su lado quien parece su hermano, un joven atletico, que aún teniendo su cuerpo sin hacer ni un movimiento, podía sentir cómo se preparaba para contraatacar cualquier movimiento que yo estuviera dispuesta a hacer, ofensivo o no, sin siquiera dudar en el proceso.
Entre los dos, tenía quizá un enemigo invencible ante mi.Casi con temor, giré a ver a la sexta persona. Un chico de ojos temblorosos, como si viera en mi todo temor que pudiera imaginar. Esos ojos grices, con una gris cabellera, que parecían carecer de valentía y decisión, aún estando quietos como estatua y con ninguna reacción. Pero entonces fue que vi en sus ojos mi reacción anterior, y casi por reflejo, dejé de sentir temor.
Curiosamente, aún cuando seguía confundida en lo profundo de mi ser, algo tan trivial de su parte como no desviar su mirada a pesar de su gran miedo, era demostración suficiente de su valentía, y la valentía que yo debería de tener también.
Con lo que luego voltée a ver a la última persona en la ronda, al lado mío, alguien temible.No llegué a ver su apariencia, y es que a pesar de cualquier valentía que sintiera, la ira en los ojos de este último chico era suficiente para hacerme desviar la mirada.
Su ira, una ira profunda y sin benevolencia. Si los anteriores chicos de rojo eran llamas esperando a consumir todo, éste chico era un incendio. Pero las suyas no eran llamas que quisieran consumir nada para sí, él no parecía buscar crecer ni aprovecharse de nada, sus ojos sólo querían destrucción.Y para ese momento, en que supe quiénes estaban ante mi, me atreví a preguntar.
"¿Qué buscan de mí?", quizá fuera una pregunta simple y ambigua, pero también parecía ser la más acertada. Después de todo, que tanta gente diferente estuviera reunida frente a mí, debía tener alguna explicación.Y todos aunque callados, pude verlos. Sus miradas, hasta la más tenebrosa, hasta la más cobarde, y hasta la más vacía, pasaron a verse melancólicas.
Por la reacción que tuvieron, era como ver a tu mejor amigo partírsele el corazón al decirle que no lo reconoces. Nadie dijo una palabra.
Y yo ya no sabía qué preguntar tampoco."... ¿Puedo saber sus nombres?", dije intentando romper la tensión.
Pero sólo hubo silencio.Sus miradas volvieron a fijarse en el centro de la ronda, perdidas en algún pensamiento que yo desconocía. Y aunque nadie me mencionó ningún nombre, y nadie dijo siquiera una palabra, apodos resonaron a mi mente, y parecieron correctos.
Mitsukage, Saigo, Glynn, Makka, Haiaka, Guire, Boule.
Y aunque no supe sus verdaderos nombres, al menos obtuve una forma de llamarlos.