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 La cabeza me pesaba y cualquier ruido, por ínfimo que fuera, me rasgaba los tímpanos. Estaba inquieta. Todavía arrastraba las emociones de la pesadilla que me había visitado esa misma noche. Las imágenes del sueño me habían revuelto el estómago hasta tal punto de verme obligada a salir corriendo de la habitación para vomitar en el baño. Y allí, bañada en ira y pena, apareció Cole por el pasillo. Salió de su habitación al escucharme y se apoyó en el marco de la puerta, reacio a dejarme sola, pero no del todo valeroso a acercarse mucho a mí. Me preguntó si necesitaba algo. Si me encontraba bien. Y yo, que solo podía pensar en la sangre y en el sabor amargo del arrepentimiento, logré moverme para cerrarle la puerta en las narices. Por supuesto, Cole captó el mensaje. Lo supe cuando escuché que volvía sobre sus pasos a su habitación.

Después de eso no pude volver a dormirme. Lo que me mantuvo despierta no fue solo la inquietud de volver a revivir lo mismo si cerraba los ojos. No. Cuando volví a tumbarme en la cama, a sabiendas de que no iba a conseguir dormirme de nuevo, la mirada de preocupación de Cole volvió a mí y ese extraño sentimiento de incomodidad y desconfianza me sacudió las entrañas.

Esa mañana me levanté de la cama con la convicción de que no iba a dejarme demoler por otra pesadilla. El olor a café me saludó cuando bajé a la planta baja. Cole y Helen solían ser madrugadores, así que no me extrañó escucharlos hablar en la cocina a esas horas. Me preguntaron si quería unas tostadas de mermelada, petición que denegué de la forma más educada posible. No estaba de humor, y la posibilidad de estallar si alguien presionaba el botón incorrecto era más alta que otros días.

Mi humor empeoró cuando abrí la puerta y vi el cielo anubarrado. Como si el mundo me estuviera dando los buenos días, las primeras gotas comenzaron a caer. Más airada que antes, até mi melena negra en una coleta alta y me eché a correr.

Pensé, mientras aumentaba la velocidad, que todo sería más fácil si Elaine hubiera venido ya a por mí. Allí tendría la excusa perfecta para poder sobrepasarme con cualquier guardia. Podría enzarzarme en una pelea con alguno de los veteranos. No pararía hasta dejarlo inmóvil en el suelo. O quizá debería dejarme azuzar. Hasta quedarme sin respiración, hasta que la garganta me ardiera y no sintiera el cuerpo. Hasta hartarme del dolor.

Sí. Quizá esa sería la mejor opción.

Pero allí, en casa de los Baker, las cosas no funcionaban así. Aunque a ratos quisiera enfrentarme a James, mi cuerpo se negaba a ponerle la mano encima. Y no entendía por qué. Era imposible que me hubiera ablandado, solo había pasado una semana con ellos. Tampoco podía atribuirlo al cariño. Lo que le pasara a esa familia me importaba de poco a nada. Quizá... Bueno, quizá se debía a que ellos habían sido las primeras personas en tratar a Ámbar y a Cloe con la amabilidad y el aprecio que no habían recibido desde hacía tiempo.

Recordé a Cloe, con sus mejillas infladas y los espaguetis que había cocinado Reese sobresaliendo de sus labios. A Ámbar sonriéndole a James. Una sonrisa hecha de sueños y esperanza.

Como ocurría siempre que pensaba en los recuerdos bonitos, en esos momentos a los que a veces recurría para conciliar el sueño, llegó el ciclón que lo destruyó todo. Mi cuerpo tembló y se dobló cuando me sacudió una arcada. Me apoyé sobre mis rodillas. Con la respiración acelerada y mi garganta ardiendo, hice lo posible para borrar las imágenes de aquel día.

El pitido martirizante en mis oídos. La sensación de estar quedándome sorda. De repente noté algo en mi espalda. Una mano.

Me erguí de sopetón y me giré hacia la persona que se había acercado a mí. Nolan estaba frente a mí, con cara de haberse despertado hace poco y con un paraguas en la mano que recolocó par asegurarse de que la lluvia no me mojaba. Poco a poco, el pitido se fue mitigando hasta que no quedó rastro de él. Solo se escuchaba la lluvia y mi respiración.

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⏰ Última actualización: Oct 01 ⏰

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EL LEGADO I: A oscuras  (Nueva versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora